jueves, 3 de marzo de 2016

Retos y oportunidades de la educación


A partir de la década de 1980, los gobiernos, los grupos directivos, y los intelectuales junto a organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en ingles), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD, por sus siglas en ingles), el Banco Mundial y El Banco Interamericano de Desarrollo- han empezado a identificar a la educación como el principal instrumento para el desarrollo de los países, el crecimiento de las economías, el aumento de la productividad y para superar o, al menos estrechar, el abismo interno de la pobreza y el externo del conocimiento y tecnología que separa a los países desarrollados de aquellos en vías de desarrollo.

Históricamente, la temática curricular surge como parte de un proceso internacional más amplio en el que se generalizan varios aportes de la teoría educativa que se venía construyendo en Estados Unidos en el marco de la industrialización monopólica que se da en aquella nación en el siglo XX. Esto provocó que surgiera un pensamiento educativo amplio desarrollado de cara a las demandas sociales y educativas que la industrialización fue estableciendo, como parte de las aspiraciones de una sociedad democrática y para el progreso.

Desde entonces, diversos investigadores se dieron a la tarea de incorporar diversos elementos al debate curricular, sobresale, como un primer acercamiento al enfoque de competencias, Franklin Bobbit con su propuesta de indagar las actividades que desempeña un egresado para establecerlas como referencia en un diseño curricular.

Para una mejor comprensión no hay que perder de vista que en el campo curricular -en los sesenta en Estados Unidos y en los setenta en México- se concentraba en sus aspectos técnicos, como una expresión de un pragmatismo que paulatinamente se reducía a una visión sólo tecnocrática y circunscribía la recesión a un problema de clasificación de comportamientos, traducidos posteriormente a objetivos conductuales.

A diferencia de ello, la reforma educativa de la década de 1990 se encuentra matizada por los efectos de la globalización mundial -como interrelación económica, cultural y política-, así como por las exigencias que la llamada tercera revolución industrial -la producida por la inteligencia artificial, la microelectrónica y
superconductividad, las tecnologías de la información- que en última instancia modifican los procesos productivos y por ende los procesos educativos. Al mismo
tiempo, los sistemas educativos están siendo presionados para que resuelvan los problemas a los que se ven enfrentados, los cuales nacen referencia al incremento
de la ineficiencia externa o baja pertinencia de los sistemas educativos; la ineficiencia interna, tanto en lo que respecta a los flujos educativos, como al uso de recursos limitados de todos tipos; la baja calidad de la educación; la inequidad de los procesos, y limitada capacidad de gestión institucional.

En Latinoamérica el reto es mayor ya que a lo anterior hay que sumar la cobertura insuficiente, las altas tasas de deserción, los resultados insatisfactorios del
aprendizaje, las limitaciones de recursos humanos y materiales, la débil articulación entre los niveles del sistema y de este con el entorno (particularmente el mercado de trabajo), así como una escasa producción de conocimientos para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje, de hecho, más allá del uso ocasional de computadoras en el aula los métodos de enseñanza y los currícula permanecen prácticamente intocados.

Para tener una idea del potencial de desarrollo e impacto que tiene la educación, hay que considerar que, entre las variables que explican el desarrollo de un país está la escolaridad de los adultos (entendida esta en un sentido amplio más allá de los años de asistencia a la escuela); de hecho, la variable educativa llega a explicar hasta un 20% de la varianza de las variables relacionadas con el desarrollo económico.

Juan Prawda, en su trabajo “Educación, productividad y empleo: retos para el sistema educativo", llega a las siguientes conclusiones:
·         La educación genera externalidades de desarrollo social que se acentúan a medida que el contexto es socialmente más desarrollado. De hecho los países más desarrollados tienen una base educativa más desarrollada y equitativa, lo cual significa un menor analfabetismo adulto, un mayor acceso de las mujeres al sistema educativo y una mayor cobertura del grupo correspondiente en la educación superior.
·         Existe una interdependencia sistémica entre desarrollo económico y social. Lo cual implica abordar de una manera prospectiva, frontal, sistémica y creativa los problemas de baja eficiencia externa, baja eficiencia interna, baja calidad, inequidad y limitada capacidad institucional.
·         Los cambios del mundo actual obligan a una constante reflexión y redefinición de los paradigmas educativos en torno al individuo como un ente humano, social y productivo. Respecto al aspecto humano se busca que los sistemas educativos induzcan y/o refuercen las habilidades de comunicación verbal y escrita, escuchar, pensar creativa y constructivamente, decidir, resolver problemas, gestionar y aprender a aprender. Respecto del aspecto social lo que se busca fomentar es la autoestima, el respeto a terceros (personas y naturaleza), integridad, honestidad, responsabilidad y aprecio por la identidad histórica y cultural. Por último, en cuanto al aspecto productivo, se busca que la educación genere personas capaces de identificar situaciones (aprender a diagnosticar), organizar, planificar, asignar racionalmente los recursos, trabajar con otros, allegarse y utilizar creativamente la información, interpretar interrelaciones sistémicas y aprender nuevas tecnologías.
·         Las reformas educativas deben ser abordadas de forma sistémica, en primer lugar optando por profundidad curricular en vez de extensión curricular, en segundo lugar buscando imbuir las competencias que se han definido tanto a nivel humano como a nivel social y productivo con base en procesos de aprendizaje participativos e inquisitivos entre los alumnos, en tercer lugar incrementando el contacto efectivo del maestro con el alumno en el aula, y por último, bifurcando las opciones para el estudiante después de diez grados de educación básica.

Los sistemas educativos son cruciales de cara a la era de la información, ya tienen el potencial de relacionar directamente conocimiento con la productividad. De la
misma forma, la educación ya no puede circunscribirse a la técnica o los conocimientos, sino que debe tener en cuenta una visión  holística de los procesos formativos, donde los objetivos son tanto conocimientos y comportamientos, como actitudes y voluntades, todo ello con la finalidad de contribuir eficientemente a la formación de profesionistas-personas completas.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/W5zYbB04ckc

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