Una de las
responsabilidades más emblemáticas de las universidades es precisamente la
formación de los futuros profesionistas, esta formación para responder a las expectativas formativas de
los conocimientos, las habilidades, las actitudes y los valores requeridos debe
sustentarse en contenidos coherentes, pertinentes y relevantes.
Recuerdo en una
ocasión como responsable de una materia de licenciatura, que uno de los
principales problemas de la misma era la sobresaturación de contenidos. Los
maestros, tradicionalmente enfocados a transmitir conocimientos, habían
rellenado, como se dice coloquialmente, “con calzador” la materia con tal
cantidad de información ya que el supuesto básico era que si el alumno lo veía
en clase era más que lógico que lo asimilara, lo cual sabemos no es así. En un
primer intento por reestructurar los contenidos de la materia, los maestros
iban defendiendo uno a unos los puntos hasta que prácticamente quedaba de nuevo
saturada de información.
Entonces ideé un
ejercicio. Les dije que imagináramos que teníamos todo el dinero del mundo para
construir un vehículo. Les pedí me dijeran qué le pondríamos, las ideas fueron
desde asientos de piel, rines de lujo, quemacocos y todos los accesorios de
lujo. Una vez terminadas las características del vehículo les dije que
imagináramos que los recursos se nos habían reducido a la mitad, ¿qué cosa
cambiaríamos? Quitamos los asientos de piel, los rines de lujo, quemacocos y
demás para dejarlo funcional pero austero.
Me fui llevando el
ejercicio hasta que llegamos a tener un 10% de los recursos financieros originalmente asignados, al final nos quedó
un vehículo que prácticamente solo tenía el chasis (ni siquiera la carrocería),
motor, llantas, asiento (uno solo) y lo necesario para conducirlo. Al terminar
nuestro reto les pregunté que como era posible que sin ser expertos en
cuestiones automotrices hubiéramos podido llegar a un auto funcional con lo
mínimo requerido pero que siendo expertos en la materia de curso que estábamos
analizando no pudiéramos decidir entre lo esencial y lo que no? Ese ejercicio
sirvió para romper esquemas y finalmente llegamos a una materia con contenidos
que nos permitían evaluar los desempeños reales de los alumnos.
En otra ocasión en el
diseño de una carrera todos los maestros involucrados defendían contenidos
(conceptualizados como materias) de un sinfín de aspectos de la vida
profesional. Todos con argumentos sobre la “tremenda” importancia que tenía el
dar esa materia con sus contenidos programáticos. Dado que todos “teóricamente”
proponían, argumentaban y defendían contenidos que hubieran hecho una carrera
de ocho o diez años les propuse una apuesta (apuesta obvio que no aceptaron
pero que sirvió para establecer otros parámetros de discusión): “si están tan
convencidos de tal o cual materia, si creen que no solo es importante sino es
que indispensable para la vida profesional, si realmente creen que ese
conocimiento es útil y demandable, ¿por qué no ofertan un curso en la comunidad
–tipo educación continua- para ver cuanta gente se inscribe en ellos?”
El docente en
ocasiones, sobre todo si está desligado de la práctica profesional, puede tener
una visión no aplicable de los
conocimientos, habilidades, actitudes y valores requeridos para desempeñar una
profesión. La prueba de fuego es esa que acabo de mencionar: sacar ese
conocimiento al mercado para ver cuántos están realmente dispuestos a pagar por
él. Esto no es una visión mercantilista de la educación sino eminentemente
relevante, coherente y pertinente, ya que ese “pago” mencionado no
necesariamente tiene que ser dinero, sino incluso tiempo de la vida de quienes
asistan a los cursos que se oferten.
Pensemos un momento
en lo anterior: si un contenido programático no es demandado eso implica que no
existe la necesidad real en la comunidad que la mueva a solicitarlo. Tan
sencillo como eso. Es así como esa “prueba de fuego” es de utilidad al momento
de evaluar tanto lo que se verá en cada materia de un proceso formativo
profesional, como los temas que incluirá un programa de estudios.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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