Ser
docente conlleva una enorme responsabilidad, después de todo no solo formamos
profesionistas o generamos soluciones o divulgamos cultura, sino que vamos más
allá dándole a quienes en nosotros buscan una respuesta los conocimientos, las habilidades,
las actitudes y los valores para remontar sus destinos, para lograr sus sueños,
y para forjar por si mismos su propio futuro. En otras palabras sembramos
semillas de esperanza, aliento y determinación que germinarán mucho después y
cuyos frutos permanecerán incluso una vez que nos hayamos ido. Es por ello que
la ética en el desempeño docente adquiere un cariz de extrema importancia.
La
palabra ética, según, James Fieser en “Ethics” en la lntemet Ecyclopedia of
Philosopy,
proviene del griego ‘ethos’, que significa costumbre; su sinónimo latino es la
voz ‘more’, de donde deriva el término moral. Ambas voces aluden, tal como señala
Lautaro Ríos en “La Ética Profesional’, a “un comportamiento humano ordenado
conforme a ciertos principios, postulados y nornas prescritos por la cultura
imperante en cada sociedad. Ellos señalan la línea demarcadora entre lo lícito
y lo ilícito, lo correcto y lo incorrecto, lo aceptable y lo inaceptable".
Como
lo señala Juan Manuel Silva en su artículo “¿Qué es eso de ética
Profesional?”
publicado en la Revista Contaduría y Administración de la Universidad Nacional
Autónoma de México, la ética profesional ésta está íntimamente relacionada con
uno mismo, “está directamente vinculada con la calidad moral de nuestro trabajo.
Está implicada en el modo de llevar a cabo nuestro quehacer e implica entrega
vocacional, responsabilidad, honestidad intelectual y práctica. La ética
profesional es fundamentalmente un compromiso con lo que cada ser humano
hace... significa un compromiso con nosotros mismos de hacer bien las cosas, un
compromiso que no se puede dejar de cumplir porque tiene que ver con un
compromiso con nuestro propio ser que nos hace más o nos hace menos, nos hace
mejores o nos empeora, nos enriquece o nos empobrece en nuestra propia
naturaleza".
Aun
y cuando los siguientes razonamientos surgen de la ética normativa del
Contador
Público como docente, considero que son aplicables a todos los profesionistas
que se desempeñan como tal.
Ya
en una ocasión lo señale en el artículo “Reflexiones en Tomo a los Nuevos
Retos
en la Docencia en Contaduría" publicado en la revista Contaduría Pública,
“Éticamente,
el Contador Público que trabaja como docente debe ser capaz de fomentar en sus
alumnos ese espíritu inquisitivo, creativo y dinámico de la profesión acorde a
los nuevos tiempos". En este sentido son interesantes los postulados
manejados por los diferentes organismos profesionales tanto a nivel nacional
como internacional.
En
México, tanto el Código de Ética del Instituto Mexicano de Contadores Público como
el relativo a la Asociación de Profesores de Contaduría y Administración de
México
hacen referencia específicamente al desempeño del Contador Público como
docente. En el caso del Instituto Mexicano de Contadores Público, su
Código
de Ética en sus artículos 4.01 al 4.06 referentes a especificaciones claves acerca
del Contador Público en la Docencia, establece que éste debe (1) orientar a sus
alumnos para que actúen de acuerdo a las normas de ética profesional, (2) mantenerse
actualizado, (3) dar a sus alumnos un trato digno y respetuoso, (4) manejar
casos reales cuidando el secreto profesional, (5) abstenerse de hacer comentarios
negativos sobre los alumnos, catedráticos u otros Contadores
Públicos,
y (6) mantener una posición de independencia mental y espíritu crítico.
Por
su parte la Asociación de Profesores de Contaduría y Administración de
México
señala en diferentes artículos que la ética profesional debe caracterizar la actividad
docente además que la docencia debe centrarse en el aprendizaje del alumno, y
que la asesoría y la tutoría a los estudiantes son parte integral de la docencia
eficaz (artículo 1.2), el Contador debe tener vocación y aptitud para educar a
sus alumnos, respetar la integridad y libertad de cátedra de sus colegas académicos
nacionales y extranjeros sobre la base de la imparcialidad y cooperación, y
aplicar los principios básicos de docencia y los estándares de evaluación
colegiada (artículo 1.1), debe asegurar su competencia, integridad y objetividad
en las aulas y en la comunidad profesional y ser honesto, confiable y justo,
así como respetar la confidencialidad y la privacidad de los demás (artículo 3,2),
debe permanecer en el ejercicio profesional, y contribuir al desarrollo de sus alumnos
y de la profesión, y servir a la academia, a la profesión y a la sociedad (artículo
3.1).
A
nivel internacional, si bien los códigos no manejan específicamente referencias
al Contador Público como docente, existen diversos postulados que pueden aplicarse
en su desempeño como tal.
Por
ejemplo, el Código de Ética para Contadores Públicos de Colombia, señala que en
todos los casos el Contador Público debe observar una conducta ética, respeto
entre colegas, y observancia de las disposiciones normativas (artículo 37), debe
ser íntegro y objetivo (artículo 37), debe tener siempre presente que el comportamiento
con sus colegas no sólo debe regirse por la estricta ética, sino que debe estar
animado por un espíritu de fraternidad y colaboración profesional y tener
presente que la sinceridad, la buena fe y la lealtad son condiciones básicas para
el libre y honesto ejercicio de la profesión (artículo 54). Asimismo señala que
el Contador Público que se desempeñe como catedrático podrá dar casos reales de
determinados asuntos pero sin identificar de quién se trata (artículo 66). Por
su parte el Código de Ética Profissional
do Contabilista do Brasil señala que la conducta del Contador con relación a
sus colegas debe ser pautada por los principios de consideración, respeto,
aprecio, y solidaridad, en consonancia con los postulados de armonía de la
profesión. Con un espíritu de solidaridad (art. 9°), asimismo debe abstenerse
de hacer referencias perjudiciales hacia sus colegas (art. 10°), o la profesión
(art. 11°).
El
Código de Ética de Argentina señala que los profesionales deben conducirse siempre
con plena conciencia del sentimiento y solidaridad profesional, de una manera
que promueva la cooperación y las buenas relaciones entre los integrantes de la
profesión. Las expresiones de agravio o menoscabo a la idoneidad, prestigio,
conducta o moralidad de los profesionales alcanzados por las normas de este
Código, constituyen falta ética (artículo 6°).
El
Código de ética de Paraguay señala, respecto del actuar del Contador Público que
integridad implica no solamente honestidad sino trato justo y completamente veraz.
El principio de objetividad le impone a todos los Contadores profesionales la obligación
de ser justos, intelectualmente honestos y libres de conflictos de intereses
(Artículo 1.1).
De
la misma forma, la American Acoounting Association, en sus Proposed
Statement
of Responsibilities, señala que sus miembros reconocen deben contribuir al
desarrollo de sus estudiantes a través de (1) desarrollando en los estudiantes
la capacidad de apreciar la importancia de la ética y el profesionalismo así
como la capacidad técnica, (2) creando un ambiente honesto y agradable en el salón
de clase, (3) insistiendo en la excelencia al mismo tiempo que a cada alumno se
le da un trato digno, y (4) conduciendo sus asuntos académicos y profesionales
con integridad.
Para
ello, tal como señala Rodolfo Cedillo en su artículo ‘El Contador Público en el
siglo XXI’ publicado en la revista Contaduría Pública hay que considerar que
los nuevos profesionistas de la contaduría están obligados a tener visión de
largo plazo, estar orientados al futuro, saber manejar las innovaciones, tener
un sentido innovador, ser capaz de dar respuestas rápidas, tener estrategias
para dirigir y generar resultados, asimismo ser capaz de identificar las
necesidades y proponer soluciones, aprovechar las oportunidades eliminando
deficiencias, redimensionar sus funciones para trabajar con los clientes, y
manejar el concepto de hombres de negocios.
En
ese orden de ideas, José Francisco Pulido en su artículo “El futuro de la
Contaduría
Pública’ publicado en la revista Contaduría Pública, señala que ‘el
Contador
Público del siglo XXI debe ser un profesional asociado a la empresa, responsable
del óptimo aprovechamiento de la información disponible, mejor interpretación,
flexible en la toma de decisiones y conocedor del entorno de la empresa, es
decir, debe fungir como un asesor de negocios con un perfil ejecutivo, no
operativo".
Mientras
tanto Ramón Peña en su artículo ‘La creación del futuro y el cambio en educación"
en la revista Contaduría Pública señala que “debe tener hábitos de comportamiento
eficaz; que sean limpios, ordenados, puntuales; que tengan amor al trabajo,
responsabilidad; espíritu de superación, honestidad y respeto; que exista en
ellos el espíritu innovador y emprendedor para que la gente que sale del sistema
educativo los pueda usar; y, por último, que tengan la habilidad de aprender
por su cuenta’. Y para terminar la idea Roberto Álvarez en su artículo ‘Ética y
Educación" publicado en la revista Contaduría Pública señala asimismo, que
sea un “profesionista con ética, pero de una nueva ética, que ya no encuentra su
modelo en las morales tradicionales ni en las modernas del deber laico, rigorista
y categórico y, sin embargo, abreva de las dos".
El
desempeño ético del Contador como docente debe considerar, aceptar y fomentar
aspectos tales como los que hace Elsa de Larrea en su artículo
“Reflexiones
en el Ámbito de la Educación Superior en Contaduría Pública" publicado en
la revista Contaduría Pública:
-
Aceptar la gran responsabilidad de tener como objeto del trabajo docente a
seres humanos sujetos a transformación;
-
Reconocer que esos humanos tienen una vasta gama de expectativas, visiones, intereses,
prácticas y hábitos propios;
-
Tener la convicción de que la calidad del proceso educativo está en función directa
del grado de cualidades, habilidades, capacidades, conocimientos y compromiso
del académico;
-
Tener la convicción de que la educación es un proceso libre e individual en el que
nadie puede ser educado sin su voluntad y que, por lo tanto la responsabilidad de
su educación recae sobre el alumno;
-
Creer que en el trabajo académico es más importante la calidad que la cantidad;
-
Hacer propio los objetivos de los estudiantes; si ellos logran sus objetivos,
el profesor también lo hará;
-
Sujetar a los alumnos a un proceso no solo acumulativo y continuo, sino
concatenador
y funcional, en que haya un hilo conductor que les dé sentido a su vida
universitaria y profesional;
-
Desarrollar el proceso enseñanza-aprendizaje sin formulismos ni autoritarismos,
creando círculos empáticos y virtuosos de comunicación que propicien una relación
amistosa entre los docentes y los alumnos;
-
Fomentar el aprendizaje autodidacta, la evaluación y la autoevaluación.
La
Ética más que un conjunto de normas, es una manera de vivir y trascender sembrando
en los demás las semillas que los lleven a desarrollar con excelencia su
potencial humano y profesional.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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