viernes, 24 de junio de 2016

La validación interna y externa: Piedra angular de la formación basada en competencias


El desarrollo de las competencias requiere ser comprobado en la práctica mediante el cumplimiento de criterios de desempeño claramente establecidos. Los criterios de desempeño, establecen las condiciones para inferir el desempeño; ambos elementos (criterios y evidencias) son la base para evaluar y determinar si se alcanzó la competencia. Esto plantea la necesidad de que las evaluaciones se transformen para garantizar ese desarrollo de competencias. Para ello, lo cual la etapa de evaluación requiere transformarse de su visión tradicional rígida y disgregada enfocada en la memorización de contenidos y procedimientos, hacia una evaluación por competencias flexible, holística e integradora enfocada a desempeños y resultados. En un artículo anterior, "De la Instrucción  a la Evaluación", se comentó brevemente el punto de la validación interna y externa, dado que se ha solicitado se amplíe esto, se ha desarrollado este artículo.

Contextualización. Como señala José Joaquín Brunner, en su trabajo Globalización y el Futuro de la Educación: Tendencias, Desafíos, Estrategias, presentado en el Seminario sobre Prospectivas de la Educación en América Latina y el Caribe, a partir de la década de 1980, los gobiernos, los grupos directivos, los intelectuales así como los organismos internacionales, han comenzado a identificar a la educación como el principal instrumento para el desarrollo de los países, el crecimiento de las economías, el aumento de la productividad y para superar o, al menos estrechar, el abismo interno de la pobreza y el externo del conocimiento y tecnología que separa a los países desarrollados de aquellos en vías de desarrollo. 

Retos de los sistemas educativos. Además de la responsabilidad social que tienen los sistemas educativos, éstos están siendo presionados para que resuelvan los problemas a los que se ven enfrentados, los cuales, según Juan Prawda en su trabajo “Educación, productividad y empleo: retos para el sistema educativo”, publicado en el libro Educación, Productividad y Empleo, hacen referencia al incremento de la ineficiencia externa o baja pertinencia de los sistemas educativos; la ineficiencia interna, tanto en lo que respecta a los flujos educativos, como al uso de recursos limitados de todos tipos; la baja calidad de la educación; la inequidad de los procesos, y limitada capacidad de gestión institucional.  De la misma forma Prawda, establece que existe una interdependencia sistémica entre desarrollo económico y social. Lo cual implica abordar de una manera prospectiva, frontal, sistémica y creativa los problemas de baja eficiencia externa, baja eficiencia interna, baja calidad, inequidad y limitada capacidad institucional.

Los sistemas educativos son cruciales de cara a la era de la información, ya que, como lo señala la OREALC-UNESCO/CEPAL en su trabajo Educación y Conocimiento -Eje de la transformación productiva con equidad-, tienen el potencial de relacionar directamente conocimiento con la productividad. De la misma forma, la educación ya no puede circunscribirse a la técnica o los conocimientos, sino que debe tener en cuenta una visión holística de los procesos formativos, donde los objetivos son tanto conocimientos y comportamientos, como actitudes y voluntades, todo ello con la finalidad de contribuir eficientemente a la formación de profesionistas-personas completas.

El modelo de competencias. El concepto de competencia engloba no sólo las capacidades requeridas para el ejercicio de una actividad profesional, sino también un conjunto de comportamientos, facultad de análisis, toma de decisiones, transmisión de información, etc., considerados necesarios para el pleno desempeño de la ocupación. Si bien no existe una definición oficial de lo que competencia significa, si hay varios acercamientos que permiten dilucidar elementos comunes en todos ellos a manera de referencia. Para la organización Internacional del Trabajo, competencia puede definirse como la construcción social de aprendizajes significativos y útiles para el desempeño productivo en una situación real de trabajo que se obtiene no sólo a través de la instrucción, sino también –y en gran medida- mediante el aprendizaje por experiencia en situaciones concretas de trabajo.  Por su parte Andrew Gonczi y James Athanasou en su trabajo "Instrumentación de la educación basada en competencias -Perspectiva de la teoría y la práctica en Australia-" la conciben como una compleja estructura de atributos necesarios para el desempeño de situaciones específicas, como una compleja combinación de atributos (conocimiento, actitudes, valores y habilidades) y las tareas que se tienen que desempeñar en determinadas situaciones. Mientras que para Boyatzis, tal como lo señala en su trabajo "The Competence Manager. A Model for Effective Performance", competencia es la destreza para demostrar la secuencia de un sistema del comportamiento que funcionalmente está relacionado con el desempeño o con el resultado propuesto para alcanzar una meta, y debe demostrarse en algo observable, algo que una persona dentro del entorno social pueda observar y juzgar. Para efectos prácticos se entenderá por competencia al desempeño eficiente de una actividad que genera un resultado susceptible de ser valorado. Según estas definiciones, posee competencia profesional quien dispone de los conocimientos, destrezas y aptitudes necesarios para ejercer una profesión, puede resolver los problemas profesionales de forma autónoma y flexible, y está capacitado para colaborar en su entorno profesional y en la organización del trabajo.

Tal como lo señala Fernando Vargas Zúñiga, en su trabajo “La formación por competencias: Instrumento para incrementar la empleabilidad", la formación basada en competencias parte de reconocer todos los cambios y necesidades descritos. Se acerca más a la realidad del desempeño ocupacional requerido por los trabajadores. Pretende mejorar la calidad y la eficiencia en el desempeño, permitiendo trabajadores más integrales, conocedores de su papel en  la organización, capaces de aportar, con formación de base amplia que reduce el riesgo de obsolescencia en sus conocimientos. Por otra parte, el propósito de la educación basada en normas de competencia es proporcionar educación técnica y capacitación a los trabajadores, así como combinar la educación y el trabajo. Este tipo de educación, además de reconocer el resultado de los procesos escolares formales, también reconoce los conocimientos, habilidades y destrezas adquiridos fuera de las aulas. Sin embargo, como lo señalan J. Jesús Huerta Amezola, Irma Susana Pérez García y Ana Rosa Castellanos Castellanos en el artículo “Desarrollo curricular por competencias profesionales integrales este modelo educativo", se cuestiona la suficiencia de los títulos universitarios y plantea como más importante poseer competencias para la solución de problemas específicos que tener una preparación en lo abstracto sin la posibilidad de contar con expectativas para solucionarlos. Sin embargo las reformas educativas, para que puedan considerarse como tales, requieren no sólo de cambios estructurales, sino también modificaciones en las prácticas educativas. Lograr que maestros y alumnos participen de una manera más comprometida durante el proceso de enseñanza aprendizaje, será posible en la medida en que conozcan, interpreten y hagan suyas las nuevas propuestas curriculares enmarcadas en el modelo de las competencias profesionales integrales.

La evaluación. El desarrollo de las competencias requiere ser comprobado en la práctica mediante el cumplimiento de criterios de desempeño claramente establecidos. Los criterios de desempeño, entendidos como los resultados esperados en términos de productos de aprendizaje (evidencias), establecen las condiciones para inferir el desempeño; ambos elementos (criterios y evidencias) son la base para evaluar y determinar si se alcanzó la competencia. Por lo mismo, los criterios de evaluación están estrechamente relacionados con las características de las competencias establecidas.

Lo anterior plantea la necesidad de que las evaluaciones se transformen para garantizar ese desarrollo de competencias. Para ello, la etapa de evaluación requiere transformarse de su visión tradicional rígida y disgregada enfocada en la memorización de contenidos y procedimientos, hacia una evaluación por competencias flexible, holística e integradora enfocada a desempeños y resultados.

Por último, hay que considerar que la evaluación por competencias no es un conjunto de exámenes; es la base para la certificación de competencia y se lleva a cabo como un proceso para acoplar evidencias de desempeño y conocimiento de un individuo en relación con una norma de competencia laboral. Esto le confiere un papel de instrumento de diagnóstico muy apreciable tanto para el trabajador como para el empleador para lo cual se requiere de enfoques integrales de evaluación del desempeño. Los métodos integrales tratan de combinar conocimiento, entendimiento, solución de problemas, habilidades técnicas, actitudes y ética en la evaluación. La teoría y la práctica de diferentes disciplinas se combinan en una evaluación integrada u “holística”, la cual se caracteriza, según lo menciona Andrew Gonczi en su artículo “Problemas asociados con la implementación de la educación basada en la competencia: de lo atomístico a lo holístico”, publicado en la obra "Formación basada en competencia laboral: situación actual y perspectivas",  por: (1) estar orientada al problema, (2) ser interdisciplinaria, (3)  considerar la práctica, (4)  cubrir grupos de competencia, (5) exigir habilidades analíticas, y (6) combinar la teoría con la práctica. En conclusión, una evaluación basada en la competencia en el modelo integrado será directa, integrará una gama de elementos de competencia y usará una variedad de métodos para recopilar información, de la cual se puede inferir la competencia o no de una persona. Por ende, una evaluación dentro del enfoque de competencias deberá asegurar (1) que los conocimientos obtenidos en las aulas serán transferidos a los contextos concretos en los que ocurren las prácticas profesionales, (2) que exista una vinculación de lo que se requiere en un ámbito laboral actual, de las necesidades sociales reales y la formación de los estudiantes en las escuelas, (3) que se promueva la  combinación de momentos de aprendizaje académico con situaciones de la realidad profesional, (4) que la formación de individuos capacitados para una vida profesional de larga duración, que no se limiten a poner en práctica sólo los conocimientos durante la formación, y (5) que genere en el alumno de una capacidad para que reflexione y actúe sobre situaciones imprevistas o disfuncionales, las cuales pueden presentarse tanto en ambientes educativos como en ámbitos generales de la vida.

La validación interna y externa: Una opción para la evaluación de competencias. Considerando lo anterior, la propuesta central del presente trabajo gira en torno a incorporar la validación interna y externa como mecanismo del aseguramiento de los conocimientos y habilidades dentro de un enfoque de competencias.

Validación. La validación no es otra cosa más que incorporar agentes externos al proceso para que den fe de la consecución de las competencias adquiridas, después de todo un enfoque basado en competencias reconoce que el fin último del mismo es el de formar profesionistas competentes para el desempeño de una actividad a través del fomento de la libertad y responsabilidad individual, en este sentido, una de las características del proceso mismo es el sujetarse a la validación tanto interna como externa para determinar el grado de vinculación con el sector laboral-profesional.

Las competencias profesionales pueden presentar dos características, una es que puedan ser conseguidas en una sola materia y la otra es que ocupen varias materias para ser conseguida. Aquí es donde entra la validación de los resultados tanto interna como externa.

Validación interna. La seriación dada en un mapa curricular supone que la materia que antecede a otra es requisito para dicha materia, es así que el desarrollo de las competencias en esa materia debe ser validado por quienes recibirán a los alumnos en la materia que sigue. Esto puede darse mediante la validación interna. La validación interna consiste en que los docentes de una materia dada participan activamente en la evaluación final de la materia que les antecede para en cierta forma confirmar que los alumnos que recibirán cumplen con los perfiles mínimos para ser promovidos. Este tipo de validación interna presenta tres beneficios principales: primero, que evalúa tanto al alumno como al maestro, al alumno en cuanto a que cumpla con los requisitos mínimos para ser promovido, y al maestro como mediador del proceso formativo; segundo, obliga a la participación de los diferentes actores del proceso formativo por lo que asegura una continuidad y lógica en el mismo; y, por último, establece un espíritu de corresponsabilidad en los procesos y en los resultados.

Para poder proceder a la validación interna es menester cumplir con los siguientes pasos:
1.    Determinar el grupo de materias que tienen relación entre sí como proveedor-cliente con la finalidad de ver que materias de un programa dependen de qué materias para poder establecer requerimientos tanto de habilidades como de conocimientos.
2.    Determinar la competencia que se busca lograr con las materias así como el momento en el plan curricular en que la competencia es lograda.
3.    Determinar las competencias de cada materia así como los mínimos requeridos de dominio por materia para continuar el proceso a la siguiente materia.
4.    Generar instrumento para validar al término de cada materia el manejo de las competencias esperadas. Este instrumento es desarrollado por los titulares de las materias receptoras de los alumnos que se van a evaluar y buscan que éstos dominen los mínimos requeridos para continuar su proceso. El resultado de su aplicación es competente o no competente.
5.    Aplicar la validación y retroalimentar el proceso, lo cual incluye comparar, junto con los titulares de las materias evaluadas,  resultados reales contra los esperados y hacer los ajustes correspondientes.

Hay que aclarar que la validación interna corre a cargo de los docentes que reciben a los alumnos de una materia y se efectúa con la finalidad de verificar si éstos cumplen con los mínimos requeridos para poder cursar la siguiente materia. La incorporación de agentes externos y objetivos genera una sinergia en el proceso enriquecedora donde se comparte la responsabilidad del mismo y sus resultados.

Validación externa. Ahora bien, una competencia llegará el momento en que sea conseguida, bien en una materia o al término de varias, en ese momento lo más idóneo es utilizar la validación externa. La validación externa consiste en hacer participar a los profesionales de la contaduría en cada una de las áreas,  como individuos, despachos o instituciones, para que evalúen el grado de consecución de las competencias deseadas. La validación externa requiere que se establezca claramente en que parte del plan curricular se irán consiguiendo las competencias a tal grado de sujetarse a la evaluación por parte de agentes ajenos al proceso.  Las ventajas de este tipo de validación son principalmente tres: primero, permite vincular los procesos educativos con el sector laboral-profesional; segundo, otorga cierto grado de objetividad y reconocimiento al proceso formativo; y tercero, obliga al proceso a estarse actualizando dependiendo de los requerimientos externos.

Al igual que en el caso de la validación interna, para que la validación externa tenga éxito se recomienda lo siguiente:
1.    Conseguir un despacho, oficina o negocio que utilice dentro de sus actividades la competencia que se quiera validar.
2.    Conseguir un alumno de semestres más adelantados de aquella materia donde la competencia se cumple para que desarrolle el instrumento validador de competencias bajo la guía del despacho o negocio.
3.    Efectuar pláticas docente-despacho-alumno con la finalidad de solicitar que el alumno haga como servicio social o prácticas profesionales un examen tipo bajo la dirección única del despacho.
4.    Establecer lo que se desea evaluar en función de las competencias establecidas.
5.    Solicitar que la evaluación sea lo más apegado a la realidad en cuanto a problemas, documentación, resultados esperados y demás, considerando el nivel formativo curricular. El resultado de esta evaluación es competente o no competente.
6.    Aplicar la evaluación en la fecha y en las formas establecidas y retroalimentar.

Esta validación externa presenta como ventajas que un agente externo del medio profesional-laboral valida en cierta forma la consecución de las competencias establecidas, pero más allá de ello genera una dinámica en la cual retroalimentar constantemente el quehacer docente en función de los requerimientos cambiantes del mercado.

La validación, tanto interna como externa, confiere al mismo proceso otro carácter, ya que al alumno le permite ser el arquitecto de su proceso formativo, le fomenta la responsabilidad ya que dichos procesos y los resultados son sujetos de evaluaciones por parte de agentes diferentes al docente, dependiendo la promoción que en última instancia sea capaz de demostrar que ha conseguido desarrollar las competencias requeridas.

De la misma forma, obliga al docente a enfocarse en el desarrollo de competencias ya que las evaluaciones tanto internas como externas estarán en función de evaluar el grado de desempeño profesional que demuestre el alumno, es decir, la integración del saber, el hacer y el ser.  La validación es la última parte del proceso que le confiere ese carácter de calidad al maestro y al alumno, al proceso formativo mismo, y a los resultados.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/zyuNi-wleUc

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viernes, 17 de junio de 2016

De la instrucción a la evaluación


Sin duda alguna todo proceso, incluyendo el educativo, está sujeto a evaluaciones. En educación, la evaluación tiene el propósito de verificar si se han obtenido las metas propuestas así como el grado de ello.  Así como el proceso enseñanza-aprendizaje se ha visto modificado, es menester considerar que las evaluaciones también tienden a modificarse para adecuarse tanto al proceso educativo como a las exigencias de los nuevos paradigmas mundiales.

Como ya se comentó en anteriores publicaciones, el enfoque humanista basado en competencias propugna lo mismo por evaluaciones y autoevaluaciones, se centra en los resultados del desempeño laboral, no tiene un tiempo determinado ya que los procesos individuales son diferentes, es una evaluación individualizada, no se enfoca a lo visto en el curso sino a la validación de las competencias desarrolladas, y finalmente se desea conocer si se desarrollaron o no las competencias establecidas. El enfoque humanista basado en competencias promueve la independencia, la libertad y la responsabilidad de las personas estableciendo objetivos claros en cuanto al proceso y los resultados obtenidos, así como delimitando las responsabilidades del docente y las del alumno.

El docente provee de los elementos que en su opinión considera necesarios para el desarrollo de las competencias que se requieren en el futuro profesionista; por su parte el proceso formativo viene siendo la conjunción de los materiales, los tiempos, los lugares y las dinámicas en las cuales el alumno decide o no participar con la perspectiva de lo que él debe ser capaz de demostrar al finalizar el curso; es así como el docente se enfoca al diseño de los procesos educativos y a la validación del logro de las competencias, mientras que el alumno se enfoca a participar en esos procesos en la medida que requiere para la obtención de la competencia a evaluar.

Tradicionalmente la etapa de evaluación guarda reminiscencias del proceso tradicional educativo cuando el enfoque estaba dado en el maestro, en los programas y en la memorización, es así que las evaluaciones actuales son rígidas, enfocadas al proceso más que a los resultados, no relacionadas con el exterior, ni delimitadoras de las responsabilidades maestro-alumno.

Resultados cuantitativos y cualitativos. La etapa de evaluación tradicional se enfoca a evaluar el grado de comprensión de lo visto en el proceso formativo, mientras que el enfoque humanista basado en competencias busca fomentar en el alumno la libertad y responsabilidad de su proceso al mismo tiempo que evalúa el grado de competencia en el futuro profesionista. Esto obliga a que las evaluaciones se enfoquen tanto en los aspectos cuantitativos como cualitativos de las competencias. Como se comentó anteriormente, los aspectos cuantitativos se refieren a los conocimientos y las habilidades, al saber y al hacer, mientras que los aspectos cualitativos tienen que ver con las actitudes y los valores, es decir, con el ser. Una evaluación holística debe contemplar todos estos puntos, al mismo tiempo, deben ser enfocadas al alumno y la validación del desarrollo de las competencias, deben  ser flexibles, relacionadas con la vida real y fomentadoras de libertades y responsabilidades. Para ello se requiere que las evaluaciones consideren las características de la realidad, que comprendan el proceso a evaluar, que utilice las capacidades del “enemigo”, y que sea capaz de validarse así misma.

Características de la realidad. Dado que las evaluaciones buscan validar el desarrollo de una competencia en el alumno con la finalidad de determinar su capacidad de insertarse exitosamente en el mercado laboral-profesional, es menester considerar las condiciones a las cuáles el futuro profesionista deberá ser capaz de responder.

·         Consulta. En primer lugar, el profesionista, ya en el desempeño de sus actividades como tal, tiene la libertad de efectuar consultas para corroborar el trabajo que está realizando. Estas consultas lo mismo son a obras bibliográficas (libros, revistas, folletos), a colegas, e inclusive a instituciones oficiales. Más sin embargo, en la evaluación tradicional, está vedado el que los alumnos consulten ya que el enfoque aún es memorístico, a pesar de que no es así en la realidad. A este respecto es interesante notar cómo es que en México, el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL), aplica el Examen General para el Egreso de la Licenciatura, que incluye la evaluación EGEL, mismo que es utilizado como formas de titulación; dicho examen evalúa el dominio que poseen respecto a las áreas del conocimiento fundamentales de cada disciplina, evalúa resultados de aprendizaje, no los insumos ni los procesos para lograr ese aprendizaje, y a efecto de reproducir la solución de problemas tal como sucede en la vida profesional se pueden  consultar documentos impresos. Es así entonces que la etapa de evaluación debe considerar estas condiciones para no establecer otras que no concuerden con la realidad, en última instancia se desea que el profesionista sea capaz de efectuar exitosamente una actividad.
·         Comunicación. Otra característica de la realidad a considerar, relacionada con lo anterior, tiene que ver con la comunicación entre profesionistas. En la realidad esta comunicación es fluida y se da en varias partes del proceso; la práctica profesional no es la excepción, el profesionista analiza los casos y problemas que se le presentan en ocasiones en equipo, con otros colegas e inclusive con expertos de otras áreas. La comunicación, al igual que la consulta, forma parte del proceso, el enfoque humanista basado en competencias reconoce las características de la realidad y las integra a los procesos pero se enfoca en los resultados. Es así que los exámenes deben considerar el aspecto comunicativo, permitir la consulta, pero también el intercambio de opiniones, la generación colaborativa de conocimientos, la resolución de problemas, en pocas palabras, desarrollar al mismo tiempo la capacidad de colaborar para la consecución de un fin dado.
·         Retroalimentación. Las dos características anteriores, incorporadas en la etapa de evaluación, necesariamente generan una retroalimentación activa y enriquecedora del proceso. Más allá de lo negativo que pudiera considerarse (aunque la discusión estaría en función de si son o no esas condiciones las imperantes en la realidad), la consulta y la comunicación generan una retroalimentación por parte de los mismos alumnos, el docente pasa a segundo plano y son ellos lo que se vuelven los expertos en el tema a través de la discusión, el intercambio de ideas y el consenso. El docente en ocasiones tiene problemas para lograr el trabajo de equipo en los grupos, pues bien, el permitir esto en las  etapas de evaluación fomenta automática y libremente este trabajo de equipo, esta capacidad de manejar ideas, de defenderlas, de criticarlas y, en última instancia, de lograr un resultado acorde a las expectativas establecidas.
·         Corroboración o Corrección. Todo lo anterior no solo genera esa dinámica entre los alumnos y fomenta esa capacidad de manejar ideas y trabajar en equipo sino que, hay que reconocer, permite corroborar o corregir aquellos elementos disruptivos del proceso. De nueva cuenta hay que señalar que el enfoque humanista basado en competencias fomenta la libertad y la responsabilidad de los alumnos y se orienta hacia los resultados, no hacia el proceso. Lo que le interesa es que los futuros profesionistas hagan las cosas y las hagan bien, que integren conocimientos, habilidades, actitudes y valores y logren resultados susceptibles de ser validados. Esto implica, al igual que en la realidad, que aquellos errores que se detecten en el proceso sean corregidos y que los pasos firmes en el mismo proceso sean reconocidos.

Comprensión del proceso. Otra característica que debe ser capaz de reconocerse e integrarse en la etapa de evaluación viene siendo la comprensión real del proceso a evaluar. En la mayoría de las profesiones, el proceso del quehacer cotidiano presenta dos condiciones: la primera es que los resultados se obtienen a mediano plazo. Curiosamente los exámenes tradicionales están dados para ser resueltos generalmente en una sola sesión con lo que el mismo llega a adolecer grandemente de características y condiciones que desarrollen competencias. La segunda característica, relacionada con la anterior,  es que ese mismo quehacer profesional se da por etapas, dado que el proceso no puede hacerse en una sola sesión, el profesionista logra avanzar en el mismo poco a poco; considera los tiempos y las fechas límite, pero el proceso no se cumple en una sola sesión.

Para incorporar esto en la etapa de evaluación en primer lugar los exámenes deben configurarse atendiendo a las características de la realidad, es decir, ser lo más real posible; en segundo lugar, debe considerar el uso de varias sesiones para cumplimentar el proceso y presentar los resultados; y, en tercer lugar, debe considerar las características de la realidad comentadas anteriormente. Esto fomenta de una manera imperceptible en el alumno el que éste sea ordenado, que establezca una metodología personal para la consecución del fin establecido, y que sistematice el proceso.

Utilizando las capacidades del “enemigo”. En el arte oriental de defensa del judo, así como en la mayoría de las artes marciales, la diferencia de estas con otras artes de defensa estriba en que se utilizan las características del “enemigo” contra sí mismo; así, en vez de repeler un ataque enfrentando, se utiliza la velocidad y empuje del adversario para hacerlo volar por los hombros sin el menor esfuerzo. Esa misma filosofía está contenida en lo comentado anteriormente.

¿Cuáles son las tendencias observadas en los alumnos por los docentes en las etapas de evaluación?, podrían citarse varias, entre las de que les gusta consultarse entre ellos, hacer comentarios, indagar, y confirmar. De la misma forma, ¿cuál es la actitud observada en el maestro en esa etapa ante esas tendencias?, también pueden citarse varias, entre las que sobresaldrían sin duda que está en constante vigilancia, la de no permitir interacción alguna, la de preocuparse más por el proceso que por el producto y la de cuidar su imagen como rector del proceso. El enfoque humanista basado en competencias, al contrario, no busca la confrontación maestro-alumno, cada uno de los actores acepta las responsabilidades individuales del proceso consciente de los resultados que se esperan obtener.

Ahora bien, la labor del docente en la etapa de la evaluación consiste también en generar precisamente los instrumentos evaluatorios que coadyuven, en este enfoque, a asegurar la consecución de las competencias deseadas, lo cual no sería posible si los alumnos simplemente copian los procedimientos y resultados unos de otros. Aquí es donde el docente debe ser capaz de diseñar exámenes diferentes que no impliquen mayor trabajo para él, pero a la vez no permitan que la información simplemente sea copiada. Una manera de hacer esto, sobre todo en los exámenes cuantitativos,  es a través de la generación de exámenes en hojas electrónicas que permitan copiar varios modelos con pequeñas variantes que necesariamente arrojen procedimientos y resultados similares, pero diferentes. De la misma forma, exámenes diferentes pero similares es una condición existente en la realidad, donde los procesos y resultados son parecidos pero los insumos y circunstancias difieren entre sí.

Para poder llegar a esto, el docente debe tener primeramente una comprensión tanto teórica como práctica de la materia, además debe ser competente en el uso de programas computacionales, y, por último, debe tener esa capacidad creativa para el desarrollo de instrumentos de evaluación efectivos.

Los pasos para generar este tipo de instrumentos de evaluación pueden ser resumidos en los siguientes:

1.    Establecer cuáles son los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que se desea evaluar en el alumno como parte de una competencia genérica.
2.    Reconocer las características existentes en la realidad tanto del proceso como de los resultados a obtener.
3.    Diseñar en una hoja electrónica el examen tipo que deberá ser lo más real posible así como la resolución del mismo.
4.    Hacer dos o tres copias con cambios en algunos puntos.
5.    Copiar esas dos o tres copias cambiando datos.
6.    Imprimir y verificar.

La generación de exámenes reales y diferentes implica un esfuerzo inicial por parte del docente, pero a cambio genera los siguientes beneficios:
1.    Es real ya que al igual que la realidad se presenta casos similares en cuanto a procesos y resultados, pero diferentes en cuanto a insumos y condiciones.
2.    Permite la interacción entre los alumnos sin que pueda darse la copia de información.
3.    Subsecuentemente le genera de una forma fácil al docente un stock mucho muy variado de exámenes por lo que éstos no pueden ser “pasados” de grupo a grupo.
4.    Permite al docente explotar su creatividad y vislumbrar la etapa evaluatoria en forma diferente a la tradicional.

Validando el proceso. Ahora bien, el enfoque humanista basado en competencias reconoce que el fin último es la de formar profesionistas competentes para el desempeño de una actividad a través del fomento de la libertad y responsabilidad individual, en este sentido, una de las características del proceso mismo es el sujetarse a la validación tanto interna como externa para determinar el grado de vinculación con el sector laboral-profesional.

Las competencias profesionales pueden presentar dos características, una es que puedan ser conseguidas en una sola materia y la otra es que ocupen varias materias para ser conseguida. Aquí es donde entra la validación de los resultados tanto interna como externa.

lidación interna. La seriación dada en un mapa curricular supone que la materia que antecede a otra es requisito para dicha materia, es así que el desarrollo de las competencias en esa materia debe ser validado por quienes recibirán a los alumnos en la materia que sigue. Esto puede darse mediante la validación interna. La validación interna consiste en que los docentes de una materia dada participan activamente en la evaluación final de la materia que les antecede para en cierta forma confirmar que los alumnos que recibirán cumplen con los perfiles mínimos para ser promovidos. Este tipo de validación interna presenta tres beneficios principales: primero, que evalúa tanto al alumno como al maestro, al alumno en cuanto a que cumpla con los requisitos mínimos para ser promovido, y al maestro como mediador del proceso formativo; segundo, obliga a la participación de los diferentes actores del proceso formativo por lo que asegura una continuidad y lógica en el mismo; y, por último, establece un espíritu de corresponsabilidad en los procesos y en los resultados.

Validación externa. Ahora bien, una competencia llegará el momento en que sea conseguida, bien en una materia o al término de varias, en ese momento lo más idóneo es utilizar la validación externa. La validación externa consiste en hacer participar a los profesionales en cada una de las áreas,  como individuos, despachos o instituciones, para que evalúen el grado de consecución de las competencias deseadas. La validación externa requiere que se establezca claramente en que parte del plan curricular se irán consiguiendo las competencias a tal grado de sujetarse a la evaluación por parte de agentes ajenos al proceso.  Las ventajas de este tipo de validación son principalmente tres: primero, permite vincular los procesos educativos con el sector laboral-profesional; segundo, otorga cierto grado de objetividad y reconocimiento al proceso formativo; y tercero, obliga al proceso a estarse actualizando dependiendo de los requerimientos externos.

La validación, tanto interna como externa, confiere al mismo proceso otro carácter, ya que el alumno, lejos de ver solo la libertad que el enfoque humanista basado en competencias le permite para ser el arquitecto de su proceso formativo, le fomenta la responsabilidad ya que dichos procesos y los resultados son sujetos de evaluaciones por parte de agentes diferentes al docente, dependiendo la promoción que en última instancia sea capaz de demostrar que ha conseguido desarrollar las competencias requeridas. De la misma forma, obliga al docente a enfocarse en el desarrollo de competencias ya que las evaluaciones tanto internas como externas estarán en función de evaluar el grado de desempeño profesional que demuestre el alumno, es decir, la integración del saber, el hacer y el ser. La validación es la última parte del proceso que les confiere ese carácter de calidad al maestro y al alumno, al proceso formativo mismo, y a los resultados.

La capacidad del docente de implementar de manera creativa nuevos esquemas para pasar de la instrucción a la evaluación, sobre todo considerando en esta ultima las características laborales actuales así como el enfoque humanista basado en competencias, le garantizará que los profesionistas cuenten con los conocimientos, las habilidades, las actitudes y los valores necesarios para su desempeño profesional en la práctica.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/5i4iGt5gkbs

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viernes, 10 de junio de 2016

Rompiendo Paradigmas en la Educación


Rompiendo Paradigmas en la Educación

Dado que el proceso enseñanza-aprendizaje conlleva la interacción maestro-alumno, es necesario, en una primera instancia, tener un acercamiento conceptual tanto a estos actores como hacia el proceso mismo. La globalización y la era de la información han traído consigo nuevos retos y nuevas definiciones acerca de las formas de pensar y hacer; para incursionar exitosamente en ese mundo globalizado y estar en posición de responder eficientemente a las nuevas exigencias tanto personales como profesionales, es menester que los paradigmas que rigen la forma de pensar y hacer que tiendan a reconformarse.

Un paradigma no es sino un concepto hacia el cual se ciñen los pensamientos y las actitudes, es así que si éstos últimos deben tener que ser otros, el primero debe también de cambiar. Los principales cambios que pueden ser observados en la era actual pueden enfocarse tanto hacia el ámbito laboral-profesional como hacia el ámbito personal. En el campo laboral-profesional se exige individuos flexibles de pensamiento, proactivos, críticos, creativos y eficientes, en cuanto al aspecto personal, los individuos buscan cada vez su autorrealización, el sentirse bien consigo mismos, el trascender, el ser dueños y arquitectos de su propio destino, siendo necesario ajustar ambas exigencias para responder consensuadamente a ellas.

El docente antes de serlo: Dr. Jeckyll & Mr. Hyde. En el proceso enseñanza-aprendizaje, el docente juega un papel preponderante, siendo el sujeto que puede llegar a facilitar en gran medida el desarrollo de las competencias y el fomento de la realización personal. Ahora bien, el docente no solo debe de poseer los conocimientos, las habilidades, las actitudes y los valores que desea que se formen en los futuros profesionistas, sino tener esa vocación hacia la docencia, ese corazón por el camino docente que lo lleva a ver cómo es que las cosas pueden hacerse mejor tanto para sí mismo como para sus alumnos, cuidándose mucho de contraer el síndrome del Dr. Jeckyll & Mr. Hyde. Este síndrome toma su nombre de la historia de Robert Louis Stevenson en la cual el  Dr. Jeckyll, que es una persona gentil y atenta, se transforma mediante la ingestión de una pócima en el nefasto y terrible Mr. Hyde. Con el docente puede pasar lo mismo si pierde de vista su función y las nuevas exigencias del medio. El docente, antes de serlo ha desempeñado dos papeles: el de alumno y el de profesionista. Como alumno se da cuenta de procedimientos, metodologías y actividades que no contribuyen a su formación profesional y personal, sino más bien se enfocan a cumplir con reglas y criterios muchas veces sin un sentido de fondo o bien ya superadas por los tiempos, aún así, nada más llega a la docencia retoma el papel de maestro y continua con el desarrollo de esos procedimientos, metodologías y actividades con las cuales en su momento no estuvo de acuerdo.

Como profesional sucede algo similar, el profesionista es consciente de que una vez en el campo laboral, tanto los procesos de aprendizaje como de evaluación y desempeño difieren considerablemente de los modelos tradicionales docentes, aún así, una vez que entra como docente no es capaz de hacer los cambios necesarios para que el proceso sea más eficiente y continúa con los paradigmas anteriores; en este mismo sentido, docentes que en su campo laboral han tenido la oportunidad de adiestrar a quienes se inician en la profesión utilizan técnicas mucho más innovadoras y efectivas que una vez que ingresan como docentes formales en alguna institución. Este es el síndrome del Dr. Jeckyll & Mr Hyde: Un docente que antes de serlo es flexible, creativo y hasta más eficiente. Para ello nada mejor que plantearse y replantearse las premisas de evaluar tanto los procedimientos, la metodología y las actividades docentes a  la luz tanto del desempeño profesional en la realidad como de la lógica y el sentido común.

¿Para qué está la escuela? Otro paradigma que requiere ser revisado a la luz de los cambios comentados es el de la escuela. A la pregunta ¿para qué esta la escuela?, las respuestas “tradicionales” van desde que está para la formación de profesionistas hasta el hecho de cumplir con una función social educativa. Pero un análisis más profundo y realista presenta a la escuela como un centro muy complejo de relaciones interpersonales que van más allá de las concepciones formalistas. La escuela es un área donde lo mismo se forman profesionistas que relaciones humanas, un lugar donde se va aprovechar el tiempo, lo mismo que a pasar el tiempo, un lugar que genera personas mejores lo mismo que deja a las personas igual. Ya en otras ocasiones hemos señalado que las personas en la actualidad buscan ser las arquitectas de su propio destino, esto solo se logra dándole a cada una la responsabilidad de su vida bajo guías mínimas de relación. Una escuela con muchas reglas y políticas restrictivas de la libertad personal en aras de los logros u objetivos institucionales o sociales no estará forjando gente responsable, solo gente pasiva, expectante de las reglas de conducta para cumplirlas sin un sentido de trascendencia como tales. Las concepciones acerca de la escuela tanto del docente como del alumno difieren grandemente, no siendo ninguna la poseedora indiscutible de la verdad, sino siendo más bien parte de la percepción personal de la realidad.

La escuela como centro de desarrollo humano debe compensar tanto el aspecto profesional como el aspecto personal con reglas mínimas que tiendan más bien a proteger los derechos de los demás, pero hagan responsable al alumno de su proceso de aprendizaje, a sus tiempos, y dependiendo de sus intereses. Es así que el binomio libertad-responsabilidad debe ser manejado con sumo cuidado para que el docente no tome sobre sí las responsabilidades de los alumnos (como el llegar temprano o hacer las tareas), más sin embargo sí desempeñar su papel de validador del desarrollo de las competencias profesionales. Cada alumno tiene intereses diferentes, estilos de aprendizaje diferentes y tiempos de desarrollo diferentes, la escuela y el docente lo más que pueden hacer es el proporcionar los elementos idóneos donde el alumno desarrolle las competencias que requiere para su desempeño profesional y actuar como validadores de los resultados del proceso, pero es el alumno quien decide cuándo y cuánto participar en el mismo, haciéndose responsable de los resultados que obtenga.

La danza Maestro-Alumno. Otro punto que se debe considerar es la relación maestro-alumno. Hasta el paradigma anterior el maestro era el que decidía qué se iba a hacer y el que otorgaba calificaciones en función de la respuesta de los alumnos a los criterios por él establecido, por su parte el alumno desempeñaba un papel pasivo-reactivo donde no había convencimiento en lo que se hacía salvo por el hecho de que si no se hacía no se obtenía la aprobación del maestro. En el nuevo paradigma el maestro debe ser capaz de bajar de su pedestal y de correr los riesgos de una evaluación centrada en el estudiante y en los resultados. El proceso ya no puede girar en lo que hizo o dejó de hacer el maestro o en si cumplió o no los programas o las reglas, sino en si el alumno desarrolló las competencias que requiere. Para ello los cambios en la relación deben ser consecuentes con las actitudes y valores que se desean formar.

El docente debe ser capaz de dejar su pequeño poder para ingresar en un área de servicio; debe considerar al alumno como una persona capaz, libre y dueña de su destino y no como alguien que debe hablar cuando aquel se lo diga y callar cuando se le señale. La relación maestro-alumno debe darse entre iguales, siendo uno de ellos el más experimentado para proponer los medios para el desarrollo de las competencias, pero sin llegar a ser el que coarte la acción y el proceso personalísimo del otro. Para ello el docente requiere hacer una reingeniería donde evalúe cada actividad que realiza, así como cada paradigma que tenga del proceso, a la luz de los cambios que caracterizan lo mismo al mundo globalizado actual y la era de la información, como a los nuevos perfiles que han comenzado a desarrollar tanto las profesiones como las personas.

Educación, ¿con qué se come? Por último, en el nuevo paradigma la educación adquiere también un nuevo significado. Ya no es la simple transmisión de conocimientos o el simple desarrollo de una forma de hacer las cosas, ahora conlleva el forjar individuos capaces de aprender por sí mismos, de desarrollar nuevas formas de pensamiento, de romper con esquemas a la vez que se proponen otros y de trascender en todos los ámbitos de su vida. La educación pasa a ser un proceso de libertad para experimentar y de respeto al aprendizaje. La educación se convierte en un área de interacción humana donde si bien cada quien tiene sus ideas, valores y ritmos, el fin común viene siendo el desarrollo de las competencias profesionales necesarias para el desempeño laboral.  Tal y como se estableció anteriormente, en este nuevo paradigma la educación se vuelve flexible, riesgosa, propositiva, creativa, holística y trascendental; se transforma en algo más difícil, pero a la vez más enriquecedor. Difícil para el maestro porque tiene que desprenderse de esa aura de “yo-se-como-debe-hacerse-todo” y de su pequeño poder en aras de una libertad creciente en el alumno, y difícil para el alumno ya que tiene que hacerse cargo de su vida y desarrollar esa responsabilidad ante las decisiones que tome; pero a la vez más enriquecedor porque todos los actores participantes desarrollan sus potencialidades, se equivocan,  aprenden, se tratan como personas, y adquieren las cualidades requeridas en el mundo globalizado actual de la era de la información.

Los nuevos retos educativos y las nuevas definiciones laborales que nos ha traído la globalización y la era de la información de generar individuos flexibles de pensamiento, proactivos, críticos, creativos y eficientes, así como las necesidades personales de autorrealización, sentirse bien consigo mismos, trascender, o ser dueños y arquitectos de su propio destino, hacen imperante una redefinición de los paradigmas que rigen la forma de pensar y hacer para ajustar ambas exigencias y  responder consensuadamente a ellas.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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