Hablando del valor de la rendición de
cuentas, comentábamos en el artículo anterior que la misma es el referente por
el cual un funcionario, un empresario, un político es evaluado durante su
gestión al comparar los resultados obtenidos contra los resultados esperados.
Cualquier autoridad, sea del nivel que sea, debe estar dispuesto a responder de
sus actos y cuidar no solo el alcanzar las metas que se han establecido, sino
alcanzarlas dentro de un ambiente de respeto, orden y legalidad. La rendición
de cuentas es la manera es que se evalúan los dichos, es la manera tangible en
que la capacidad de alguien es medida, y es el termómetro final al que
confiadamente debe someterse quien de manera correcta hace las cosas
Continuando
con nuestra serie dedicada a los valores docentes, en este último artículo
hablaremos del valor de la transparencia.
La transparencia no es un acto de
buena voluntad del funcionario sino una obligación mínima que debe mostrar
durante su gestión ya que los recursos que administra no le pertenecen y su
ejercicio debe soportar la prueba del escrutinio público para asegurar que su
aplicación no responde a filias o fobias personales sino a un sentido de
responsabilidad institucional. En la actualidad se ha avanzado mucho en este
punto, pero hace falta avanzar más. Simulaciones para mantener información
oculta de la sociedad a través de reservas o confidencialidades solo son
entendibles en las personas o en aquellos que temen que sus fechorías salgan a
la luz.
Cuando hablamos de transparencia
hablamos que todos se den cuenta de lo que uno hace, claro que uno puede
escudarse en que no hay norma que obligue a transparentar tal o cual proceso,
pero solo estará evidenciando un miedo o una complicidad, por otra parte cuando
sin que exista una norma coercitiva para la transparencia, ésta es promovida,
estamos hablando de un compromiso más allá de lo legal y normativo, es decir,
en el ámbito de lo ético y lo moral. Lo anterior se vuelve doblemente
obligatorio (y doblemente meritorio) cuando hablamos de cosas publicas:
gobierno, educación, liderazgos, todo ello son instancias públicas, no
privadas, no susceptibles de esconderse, públicas, así que sus procesos, sus
negociaciones, sus discusiones y sus resultados deben ser públicos, ¿de qué
otra forma podremos sino evaluar a quien está al frente de esos procesos?
En la actualidad hemos avanzado
bastante, antes no existía propiamente un derecho que el ciudadano pudiera
ejercer para tener acceso a la información, hoy esto es un derecho
constitucional.
El maestro puede hacer mucho primero,
educando a los alumnos respecto de este derecho y más aún, de los postulados
que permitieron su aplicación práctica normativa; y en segundo lugar, enseñando
la manera de ejercitar el derecho para saber quién, como, con qué y para qué.
La transparencia busca hacernos a
todos corresponsables de los desempeños pues unos operan, pero otros (o más
bien todos) vigilan (o más bien vigilamos). De la misma forma la transparencia
permite el reconocimiento al desempeño y el establecimiento de
responsabilidades a quienes incurran en irregularidades.
En una ocasión, en una diferencia de
criterios, un académico (así es, increíblemente un académico), me contra
argumentaba que no era bueno que las cosas malas (sobre todo de una
universidad) se hicieran públicas (¡aunque la universidad fuera pública!) pues
a nadie beneficiaba el escándalo. Yo lo único que pude decirle es que si le
molestaba tanto el ruido que se hacía al saberse cosas irregulares, debía
buscar que los responsables pagaran, no quien había hecho públicas las
irregularidades.
Tristemente siguen existiendo personas
(e increíblemente académicos ¡quienes forman las futuras generaciones!) que con
frases como "la ropa sucia se lava en casa" o "el que esté libre
de pecado que tire la primera piedra", busca que siga existiendo un
sistema de opacidad donde impere la simulación y donde lo mismo lo bueno que lo
malo no sea conocidos. Generalmente quien piensa así o tiene cola que le pise o
tiene amigos nada honestos.
El verdadero docente ve la
transparencia como un gran logro en la historia humana, con un derecho
fundamental de las personas, y como una herramienta para la mejora social.
El verdadero docente, en toda la
extensión de la palabra y considerando al docente como ese qué mediante la
formación humana crea un mejor futuro, el verdadero docente no le teme a la
transparencia sino que al contario, la promueve, la fomenta, la alienta, ya que
ve en ella los beneficios de un sistema donde todos somos iguales y nadie es
más como para no mostrar lo que hace y nadie es menos como para no exigir se le
informe.
Con este artículo
terminamos la serie de seis que hace tiempo iniciamos y como señalamos en el
artículo que inicio todo, "Educar para Trascender", el docente debe
ante todo reflejar en su persona y en su institución los mejores valores que
desea ver reflejado en la sociedad: fortaleza, orden, y responsabilidad. Debe
constantemente buscar crear una sociedad que fomente y permita el debate y el
libre intercambio de las ideas, una sociedad que respete y promueva la justicia
y la legalidad, una sociedad que reconozca el buen desempeño y se exija cada
día más. Dicho de otra forma, una sociedad sustentada en la transparencia, el
consenso, la inclusión, el compromiso, la rendición de cuentas y la cordialidad
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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