Hablando del valor del consenso,
comentábamos en el artículo anterior que el consenso es la plataforma que
garantiza la viabilidad de los acuerdos ya que incorpora la mayoría de las
pensamientos y voluntades expresados a través de la conciliación de diferentes
posturas tomando como referente el bien común. Al mismo tiempo es el termómetro
que permite evaluar la capacidad de quienes están al frente de actuar no solo
como autoridad sino como líderes de opinión. En ese sentido hay que tener muy
en claro que el consenso solo puede darse entre diversas posturas legales,
éticas y morales, no puede buscarse consenso entre posturas que violenten
algunas de las normas anteriores pues se estaría no ante un consenso sino ante
una claudicación personal y social. En esta ocasión hablaremos sobre el valor
de la cordialidad.
La cordialidad
impone una doble exigencia para cualquier autoridad pues implica no solo lograr
los objetivos y metas establecidos sino hacerlo de la mejor manera. La
consideración, la atención, la cortesía, la tolerancia y el respeto marcan y
determinan una congruencia ética y moral en el actuar definiendo a quien los
vive no solo como autoridad sino como persona en toda su extensión. Ahora bien,
esta cordialidad no implica solapamiento o complicidad, el querer "llevar
la fiesta en paz" nos ha llevado a niveles de corrupción donde se ha
privilegiado más el ser una buena persona que una persona honesta y capaz.
Cordialidad sí, pero no a costa de la justicia y la legalidad.
Consideración. La consideración,
como parte de la cordialidad, implica la empatía necesaria para entender al
otro. Es ese esfuerzo por comprender las circunstancias que llevan a un pensar
o actuar diferente para que, a partir de ahí, buscar las coincidencias que
permitan llegar a los consensos. Consideración no significa concesión, el otro
puede no tener toda la razón, pero entendiendo sus razones podemos llegar a
acuerdos de beneficio mutuo.
Atención. La
atención es base de las relaciones y por ende de la comunicación, es más que
una cortesía con el interlocutor: es una necesidad para llevar a cabo el
intercambio de ideas. Ahora bien, la atención debe ser recíproca, el otro en su
momento también debe atender nuestros argumentos, de otra forma estaremos en un
trabajo infructuoso donde más bien el otro espera ser atendido con la finalidad
de que sus pensamientos sean aceptados.
Cortesía. La
cortesía es necesaria, sobre todo cuando estamos ante posturas divergentes, con
la finalidad de conducir el intercambio de ideas por caminos que permitan el
consenso. El no levantar la voz, el no criticar agrestemente, el no
descalificar a priori, es necesario pues de otra forma la parte sensible de la
persona se siente atacada y la reacción natural es la defensa. La cortesía no
significa ceder y aceptar, puede uno señalar firme pero cortésmente su
desacuerdo e incluso mostrar los argumentos y evidencias para ello.
Tolerancia. La
tolerancia implica apertura mental ante las diferencias sociales que como
personas presentamos. Aceptemos una realidad: somos diferentes, y no solo
físicamente sino mental, emocional e incluso espiritualmente hablando. La base
de la sociedad es precisamente esa tolerancia que nos permite a los diferentes,
vivir como iguales: iguales en derechos, iguales en oportunidades, iguales en
dignidad. Ahora bien, tolerancia no es sinónimo de claudicación ante lo
incorrecto, al contrario, implica que somos capaces de establecer bases comunes
mínimas para la relación y a partir de ahí las diferencias son dables e incluso
deseables.
A veces uno tiene
la idea que cordialidad es "llevar la fiesta en paz", no exigir, ni
pelear, ni señalar, ni proponer. Esa actitud más que mediocre es indigna de una
persona pues por naturaleza misma estamos hechos para buscar ser cada vez mejores
no cada vez peores. Si algo está mal es una obligación social, legal, ética y
moral señalarlo, con consideración, atención, cortesía y tolerancia pero
también con firmeza, con carácter, con valor.
El docente debe ser
capaz de expresar en su decir y en su actuar esa firmeza, ese carácter, ese
valor, pero también esa consideración, atención, cortesía y tolerancia; y de la
misma forma debe tratar de inculcar en sus alumnos el valor de la cordialidad
considerando que el único camino para ello es el dialogo objetivo sobre hechos
para llegar a conclusiones correctas aplicables a la generalidad.
Nuestra primera
obligación de cordialidad es ante nosotros mismos y la sociedad y solo puede
haber cordialidad en una sociedad legal, ética y moral. Parámetros de referencia,
como los que hemos señalado, existen, también las diferencias en su
interpretación y aplicación se dan, por ello, con base en argumentos y
evidencias se vislumbra quien tiene razón tomando como referencia el bien
común.
En el siguiente
artículo hablaremos del valor de la inclusión.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/2obN0nRkaxU
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