Cuando de educación hablamos, sobre todo de
educación universitaria, una exigencia actual de la misma es el nivel académico
que tenga su planta docente ya que la lógica elemental señala que el último
grado académico que haya alcanzado un docente puede servir de referente tanto
para la calidad de los trabajos que realice como parte de sus labores en la
universidad como para promover el incremento del grado académico entre sus
alumnos, estos dos aspectos fomentan el capital intelectual no solo de las
instituciones sino también de la sociedad.
En un artículo anterior señalábamos que un
indicador de capacidad académica tiene que ver con el nivel académico adquirido
por los docentes, considerando que si se cuenta con un posgrado se tiene una
expectativa de desempeño, al menos académicamente hablando, de mayor
especialización.
Es por ello que durante muchos años la
orientación principal del posgrado ha sido la formación de profesores, siendo
esta tendencia sobre todo a partir de la década de los noventas. El Programa
Nacional de Superación del Personal Académico (SUPERA) y el Programa de Desarrollo
del Profesorado (PRODEP) se encargaron de promover en la década de los años
noventa la elevación de las calificaciones del profesorado de licenciatura.
Según datos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de
Educación Superior, en la actualidad, cerca de la cuarta parte del personal
docente cuenta con algún tipo de formación de posgrado: el 6% tiene título de
especialista como nivel máximo de estudios, el 15% de maestría y el tres por
ciento de doctorado, si bien esta tendencia va a la alza aún hay mucho por
hacer.
En este sentido hay que señalar que no se
trata solo de tener por tener un posgrado sino que necesariamente el posgrado
debe ser pertinente, es decir, en el área de conocimiento donde se desempeñe el
docente. En una ocasión platicando con un profesionista cuya formación es en
economía, me comentaba que su interés era entrar en la planta docente
universitaria y que para ello estaba pensando que, como ya tenía una
licenciatura en economía, completar su perfil para la planta docente estudiando
un posgrado en el área de la docencia. Mi comentario fue completa y totalmente
en sentido contrario, es decir, que si quería entrar a una universidad como
profesor que mejor consiguiera un posgrado en su disciplina y para ello le
argumenté dos cosas: la primera tenía que ver que contrariamente a lo que él
creía, perdería especialización pues tendría una licenciatura en economía y un
posgrado en educación, siendo que no se especializaría en ninguno de los dos
(de hecho Promep comparte este criterio); la segunda tenía que ver que las
deficiencias (si es que podemos llamarlas así) docentes podían ser subsanadas
de manera práctica con el cúmulo de cursos que cada año las universidades dan a
su planta docente precisamente con ese fin.
Siguiendo con el razonamiento anterior, el
grado ideal para esta cuestión de la formación académica de un docente es el de
doctorado (aunque el mínimo aceptable el de maestría), esto por la simple y
sencilla razón del reconocimiento dado actualmente a la necesidad de innovar,
de crear, de investigar, siendo requisito ineludible para ello el contar no
solo con conocimientos especializados sino con el bagaje metodológico para la
investigación que trae aparejado el contar con un posgrado sobre todo a nivel
doctorado.
Por último, y esto es muy interesante, el
grado sea de maestría o de doctorado debe tener validez y reconocimiento pues,
como comentábamos en un artículo anterior,
esta misma exigencia (de contar con un posgrado) ha generado un mercado
de venta de títulos sin validez por parte de empresas sin escrúpulos y de
compra y ostentación de los mismos por parte de docentes sin valores ni ética,
y peor aún, en algunos casos, con la connivencia de la universidad en la que
están insertos.
Un posgrado para los docentes significa
incrementar sus habilidades para realizar sus funciones de docencia,
investigación y extensión; para una universidad implica incidencia favorable en
el indicador de capacidad académica; y para la sociedad implica el contar con
docentes altamente calificados que a través de la academia generen
profesionistas de igual manera altamente calificados y generen y apliquen de
manera innovadora el conocimiento.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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