En
el artículo anterior vimos cómo es que la capacidad académica se refiere a los
recursos humanos con que cuenta una universidad y cuyos indicadores nos hablan
del nivel de desarrollo, compromiso y productividad, pero de la misma forma se
requieren programas educativos reconocidos y acreditados, esto lo abordaremos
en la presente entrega que se refiere precisamente a la competitividad
académica.
La
competitividad académica está referida principalmente a la calidad de los
programas educativos con que cuenta una universidad, en ese sentido como tal,
la competitividad académica complementa a la capacidad académica ya que no solo
se trata de tener personal con altos niveles de desarrollo, compromiso y
productividad sino que la interacción del proceso educativo sustentada en los
programas educativos sea un reflejo de esto.
La
acreditación de los programas educativos se basa en la premisa de que los
programas educativos garanticen estándares de calidad que permitan inferir que
la formación recibida es del nivel requerido, para ello se analizan diferentes
variables como infraestructura, personal académico, productividad académica,
procesos académicos y administrativos, etc.
Para
ello se han creado organismos certificadores que avalan la calidad de los
procesos formativos en las universidades. En México existen 26 organismos
no gubernamentales, especializados y
facultados para acreditar la calidad de los programas académicos que se
imparten en las instituciones de educación superior en sus diferentes disciplinas,
como por ejemplo el Consejo de Acreditación
en la Enseñanza de la Contaduría y Administración, A.C. (CACECA), el Consejo de
Acreditación de la Enseñanza de la Ingeniería, A.C. (CACEI), el Consejo
Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología (CNEIP) o el Consejo
Nacional de Educación de la Medicina Veterinaria y Zootecnia (CONEVET) entre
otros.
La
competitividad académica, por lo tanto, hace las inferencias contenidas en los
siguientes análisis: Porcentaje de programas educativos (PE) evaluables de
buena calidad, porcentaje de matrícula atendida en PE evaluables de buena
calidad, porcentaje de estudiantes que
reciben tutoría, tasa de egreso por cohorte, tasa de titulación por cohorte,
índice de satisfacción de empleadores e índice de satisfacción de egresados.
Porcentaje
de PE evaluables de buena calidad. Cuando un programa no es de nueva creación y
cuando existe un organismo que lo pueda acreditar, este indicador señala
precisamente la proporción que existe entre los programas educativos
susceptibles de ser evaluados y aquellos que ya han sido acreditados.
Porcentaje
de matrícula atendida en PE evaluables de buena calidad. Este indicador va de
la mano con el anterior y parte del supuesto que, a menos que todos los
programas educativos de una universidad estén acreditados, es necesario conocer
la proporción de alumnos que estudian en programas acreditados. Ya que no es lo
mismo señalar, por ejemplo, que una universidad cuenta con un 90% de sus
programas educativos acreditados pero que el 20, 30 o 40% de sus alumnos
estudian en ese 10% de programas que no están acreditados.
Porcentaje
de estudiantes que reciben tutoría. La tutoría implica un acompañamiento del
estudiante durante su proceso formativo. Este indicador muestra la proporción
de estudiantes que reciben ese acompañamiento.
Tasa
de egreso por cohorte. Este indicador nos señala cuantos de los alumnos que
ingresan generacionalmente egresan en tiempo y forma. Un mal indicador cuando
las tasas están muy bajas ya que implica que hay rezago en cuanto al egreso con
lo cual no se cierra el ciclo formativo.
Tasa
de titulación por cohorte. Una cosa es egresar y otra titularse. El egreso no
formaliza la acreditación de grados por lo que es necesaria la titulación para
tal efecto, cuando este indicador esta bajo implica que los procesos no generan
profesionistas que legalmente puedan ostentarse como tales, y ya que el proceso
universitario tiende a esto es una falla considerable.
Índice
de satisfacción de empleadores. Finalmente todo lo anterior (incluyendo la
capacidad académica), está en función de formar profesionistas con los
conocimientos, habilidades, actitudes y valores para desempeñarse con éxito en
el mundo actual, esto último lo señalan finalmente los empleadores por lo que
este indicador señala el nivel en el cual se cumple la función primordial del
proceso formativo. Como se señalo en una ocasión en otro artículo, si la
universidad es juez y parte en la evaluación de este proceso (es decir, si ella
misma es la que evalúa este indicador), no hay garantía de objetividad en sus
resultados.
Índice
de satisfacción de egresados. No menos importante es la opinión que los
egresados puedan tener del proceso formativo, después de ello, ellos son
quienes lo viven, de ahí que este indicador puede dar pautas de mejora continua
del proceso mismo.
Como
vimos en este artículo, la calidad de los programas educativos es parte de una
búsqueda constante para garantizar la formación del profesionista, su inserción
exitosa en el mundo globalizado actual y
la detección de áreas de oportunidad para la mejora de los procesos
formativos. En la siguiente y última entrega abordaremos el tema de la
innovación académica.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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