viernes, 14 de octubre de 2016

Capacidad, Competitividad e Innovación Académica 2 de 3


En el artículo anterior vimos cómo es que la capacidad académica se refiere a los recursos humanos con que cuenta una universidad y cuyos indicadores nos hablan del nivel de desarrollo, compromiso y productividad, pero de la misma forma se requieren programas educativos reconocidos y acreditados, esto lo abordaremos en la presente entrega que se refiere precisamente a la competitividad académica.

La competitividad académica está referida principalmente a la calidad de los programas educativos con que cuenta una universidad, en ese sentido como tal, la competitividad académica complementa a la capacidad académica ya que no solo se trata de tener personal con altos niveles de desarrollo, compromiso y productividad sino que la interacción del proceso educativo sustentada en los programas educativos sea un reflejo de esto.

La acreditación de los programas educativos se basa en la premisa de que los programas educativos garanticen estándares de calidad que permitan inferir que la formación recibida es del nivel requerido, para ello se analizan diferentes variables como infraestructura, personal académico, productividad académica, procesos académicos y administrativos, etc.

Para ello se han creado organismos certificadores que avalan la calidad de los procesos formativos en las universidades. En México existen 26 organismos no  gubernamentales, especializados y facultados para acreditar la calidad de los programas académicos que se imparten en las instituciones de educación superior en sus diferentes disciplinas, como por ejemplo el  Consejo de Acreditación en la Enseñanza de la Contaduría y Administración, A.C. (CACECA), el Consejo de Acreditación de la Enseñanza de la Ingeniería, A.C. (CACEI), el Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología (CNEIP) o el Consejo Nacional de Educación de la Medicina Veterinaria y Zootecnia (CONEVET) entre otros.

La competitividad académica, por lo tanto, hace las inferencias contenidas en los siguientes análisis: Porcentaje de programas educativos (PE) evaluables de buena calidad, porcentaje de matrícula atendida en PE evaluables de buena calidad,  porcentaje de estudiantes que reciben tutoría, tasa de egreso por cohorte, tasa de titulación por cohorte, índice de satisfacción de empleadores e índice de satisfacción de egresados.

Porcentaje de PE evaluables de buena calidad. Cuando un programa no es de nueva creación y cuando existe un organismo que lo pueda acreditar, este indicador señala precisamente la proporción que existe entre los programas educativos susceptibles de ser evaluados y aquellos que ya han sido acreditados.

Porcentaje de matrícula atendida en PE evaluables de buena calidad. Este indicador va de la mano con el anterior y parte del supuesto que, a menos que todos los programas educativos de una universidad estén acreditados, es necesario conocer la proporción de alumnos que estudian en programas acreditados. Ya que no es lo mismo señalar, por ejemplo, que una universidad cuenta con un 90% de sus programas educativos acreditados pero que el 20, 30 o 40% de sus alumnos estudian en ese 10% de programas que no están acreditados.

Porcentaje de estudiantes que reciben tutoría. La tutoría implica un acompañamiento del estudiante durante su proceso formativo. Este indicador muestra la proporción de estudiantes que reciben ese acompañamiento.

Tasa de egreso por cohorte. Este indicador nos señala cuantos de los alumnos que ingresan generacionalmente egresan en tiempo y forma. Un mal indicador cuando las tasas están muy bajas ya que implica que hay rezago en cuanto al egreso con lo cual no se cierra el ciclo formativo.

Tasa de titulación por cohorte. Una cosa es egresar y otra titularse. El egreso no formaliza la acreditación de grados por lo que es necesaria la titulación para tal efecto, cuando este indicador esta bajo implica que los procesos no generan profesionistas que legalmente puedan ostentarse como tales, y ya que el proceso universitario tiende a esto es una falla considerable.

Índice de satisfacción de empleadores. Finalmente todo lo anterior (incluyendo la capacidad académica), está en función de formar profesionistas con los conocimientos, habilidades, actitudes y valores para desempeñarse con éxito en el mundo actual, esto último lo señalan finalmente los empleadores por lo que este indicador señala el nivel en el cual se cumple la función primordial del proceso formativo. Como se señalo en una ocasión en otro artículo, si la universidad es juez y parte en la evaluación de este proceso (es decir, si ella misma es la que evalúa este indicador), no hay garantía de objetividad en sus resultados.

Índice de satisfacción de egresados. No menos importante es la opinión que los egresados puedan tener del proceso formativo, después de ello, ellos son quienes lo viven, de ahí que este indicador puede dar pautas de mejora continua del proceso mismo.

Como vimos en este artículo, la calidad de los programas educativos es parte de una búsqueda constante para garantizar la formación del profesionista, su inserción exitosa en el mundo globalizado actual y  la detección de áreas de oportunidad para la mejora de los procesos formativos. En la siguiente y última entrega abordaremos el tema de la innovación académica.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/thNCorZA6Ds

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