viernes, 25 de noviembre de 2016

Docencia universitaria: vocación, experiencia y conocimiento.


La labor docente no solo tiene un carácter noble cuando responde a una vocación, sino eminentemente práctico cuando quien la desempeña tiene el conocimiento y la experiencia que le permiten formar y forjar a los futuros profesionistas.

Lo he comentado en otras ocasiones, ser docente no es una tarea fácil en el sentido práctico de los resultados inmediatos, es una labor trascendente que requiere de vocación y donde los resultados tardan años, en ocasiones muchos años, en ser palpables.

Pero independientemente de ello, quienes tienen esa vocación, buscan en todo momento y ante toda circunstancia, el dar lo mejor de sí para la formación de los futuros profesionistas, desafortunadamente, como dice el dicho, “nadie da lo que no tiene”, por lo que el docente universitario debe conjugar, aparte de la necesaria vocación, la experiencia y el conocimiento.

Todo mundo en determinado momento puede aprender cómo hacer algo, aprender en teoría, lo interesante (y la prueba de fuego para la teoría), es cuando ésta se pone en práctica, de la misma forma la prueba de fuego para el docente universitario es cuando éste incorpora la experiencia con su formación.

Un consejo (malicioso por cierto por que busca destantear –y en algunos casos ubicar- al maestro universitario), que doy a mis alumnos, que es bien sencillo y a la vez práctico es el siguiente: cuando la siguiente vez el maestro esté diciendo como hacer tal o cual cosa simplemente pregúntenle “y usted maestro, ¿en qué negocio o ejercicio profesional suyo ha aplicado esto?” Obvio que el maestro “de librito” no sabrá que responder, pero es algo por demás básico que quien enseña sepa un poco de la práctica de lo que está enseñando, sino ¿qué es lo que trasmite?


Pero la experiencia es una parte necesaria del maestro universitario, una parte indispensable de quien se planta frente a un grupo para decirles “como deben hacerse las cosas”, la otra parte es la formación, es decir, que el docente tenga en su haber estudios que le permitan comprender el por qué y para qué de las cosas.

Creo que a estas alturas, cuando nuestra sociedad requiere de soluciones a los graves problemas que enfrenta, cuando nuestras comunidades buscan maneras innovadoras de salir adelante, cuando todos nosotros volteamos para ver quién puede darnos respuestas, creo que no es posible que formando a los futuros profesionistas se encuentre gente que en su vida han aplicado lo que están buscando trasmitir (sin experiencia en los temas que expone, pues) y que no tengan la mínima habilitación formativa para las materias que imparte.

Pero de la misma forma, y para cerrar con la idea con que se abrió el presente artículo, que el docente no solo enseñe, sino que viva la docencia, que transcienda el salón de clases, que construya puentes entre el presente y el futuro y que lleve al futuro profesionistas más allá de sus propias limitaciones en muchas ocasiones auto impuestas, y todo esto se logra solamente cuando el docente tiene vocación.

Un maestro, un verdadero maestro, es aquel que conjuga en su persona experiencia que moral y técnicamente lo faculta para instruir, formación académica que lo habilita para trasmitir de manera exitosas el conocimiento, y una vocación que le permite dar todo de sí con la visión que lo que el siembre le servirá para trascender incluso cuando se haya ido.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/vdc_8HLig6s

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viernes, 18 de noviembre de 2016

Pizarrón negro... pizarrón blanco...


La evolución del ser humano y de la sociedad en general, ha adquirido en las últimas décadas un dinamismo en cuanto a la velocidad con que los cambios se suscitan, estos cambios han permeado también las forma de ejercer la docencia, enfrentándola a retos que nunca antes había conocido.

Hasta hace poco la formación profesional de los individuos era relativamente estable: unos años en la universidad y después a ejercer la profesión para toda la vida con pocas (sino es que nulas) actualizaciones profesionales. Ahora la misma formación enfrenta grandes retos para lograr transmitir los conocimientos, las habilidades, las actitudes y los valores para desempeñar una profesión, lo cual no termina con la obtención de título pues los cambios obligan a actualizaciones constantes para mantenerse al día.

El famoso pizarrón negro, donde el docente dejaba la tiza en ideas, esquemas y ejercicios, ha cedido su paso al pizarrón blanco (o más bien pintarrón), donde ahora con plumones el docente busca ejercer su vocación formativa. Pero hay algo que ha quedado y permanecido: la necesidad de formar cada vez no solo mejores profesionistas sino mejores individuos.

De nada sirve, absolutamente de nada, el tener los mejores adelantos tecnológicos, los mejores materiales didácticos, los mejores procesos formativos e incluso los mejores profesores sino todo no va enfocado a formar mejores individuos, ¿por qué?, pues simple y sencillamente porque el individuo es la base de la  sociedad y un individuo corrupto, antiético, o simplemente sin valores, socavará las bases mismas de la comunidad.

¿Y cómo eso intangible que son los valores, la ética, la honestidad puede transmitirse? Ahí está el meollo, pues en esto hay una conjunción de la familia, la sociedad y los procesos formativos. Familia y sociedad son fuente y destino del comportamiento individual, tienen sus propias responsabilidades, desempeñan sus propios roles, pero en la cuestión de los procesos formativos, sobre todo de los procesos universitarios, son tres factores los que deben cuidarse: profesores competentes (capaces, con experiencia, con formación), profesores éticos (legales, normativos, profesionales); profesores trascendentes (que vayan más allá de su compromiso y busquen a través de sus alumnos crear un mejor futuro para todos).

Lo anterior requiere algo muy sencillo pero a la vez sumamente valioso: vocación. La vocación hace que el docente, aún y cuando cómodamente puede esperar a que llegue el cheque que tiene ya para sí, busca afanosamente ser mejor y hacer mejor como si de su desempeño dependiera la retribución económica. La vocación hace que el área de confort nunca sea aceptada por el docente y que busque constantemente la perfección en lo que hace con el riesgo que esto implica. La vocación permite al docente enriquecer de manera intangible pero notoria, visible y  perceptible no solo su propia actividad sino la vida misma de los alumnos que está formando.

El pizarrón negro ha cedido ante el pizarrón blanco,  la manera tradicional de enseñar ha cambiado a una nueva forma de propiciar el aprender, la tiza ha sido cambiada por el apuntador laser, pero la necesidad de la sociedad de contar con cada vez mejores individuos sigue de manera permanente, tal vez como nunca antes, y aquí el docente, como guerrero y sembrador, labra con cariño, con tesón y más que eso, con vocación, los campos de la comunidad donde los futuros profesionistas florecerán y darán fruto.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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viernes, 11 de noviembre de 2016

Cuerpos académicos


El trabajo del docente, como ya hemos tenido oportunidad de comentar en otras participaciones se ha enfrentado a nuevas exigencias relacionadas con su papel donde la investigación y la difusión han cobrado un papel preponderante equilibrando así sus funciones en las instituciones educativas, de la misma forma, esta nueva dinámica a generado que estas nuevas realidades no sean abordadas de manera individual sino a través de conglomerados académicos afines llamados cuerpos académicos.

Un cuerpo académico es definido como un grupo de profesores de tiempo completo que comparten una o varias Líneas de Generación o Aplicación Innovadora del Conocimiento (investigación o estudio) en temas disciplinares o multidisciplinares y un conjunto de objetivos y metas académicas y que adicionalmente atienden los programas educativos (PE) afines a su especialidad en varios niveles. Si bien un cuerpo académico puede estar en formación (estadio inicial) los estadios de en consolidación o consolidados son los que tienen peso para evaluar la capacidad académica.

Un cuerpo académico estará en consolidación cuando más de la mitad de sus integrantes tiene la máxima habilitación (doctorado) y cuenta con productos de generación y/o aplicación innovadora del conocimiento, una mayoría de sus integrantes tiene reconocimiento del perfil deseable, participan conjuntamente en líneas de generación o aplicación innovadora del conocimiento bien definidas, más de la mitad de quienes lo integran cuentan con amplia experiencia en docencia y en formación de recursos humanos y colaboran con otros CAs.

Un cuerpo académico estará consolidado cuando casi la totalidad de sus integrantes tienen la máxima habilitación académica (doctorado) que los capacita para generar y/o aplicar innovadoramente el conocimiento de manera independiente, sus integrantes cuentan con amplia experiencia en docencia y en formación de recursos humanos, la casi totalidad cuenta con el reconocimiento de perfil deseable por parte de PRODEP, los integrantes tienen un alto compromiso con la institución, sus integrantes colaboran entre si y su producción es evidencia de ello, demuestran una intensa actividad académica manifiesta en congresos, seminarios, mesas y talleres de trabajo, etc. de manera regular y frecuente, tienen una intensa vida colegiada y sostienen una intensa participación en redes de intercambio académico, con sus pares en el país y en el extranjero, así como con organismos e instituciones nacionales y del extranjero.

Lo interesante de estas definiciones es que la misma esta acotada a un nivel de  habilitación académica de sus integrantes, experiencia en docencia y en formación de recursos humanos, reconocimiento de perfil deseable, compromiso institucional, colaboración reflejada en productos relevantes, participación en  congresos, seminarios, mesas y talleres de trabajo, etc. e intensa vida colegiada.

La habilitación académica de sus integrantes es algo que en su momento ya comentamos y que se refiere a la obtención del grado doctoral (al menos por la mayoría de sus miembros), grado doctoral que necesaria y forzosamente debe ser válido y de calidad para en cierta forma garantizar el nivel intelectual y las bases metodológicas para hacer generación y aplicación innovadora del conocimiento.

La experiencia en docencia y en formación de recursos humanos es algo que aunque se da por hecho en el profesor, debe estar referenciado en evaluaciones tanto de sus alumnos como de los empleadores que validen el esfuerzo académico ya que no solo se trata de dar clases sino de que sus alumnos aprendan de manera coherente, relevante y pertinente.

El reconocimiento de perfil deseable, de la cual en una colaboración anterior ya hablamos,  es una constante que debe trabajar todos los días el docente con la finalidad de evidenciar la diversificación de sus actividades (docencia-investigación-extensión) y que a través de esto acceder a reconocimientos que garanticen el equilibrio de sus funciones.

El compromiso institucional es un término que si bien no está definido, puede demostrarse si el docente evidencia que colabora con su universidad más allá de lo que está obligado, lo cual puede hacerse a través de la participación  activa en las cuestiones que definen la vida institucional, por ejemplo liderar eventos, participar en definición de líneas estratégicas de acción, redacción de misiones o visiones, propuestas de áreas o proyectos, etc.

La colaboración reflejada en productos relevantes se refiere a los artículos, ponencias, libros, talleres, patentes, etc. que demuestran no solo la colegialidad de la actividad docente sino también la relevancia de la misma. De aquí se desprende también su participación en congresos, seminarios, mesas y talleres de trabajo, etc. y la capacidad de demostrar esa vida colegiada la cual no está circunscrita única y exclusivamente a su universidad sino enriquecida con la colaboración con pares académicos nacionales e internacionales.

Pero tal vez la parte más importante de todo lo relacionado con los cuerpos académicos es que la sinergia aglutinadora de sus integrantes debe darse de manera natural. Algunas universidades, impelidas por la tendencia académica, han empezado por el techo para luego pretender construir las paredes, es decir, han creado cuerpos académicos buscando luego colocar casi obligadamente a los docentes en ellos. Esto no funciona así. Como toda actividad que implique la colaboración entre personas, debe haber afinidad de caracteres, empatía y simpatía, un sentimiento de cooperación entre sus integrantes.

Los cuerpos académicos son el intento institucional para unir las fortalezas de sus académicos y tratar de compensar las debilidades que pudieran tener, de la misma forma es el pretexto para el intercambio de ideas, para la innovación colegiada, para la participación proactiva y por ende para la mejora personal, colectiva e institucional.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/cQa01cl1gr8

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viernes, 4 de noviembre de 2016

El perfil deseable en el profesorado


La evolución y cambio constante que ha experimentado la sociedad ha redefinido muchas de las actividades de la misma y quienes la desempeñan, no escapando a esta redefinición la labor del docente, específicamente del docente universitario, quien de su tradicional papel de mero instructor ha complementado su labor con la investigación y con la difusión, enriqueciendo así no solo su labor sino la de la institución en la que se encuentra y la de la sociedad a la que se debe.

La labor tradicional del docente estuvo por muchos años definida casi en su totalidad en la labor de enseñar, incluso la función del alumno era secundaria centrándose en un mero receptor del proceso didáctico, es así como las estrategias se centraban en mejorar constantemente el proceso de enseñanza sin tener el referente del provecho de la instrucción evaluando el aprendizaje real y efectivo. La dinámica social y educativa ha generado presiones en la educación que han obligado a redefinir este proceso tradicional reconfigurándolo en esquemas que van desde la dualidad enseñanza-aprendizaje hasta el objetivo final del aprendizaje centrado en el estudiante.

Pero esto no es todo lo que ha cambiado, el docente ahora se ha visto en nuevas exigencias relacionadas con su papel donde la investigación y la difusión han cobrado un papel preponderante equilibrando así sus funciones en las instituciones educativas. En la actualidad el docente universitario se ubica para efecto de sus actividades en líneas de generación y aplicación del conocimiento, siendo la generación relacionada con la investigación y la aplicación con aspectos que van desde la enseñanza hasta la docencia (incluyendo la vinculación en este último punto).

Es así que la idea actual del docente universitario ha evolucionado hasta la de alguien comprometido con la enseñanza, con la investigación y con la difusión del conocimiento. La premisa detrás de todo esto en sencilla: se supone que quien enseña es el más capaz, el mejor preparado, el más inteligente, luego entonces es quién tiene el perfil necesario no solo para enseñar sino para desarrollar nueva y mejores maneras de hacer las cosas, de ahí que también investigue y por ende difunda el conocimiento.

Ahora bien, hay que ser honestos y señalar que no necesariamente todo docente tiene este perfil, pero también hay que reconocer que puede desarrollarlo, es decir, hay docentes que durante años se han dedicado a  enseñar y que nunca han hecho investigación o difusión, pero su misma formación intelectual los capacita para poco a  poco ir desarrollando este perfil, lo raro sería que al contrario, aún con capacitación, con tiempo, con ayuda, el docente tradicional no pudiera realizar investigación relevante o difundir conocimiento de innovación.

¡Ah, que adjetivos tan interesantes estos últimos! Relevancia e innovación, ¿por qué el comentario? Pues por algo muy sencillo, resulta que dadas las nuevas exigencias y ante la incapacidad de algunos docentes de adecuarse a esto, se han desarrollado investigaciones sin relevancia alguna (entendiendo por relevancia que nadie estaría dispuesto a pagar por hacer una investigación como la que algunos docentes realizan) y que la difusión del conocimiento es más que mediocre, tan mediocre que en algunos casos las mismas universidades diseñan foros o publicaciones endógenas para que sus docentes publiquen ante la imposibilidad de estos últimos por acudir a publicaciones imparciales, objetivas o que simplemente tengan estas últimas que evaluar si les conviene (inversión-rendimiento) el publicarle algo al docente.

Pero de la misma forma hay docentes de excelencia que no solo enseñan sino que investigan y difunden el conocimiento y con tal nivel que merecen ser reconocidos. Para esto existen dos programas, uno externo a las universidades que es de la Secretaria de Educación Pública llamado Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep), el cual a través de la participación en las convocatorias Promep y anexando las evidencias para ello puede accederse a lo que se llama “reconocimiento del perfil deseable”. La otra forma  de reconocimiento es interna de cada universidad y se conoce como el programa de Reconocimiento al Desempeño donde cada año el docente concursa con sus evidencias para, dependiendo del nivel que obtenga en tablas de valoración establecidas para ello, pueda acceder a reconocimientos económicos.

En la medida que el profesorado avance hacia esquemas de desempeño de calidad en sus labores de docencia, investigación y difusión podemos esperar que no solo su persona se vea beneficiada sino también los alumnos que forma, la institución en la que labora y la sociedad en la que está inserto y a la que se debe.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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