Si
de algo se jacta nuestra sociedad es de que hemos dejado atrás las creencias
sin sustento para erigirnos como una comunidad de seres pensantes que razonamos
y racionalizamos, pero cuando le evidencia apunta abrumadoramente hacia lo
contrario no podemos menos que darnos cuenta lo poco que hemos avanzado en
ello.
Según
la página la--ilustracion.globered.com, “a lo largo del siglo XVI y siglo XVII Europa se encontraba envuelta en
guerras de religión, cuando la situación política se estabilizo tras la paz de
Westfalia y a la guerra civil de Inglaterra, existía un ambiente de agitación
que tendía a centrar las nociones de fe y misticismo en las revelaciones divinas captadas de forma
individual como la fuente principal de conocimiento y sabiduría. En lugar de
esto la era de la razón trato de establecer una filosofía basada en el axioma y
el absolutismo con las bases para el conocimiento y la estabilidad”.
Si
de algo se jacta el docente universitario es precisamente de esta herencia de
razones y evidencias que conforman el bagaje cultural de nuestra sociedad
actual, incluso los actuales trabajos académicos de investigación aplican el
método científico para allegarse de las evidencias necesarias sobre las cuales
sustentar las opiniones. El supuesto aceptado es que el maestro es el pináculo
de la inteligencia humana, aquel que puede ir más allá de lo aparente y que de
manera ordenada, sin apasionamientos, puede llegar a conclusiones ciertas pues
tiene las evidencias sobre las que fundamenta sus razonamientos. Pero, ¿y
cuando esto no es así?
En
una ocasión me toco escuchar una conversación en una universidad donde había
llegado un correo anónimo el cual forzosamente se le quería adjudicar a un
maestro así nomás por que sí. Curiosamente previo a esto habían sido públicos
un sinfín de documentos que evidenciaban malos manejos por parte de las
autoridades. Lo increíble de esto es la facilidad con que los eminentes
maestros universitarios estaban dispuestos a creer en la autoría impuesta del correo en comento
mientras que con evidencias más que suficientes sobre las irregularidades aún
dudaban de la responsabilidad de las autoridades.
Este
ejemplo es una muestra de cómo a veces con toda la evidencia de por medio no
estamos dispuestos a creer mientras que con un solo rumor, una sola
aseveración, damos por hecho lo que se comenta. Si esto es una actitud no
recomendable en las personas, se vuelve casi inaceptable en el caso del docente
universitario quien debe ser ejemplo de rectitud no solo ética, docente y
profesional, sino sobre todo mental; ejemplo que posteriormente será replicado
en las maneras de pensar, razonar y concluir por sus alumnos, los futuros
profesionistas y miembros de la sociedad.
El
maestro universitario es un ser inquirente por naturaleza, duda de todo, hasta
que poco a poco, allegándose de elementos contundentes, pude emitir una opinión
solida. Una opinión que no necesariamente es inamovible o infalible, pero que
por lo menos honra su inteligencia al llegar a ella a través del razonamiento y
del análisis de evidencias. Argumentos y evidencias, argumentos y evidencias,
argumentos y evidencias, de otra forma querer concluir solo en base a
argumentos es como querer subir una escalera sin flexionar las rodillas.
Desde
el siglo XVII, también conocido como la Era de la Razón, han trascurrido
algunos años, más sin embargo en muchas cuestiones pareciera que seguimos en la
misma tónica de aquel entonces de creer por creer. Pero no estamos condenados a
andar a ciegas ya que la luz de la razón y el fundamento de las evidencias
darán seguridad a nuestro andar hacia el conocimiento y la conciencia.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/x4tmM1Wu3Fc
También puede descargarse gratis el poemario del
mismo autor "Perfectos son tus caminos” -50 poemas en la línea del
pensamiento cristiano-, desde www.rocefi.com.mx (Menú
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