Las
universidades son microcosmos sociales que reflejan los pensamientos y deseos
de toda la comunidad, en este sentido es muy loable la intención de
democratizar sus procesos, lo único que hay que cuidar y tener en mente es que
esta democratización sea un camino de mejora continua y excelencia ejemplar.
Las
universidades, como punto de partida y referente para el desempeño social y
profesional, tiene la obligación de incorporar en sus procesos aquellos valores
que busca ver replicados en la comunidad, uno de estos valores es la capacidad
de decidir de manera consensuada e incluyente lo que es mejor para todos, a
este valor le llamamos democracia.
La
democracia como valor busca incluir las visiones diversas y en algunos casos
divergentes, a través del dialogo y el discernimiento. El supuesto del que
parte es que las gentes tiene capacidad
de razonamiento que les permite evaluar entre diferentes opciones y tiene
valores y compromisos más allá de la inmediatez y de su beneficio que los
impulsará a tomar las mejores decisiones. Si bien esto es un supuesto, yo más
bien diría que es un ideal, y que mientras no se alcance la democratización de
los procesos universitarios no traerá los beneficios esperados.
Suponemos
que un grupo académico (lo mismo aplica a un grupo administrativo) de una
universidad, en cuanto a procesos de decisión democráticos, buscará aquella
opción que sea mejor, que incluso supere sus expectativas y exigencias pues,
por una parte reconocerá capacidades y trayectorias, y por otra se establecerá
un estándar y un liderazgo que lo lleve a ser mejor, pero ¿y cuando esto no esa
sí?
Veamos
aquellos procesos universitarios democráticos y analicemos si en efecto se
escoge al mejor, al más capaz, al más competente, o si por el contrario se
escoge al amigo, al “cuatacho”, al que palmea espaldas, al que saluda a todos,
al que ofrece las perlas de la virgen (como coloquialmente se dice) para que lo
elijan, aunque eso implique abaratar los procesos mismos y ofertar como en un
tianguis las responsabilidades universitarias.
Es
un hecho que el funcionario universitario, sea éste del nivel que sea, está
para cumplir las leyes y reglamentos, no para granjearse el aplauso de los
demás con propuestas populistas y demagógicas que a todos gusten (y por ende a
todos engañen), pero que no exijan ni le exijan.
En
algunas universidades tristemente los procesos democratizadores se han
convertido en una pasarela de popularidad, más que de capacidad, que ha llevado
a quienes desean participar en las responsabilidades de la universidad por
caminos de amiguismo, “buena onda” y camaradería, ya que al final lo que se
evalúa es lo mucho que nos dará el funcionario contra lo poco que nos exigirá
como tal.
Pero
de la misma forma en otras universidades los procesos democratizadores ven más
allá de la inmediatez y la gente entiende que lo que es mejor para la
universidad es mejor para ellos (al revés no siempre funciona) por lo que
eligen a los mejores, a los más capaces, a los mayormente comprometidos con el
quehacer y filosofía universitaria.
La
democratización de los procesos universitarios es un tema de debate, no tanto
por el valor implícito en lo que a democracia concierne, sino en la capacidad
de las gentes que participan en ella de decidir de manera objetiva,
comprometida y trascendente.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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mismo autor "Perfectos son tus caminos” -50 poemas en la línea del
pensamiento cristiano-, desde www.rocefi.com.mx (Menú
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