La educación
superior, al ser parte de la respuesta que busca la sociedad para avanzar,
crecer y consolidarse, está inmersa en el epicentro de los retos sociales,
económicos, culturales y políticos que enfrentan las comunidades. En México la
Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) ha aglutinado los diversos
pensamientos de las universidades y plasmado sus postulados para avanzar de
manera conjunta hacia una visión aglutinadora, en esta ocasión abordaremos lo
relativo a la calidad y la innovación.
La ANUIES, en su obra
La Educación Superior en el Siglo XXI -Líneas estratégicas de desarrollo-
(http://www.anuies.mx/servicios/d_estrategicos/documentos_estrategicos/21/sXXI.pdf),
comenta en su primer postulado orientador que se refiere a Calidad e innovación que “la calidad
deberá concebirse en forma dinámica, como un ideal que nunca se alcanza
plenamente, pero que constituye un punto de referencia permanente que las IES
perseguirán incesantemente en la realización de sus funciones de docencia,
investigación y difusión. La capacidad de innovación incluirá importantes
cambios en las formas de concebir el aprendizaje, en la utilización de métodos
pedagógicos y tecnologías educativas y en la definición de los roles de los
actores fundamentales de la educación superior: los profesores deberán ser
mucho más facilitadores del aprendizaje y tutores; los directivos más académicos
y profesionales; y los alumnos (cada vez más adultos en cursos de posgrado,
educación continua y formación permanente) serán más activos y más responsables
de su proceso formativo”.
Calidad e innovación,
en otras palabras hacer las cosas bien y cada vez mejores. Un reto para nada
minúsculo comparado con lo que exige, necesita y requiere la sociedad al
respecto.
La calidad podemos
definirla y entenderla de muchas maneras, en cuestión de educación superior un
referente son los programas académicos acreditados, los profesores con perfil
deseable y los cuerpos académicos consolidados (temas de los cuales ya hemos
hablado con anterioridad), pero, el gran, importante y último pero es que
finalmente todo se reduce a una cosa: que la educación recibida habilite a los
futuros profesionistas para insertarse eficaz y eficientemente en el mercado
laboral.
Si en una universidad
se reúnen todos los requisitos de lo que se considera calidad en la educación
pero ésta no es relevante, pertinente ni coherente, el egresado se enfrentará a
la frustrante situación de no poder desempeñarse como tal y de haber
desperdiciado su tiempo en lo que considero era una formación exitosa.
Quienes conocemos los
procesos de acreditación sabemos que pueden obtenerse sin que necesariamente
esto garantice la calidad, por ejemplo, pueden tenerse documentados todos los
procesos educativos, pero si la información es totalmente impráctica de nada
sirve. Lo mismo va para profesores con el perfil o cuerpos académicos que a
pesar del nivel obtenido no reúnen el requisito final de la calidad que es el
mencionado anteriormente. Así que finalmente volvemos a la premisa inicial de
que la calidad, aunque genera efectos tangibles, es en sí intangible.
En cuanto a
innovación, es interesante la manera en que los actores adquieren nuevos roles
que en muchos casos rompen los esquemas tradicionales en los que se desempeñan
y se relacionan. Solo es cuestión de ver esas nuevas exigencias en cuanto a
roles para ver todo lo que implican, sobre todo en la gnosis de quienes
participan en el proceso: profesores facilitadores, directivos académicos y profesionales; y
alumnos activos y responsables.
Es decir, la
innovación es el camino, es apenas el medio, para lograr el cambio requerido;
de la misma forma el cambio de roles
implica una co-responsabilidad entre todos los participantes y una alta
congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, pero más aún, entre lo que
se ofrece: en el caso de los maestros ya no solo la capacidad de transmitir el
conocimiento sino de facilitar la adquisición de competencias, en el caso de
los directivos no solo la camaradería y entendimiento sino un elevado nivel de
excelencia en su desempeño como tal, y en el caso del alumno el dinamismo
proactivo para hacerse responsable de su formación y desarrollo profesional.
La calidad e
innovación es parte de la respuesta de las instituciones de educación superior
a los nuevos retos que enfrentan como parte de una sociedad cambiante y cada
vez más exigente, pero no es toda la respuesta, hay otras, en la siguiente
entrega abordaremos la cuestión del segundo postulado que se refiere a la
congruencia con su naturaleza académica.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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• I+D+i • Consultoría
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Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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