Es un hecho que para
poder pensar, pensar libremente, se requiere libertad, esta libertad es la
característica sin la cual no puede darse un avance en la ciencia y en las
artes, de ahí la autonomía de la que han sido dotadas las universidades en su
función y su administración, autonomía que no implica independencia ni mucho
menos estados de exclusión.
La idea de la
necesidad de dar autonomía a la universidad aparece como constante desde
finales del siglo XIX y principios del siglo XX ya que como Manuel Barquin
señala en su trabajo La autonomía universitaria antes y después
de la reforma constitucional de 1979, “desde el punto de vista jurídico,
autonomía universitaria significa la posibilidad que tiene una comunidad de
darse sus propias normas, dentro de un ámbito limitado por una voluntad
superior que para el caso sería la del Estado. Esta capacidad que permite a una
comunidad ordenarse a sí misma implica la delegación de una facultad que
anteriormente se encontraba centralizada en el Estado”.
La idea en sí es
lógica, deseable e incluso defendible, pero de la misma forma requiere de
contrapesos internos y ¿por qué no? externos, para que las universidades no se
vuelvan feudos intocables donde no exista un verdadero actuar responsable. Los
contrapesos internos bien pueden ser instancias y procesos condicionados para
ciertos actuares donde el poder está repartido y donde no impera un solo poder
absoluto, los contrapesos externos son instancias donde puede dirimirse
conflictos que por su alcance requieren de la garantía de objetividad en las
decisiones.
Cuando toco este tema
muchos se rasgan las vestiduras señalando que la autonomía es y debe seguir
siendo completa y totalmente intocable, pero esto no es así. Quienes argumentan
esto lo hace sea por malicia o ignorancia pues la realidad no es esa. La
universidad, con todo y su autonomía, está sujeta a leyes y reglamentos
externos que debe acatar, ejemplo de ello son las leyes fiscales, las
laborales, las de adquisiciones, las de transparencia, etc. La autonomía no
exime a las universidades de lo que el resto de los actores sociales está
obligado, la autonomía le concede ese espacio para la autodeterminación pero no
para la independencia.
Con todo y eso, aún
falta mucho por hacer para crear los contrapesos internos y externos que le de
confianza en los procesos y resultados a todos los actores de los procesos
universitarios e incluso a la misma sociedad. Por ejemplo, imaginemos que un
grupo adquiere el control (mayoría) de ciertas instancias universitarias,
supongamos que las decisiones no solo no se apegan al marco normativo
universitario sino que incluso lo violentan (marco normativo interno, nada que
ver con leyes objetivas externas), ¿quién puede corregir esto? Nadie, ya que la
misma universidad se autorregula en sus procesos internos. Entonces ¿qué
garantiza que en procesos internos las instancias actúen de acuerdo a lo
normado? Práctica (y tristemente) la buena voluntad de las personas que las
integran.
Internamente las
universidades pueden y deben generar sus propias normas pero (el gran pero de
siempre) tener mecanismos (instancias y procesos) que actúen como contrapesos
para garantizar se cumplan las mismas reglas que ellos establezcan. De la misma
forma así como las universidades como entes participan en asociaciones de
universidades, no temer a generar en esas asociaciones instancias de revisión
de procesos (ojo: revisión de procesos para verificar que se cumplió la norma,
no revisión de resultados de ello).
Cuando pienso en esto
un símil que se me viene a la mente es la participación de las naciones (las
cuales no solo son solo autónomas sino independientes) en foros donde pueden
incluso llevarse controversias y no por eso pierden su autonomía o su
independencia pero sí le dan un aval a sus decisiones cuando estas se apegan a
derecho.
La autonomía
universitaria más que un don es una enorme responsabilidad que debe ser
correspondida con un impecable actuar, para ello los contrapesos internos y
externos deben estarse generando, revisando y mejorando para garantizar en todo
momento la excelencia en la aplicación los procesos y sus marcos normativos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/HRuL-VB7u3Y
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