viernes, 21 de julio de 2017

Pensar como académico


Si bien las personas estamos hechas de pensamientos y sentimientos, nuestras decisiones no podemos basarlas en la cuestión visceral o emotiva pues esto acarrearía acciones sin ton ni son, de la misma forma los pensamientos deben refinarse, pulirse, para que los mismos se sustenten siempre en dos bases fundamentales: argumentos y evidencias.

He tenido la fortuna en mi vida de incursionar en el quehacer universitario, en esto he encontrado la máxima expresión de lo que considero y llamo el pensamiento académico, pero quiero aclarar este término. Cuando hablo de pensamiento académico no me refiero a la manera de pensar de los profesores o maestros, sino a ese pensamiento científico (si queremos llamarlo de otra forma) en donde las ideas que se expresan tienen un sustento en lo que señale al principio: argumentos y evidencias.

Todos tenemos opiniones, incluso de lo que no conocemos tenemos opiniones, de hecho me parece que esto es parte de la naturaleza humana, y es válido, por algo tiene uno que empezar, no puede ser como un  lienzo de pintor en blanco que solo se expresará hasta tener todo los elementos para ello, no funcionamos así. Pero de la misma forma no podemos quedarnos en meras opiniones, eso sería rebajar al extremo nuestra condición humana de ente pensante además de que sería en extremo injusto para quien o quienes expresamos un pensamiento sin mayor sustento que nuestra ideación.

Imaginemos el caso de una universidad donde sus funcionarios fuesen señalados en irregularidades, es más, que esos señalamientos estuvieran sustentados en auditorias y dictámenes, ahora supongamos que una persona, a pesar de todos esos argumentos y evidencias siguiera sosteniendo que a él o ella le siguen pareciendo inocentes las personas señaladas pues en su entendimiento son muy buenas personas, realmente sería deplorable una manera de expresarse así.

La cuestión emotiva no se elimina, somos personas y las filias y fobias son parte intrínseca de nuestra misma historia, pero las mismas pueden dar lugar a excesos e injusticias, por lo que la única manera es contar con todos los elementos sobre los cuales sustentar nuestra opinión. Este es el pensamiento académico al que me refiero.

Ahora bien, cuando me refiero a argumentos y evidencias, estoy hablando, en el caso de las evidencias, de elementos comprobables y verificables que permiten tipificar una acción o un resultado; en el caso de argumentos me refiero a la manera en que esos elementos comprobables y verificables se van concatenando para demostrar o conducir a una opinión.

Obvio que es muy fácil, muchísimo más fácil, opinar por opinar. Esto no implica esfuerzo alguno, ni mental, ni emocional, ni físico. Pero esa forma de argumentar no es válida, no es sólida, no tiene fuerza ni resiste los cuestionamientos. Está bien partir de una opinión, pero lo que sigue es allegarse de las evidencias que nos permitan argumentar y sustentar así nuestra opinión.

Viéndolo de esta forma, se pareciera un poco al método científico de observar, opinar, experimentar, demostrar y comprobar. Tristemente algunos se quedan en el segundo escalón e incluso otros en el primero. Pero quien transita este proceso llega a ese pensamiento académico, como yo lo llamo, que le permite tener certeza en sus opiniones y solidez en sus argumentaciones, lo demás solo es polvo y paja.

Las universidades en su quehacer como tales deben propugnar por el ejercicio del pensamiento académico en todos sus procesos y en todas sus instancias, sus integrantes deben buscar expresar de manera apoteósica el pensamiento objetivo sustentado en argumentos y evidencias y no solo vivirlo sino transmitirlo como una manera en la cual la sociedad puede encontrar las soluciones a los problemas que la aquejan.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/XV9h9tf1P3k

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