Tal vez algunas de
las cosas de mayor valor que puede tener una persona es su palabra ya que el
cumplir con los compromisos que uno adquiere le van dando ese carácter de
alguien confiable; ahora bien, si esto
es así en la vida personal y profesional imaginemos con cuanta mayor razón esto
es de importancia en la vida institucional de las universidades.
Las universidades
públicas, en un intento por democratizar o sociabilizar las decisiones de mayor
importancia, han establecido procesos donde quienes deseen dirigir esas
instituciones deben someterse al escrutinio para evaluar tanto su
capacidad personal y profesional como su
proyecto institucional, en el mejor de los casos esto forma parte de un proceso
donde todo se evalúa para elegir (se supone) la mejor opción, pero en otros
casos se ha vuelto en una pasarela donde se promete lo que sabe le dará más
puntos sin tener la intención o en muchos casos ni siquiera la capacidad de
cumplir.
Me ha tocado ver
procesos de elección de autoridades universitarias donde las mismas se
comportan igual que un político prometiendo y prometiendo sin saber en
ocasiones si la institución tiene la capacidad de soportar viablemente sus
propuestas, incluso ante diferentes grupos presentando propuestas mutuamente
excluyentes. Al final de cuenta las
elecciones se vuelven una pantomima donde el que llega no cumple y
quienes lo eligieron no exigen.
Yo creo que el estar
al frente de una institución de educación superior debe considerarse una enorme
responsabilidad y no tomarse tan a la ligera como para ver la cuestión de
prometer lo que acarree mayores simpatías como el camino para llegar a. En este
sentido no puedo estar de acuerdo en que el fin justifica los medios. Menos en
una universidad.
Quien participa en
procesos universitarios para dirigir estas instituciones debe
presentar propuestas viables y sobre todo cumplir lo que se prometió. De otra
forma y para decirlo llanamente, estaríamos en el escenario de las mentiras, de
lograr acceder a uno de estos niveles de dirección engañando, fraudeando, y si
esto es así no hay nada que obligue a mantener a alguien así como cabeza y guía
de una institución de educación superior.
Siendo más amplio en
mi disertación puedo decir que no se vale que nadie que llegue con mentiras
(promesas que no se cumplen) a ningún aspecto de la vida, sea esta social,
política o institucional, debe seguir detentando ese nivel de autoridad y por
el contrario debe retirarse para dejar su lugar a quien de manera honesta
respeta su palabra y los compromisos adquiridos.
Volviendo al tema de
las universidades, yo creo que 100 días (los famosos primeros 100 días de
gobierno o administración que muchos aspectos de la vida social, política o
institucional manejan), es tiempo más que suficiente para que los compromisos
contraídos cuando se estuvo en la etapa del escrutinio, llámesele como se le
llame, comiencen a cumplirse. De la misma forma debe haber mecanismos para que,
si no hay evidencia de que al menos se han iniciado en esos primeros 100 días
de gobierno o administración las acciones tendientes a cumplir esos
compromisos, quien llegó con mentiras sea retirado de su puesto.
La única manera en
que las personas, todos nosotros, podemos hacernos responsables es cuando hay consecuencias
en nuestros actos. La única manera en que quienes deseen dirigir una
institución tomarán con la seriedad debida esta encomienda es estableciendo
mecanismos que obliguen a ello, incluso señalando muy claramente que su
permanencia en el puesto depende del cumplimiento en el corto plazo de las
promesas que en su momento hicieron.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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