jueves, 10 de agosto de 2017

Prometer no empobrece


Tal vez algunas de las cosas de mayor valor que puede tener una persona es su palabra ya que el cumplir con los compromisos que uno adquiere le van dando ese carácter de alguien confiable; ahora bien,  si esto es así en la vida personal y profesional imaginemos con cuanta mayor razón esto es de importancia en la vida institucional de las universidades.

Las universidades públicas, en un intento por democratizar o sociabilizar las decisiones de mayor importancia, han establecido procesos donde quienes deseen dirigir esas instituciones deben someterse al escrutinio para evaluar tanto su capacidad  personal y profesional como su proyecto institucional, en el mejor de los casos esto forma parte de un proceso donde todo se evalúa para elegir (se supone) la mejor opción, pero en otros casos se ha vuelto en una pasarela donde se promete lo que sabe le dará más puntos sin tener la intención o en muchos casos ni siquiera la capacidad de cumplir.

Me ha tocado ver procesos de elección de autoridades universitarias donde las mismas se comportan igual que un político prometiendo y prometiendo sin saber en ocasiones si la institución tiene la capacidad de soportar viablemente sus propuestas, incluso ante diferentes grupos presentando propuestas mutuamente excluyentes. Al final de cuenta las  elecciones se vuelven una pantomima donde el que llega no cumple y quienes lo eligieron no exigen.

Yo creo que el estar al frente de una institución de educación superior debe considerarse una enorme responsabilidad y no tomarse tan a la ligera como para ver la cuestión de prometer lo que acarree mayores simpatías como el camino para llegar a. En este sentido no puedo estar de acuerdo en que el fin justifica los medios. Menos en una universidad.

Quien participa en procesos universitarios para dirigir estas instituciones debe presentar propuestas viables y sobre todo cumplir lo que se prometió. De otra forma y para decirlo llanamente, estaríamos en el escenario de las mentiras, de lograr acceder a uno de estos niveles de dirección engañando, fraudeando, y si esto es así no hay nada que obligue a mantener a alguien así como cabeza y guía de una institución de educación superior.

Siendo más amplio en mi disertación puedo decir que no se vale que nadie que llegue con mentiras (promesas que no se cumplen) a ningún aspecto de la vida, sea esta social, política o institucional, debe seguir detentando ese nivel de autoridad y por el contrario debe retirarse para dejar su lugar a quien de manera honesta respeta su palabra y los compromisos adquiridos.

Volviendo al tema de las universidades, yo creo que 100 días (los famosos primeros 100 días de gobierno o administración que muchos aspectos de la vida social, política o institucional manejan), es tiempo más que suficiente para que los compromisos contraídos cuando se estuvo en la etapa del escrutinio, llámesele como se le llame, comiencen a cumplirse. De la misma forma debe haber mecanismos para que, si no hay evidencia de que al menos se han iniciado en esos primeros 100 días de gobierno o administración las acciones tendientes a cumplir esos compromisos, quien llegó con mentiras sea retirado de su puesto.

La única manera en que las personas, todos nosotros, podemos hacernos responsables es cuando hay consecuencias en nuestros actos. La única manera en que quienes deseen dirigir una institución tomarán con la seriedad debida esta encomienda es estableciendo mecanismos que obliguen a ello, incluso señalando muy claramente que su permanencia en el puesto depende del cumplimiento en el corto plazo de las promesas que en su momento hicieron.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/2O_CJmT5ll0

También puede descargarse gratis el libro "Un sólo Dios, el Padre; un sólo Señor, Jesucristo", desde www.rocefi.com.mx  (Menú “Libros” Sección “e-book gratis”)


No hay comentarios:

Publicar un comentario