Existen
universidades que en un intento por democratizar sus procesos de elección, han
incorporado en los mismos esquemas de participación donde se da de una forma u
otra algún tipo de consulta a la comunidad, consulta que bien puede adquirir la
forma de voto o auscultación, pero que al final incide en la decisión electiva,
pareciéndose esto un poco al ámbito político ¿es lógico negociar puestos con
liderazgo a cambio de los votos que puedan traer a las candidaturas?
Me han
tocado ver de manera directa o indirecta diferentes procesos de elección al
interior de las universidades y, aunque diferentes muchos de ellos en cuanto a
las formas, en el fondo se parecen bastante. Existe un punto de peso en estos
procesos donde la comunidad se expresa siendo esto en ocasiones el factor
decisivo en la designación.
En todos
los casos que he conocido procesos, sus participantes siempre se muestran
inconformes pues de repente ven como es que llega a puestos de apoyo al líder gente
sin el perfil, pero entendiendo esto como prebendas por los votos que éstos
líderes pudieron acercar a su candidato.
Hasta
aquí todo si no bien, al menos entendible, ¿o no? Pues no. Yo sostengo la tesis
de que en un proceso de elección de autoridades universitarias (sobre todo la
máxima autoridad), es absurdo e ilógico pensar en función de votos por puestos
pues el mismo razonamiento conlleva un error de planteamiento.
Considerando
que los procesos democráticos (o cuasi-democráticos) permean en todos los
niveles de la organización universitaria (o al menos los de mayor jerarquía) es
verdaderamente una pérdida de tiempo intentar cambiar votos por puestos, ¿por
qué? por lo absurdo que esto es. Veámoslo de cerca.
Supongamos
que alguien desea que la intención de la gente se vierta a su favor y para eso
hace acuerdos con quienes identifica como líderes para que le acerquen esas
intenciones en la votación o auscultación a cambio de X, Y o Z puesto. ¿Cuál es
el error? –recuerden que hablamos de sistemas democráticos o cuasi-democráticos
en los diferentes niveles institucionales- , pues bien, si esa persona tiene
ese nivel de incidencia para con los que se supone convencerá para que se
expresen a favor de A, B o C (sobre todo si este líder tiene la intención de
tal o cual puesto), en un proceso subsecuente tendría de la misma formas las
afinidades de la gente por lo que es innecesario negocie esos votos o
expresiones favorables por dicho puesto.
De la
misma forma si esa persona que busca negociar votos propuesto no tiene
incidencia en las intenciones de quienes busca convencer a favor de A, B o C,
en un proceso subsecuente quedaría en franca desventaja por lo que dificultaría
la asignación del puesto.
Repito:
estamos en sistemas democráticos o cuasi-democráticos. En sistemas donde todo
lo anterior fuera un teatro realmente no importarían los votos o intenciones
que tuviera el líder cuando tocará abrir convocatorias para su puesto ya que la
decisión voto por puesto le habría garantizado el puesto, pero en un sistema
democrático o cuasi-democrático esto sale sobrando pues si el líder lo es (no
la máxima autoridad, sino el líder del que hablamos que puede hacer labor para
convencer a los demás por A, B o C liderazgo máximo), ese líder si es que lo es
ya tiene los puestos que quiera pues saldría con ventaja sobre sus
contrincantes, ahora que si no lo es (repito: en un sistema democrático o
cuasi-democrático) es absurdo llegar a negociaciones con él pues al no ser
reconocido nadie se inclinaría por elegirlo.
Para ejemplificar
lo anterior supongamos una universidad donde hay procesos democráticos o
cuasi-democráticos para elegir Rector, Vicerrector y Directores, ahora
supongamos que un candidato desea ser Rector y se le acerca otro integrante de
la universidad con la intención de negociar votos por puesto ofreciendo incidir
en las personas de su área para que se expresen a favor del candidato a Rector
con el compromiso de que si llega lo hará a él Director de esa área. Esta
negociación, como he dicho, es totalmente absurda (de nuevo: siempre y cuando
hablemos de sistemas democráticos o cuasi-democráticos), ¿por qué absurda? Por
lo siguiente: si esta persona en verdad tiene influencia favorable en el área
para poder ofrecer incidir en las expresiones de ellos a favor de tal o cual
candidato, no necesita que “lo hagan” director luego pues en un proceso
democrático o cuasi-democrático él saldría con la ventaja suficiente para
serlo; ahora que si no tiene ésta influencia, es decir, si no tiene la manera
de incidir en la opinión de los integrantes de tal o cual área para que se
inclinen por tal o cual candidato para Rector ¿entonces qué se negocia si no
puede acarrear votos por puesto?
A pesar
de lo absurdo de esto que se ha señalado en muchos procesos de elección de
máximas autoridades universitarias sigue permeando el clientelismo lo cual solo
nos dice que la democracia interna en realidad es una simulación y que los
puestos pueden ponerse en venta como si de mercancía en subasta se tratara.
Las
universidades, sobre todo en sociedades democráticas como la nuestra, deben
pugnar por que sus procesos representen lo mejor de nuestra democracia,
desterrando el clientelismo y lo que llamo la torpe subasta de puestos
universitarios para que sean los mejores quienes lleguen y éstos a su vez, de
manera democrática, elijan a sus mejores colaboradores
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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