viernes, 12 de enero de 2018

La torpe subasta de puestos universitarios


Existen universidades que en un intento por democratizar sus procesos de elección, han incorporado en los mismos esquemas de participación donde se da de una forma u otra algún tipo de consulta a la comunidad, consulta que bien puede adquirir la forma de voto o auscultación, pero que al final incide en la decisión electiva, pareciéndose esto un poco al ámbito político ¿es lógico negociar puestos con liderazgo a cambio de los votos que puedan traer a las candidaturas?

Me han tocado ver de manera directa o indirecta diferentes procesos de elección al interior de las universidades y, aunque diferentes muchos de ellos en cuanto a las formas, en el fondo se parecen bastante. Existe un punto de peso en estos procesos donde la comunidad se expresa siendo esto en ocasiones el factor decisivo en la designación.

En todos los casos que he conocido procesos, sus participantes siempre se muestran inconformes pues de repente ven como es que llega a puestos de apoyo al líder gente sin el perfil, pero entendiendo esto como prebendas por los votos que éstos líderes pudieron acercar a su candidato.

Hasta aquí todo si no bien, al menos entendible, ¿o no? Pues no. Yo sostengo la tesis de que en un proceso de elección de autoridades universitarias (sobre todo la máxima autoridad), es absurdo e ilógico pensar en función de votos por puestos pues el mismo razonamiento conlleva un error de planteamiento.

Considerando que los procesos democráticos (o cuasi-democráticos) permean en todos los niveles de la organización universitaria (o al menos los de mayor jerarquía) es verdaderamente una pérdida de tiempo intentar cambiar votos por puestos, ¿por qué? por lo absurdo que esto es. Veámoslo de cerca.

Supongamos que alguien desea que la intención de la gente se vierta a su favor y para eso hace acuerdos con quienes identifica como líderes para que le acerquen esas intenciones en la votación o auscultación a cambio de X, Y o Z puesto. ¿Cuál es el error? –recuerden que hablamos de sistemas democráticos o cuasi-democráticos en los diferentes niveles institucionales- , pues bien, si esa persona tiene ese nivel de incidencia para con los que se supone convencerá para que se expresen a favor de A, B o C (sobre todo si este líder tiene la intención de tal o cual puesto), en un proceso subsecuente tendría de la misma formas las afinidades de la gente por lo que es innecesario negocie esos votos o expresiones favorables por dicho puesto.

De la misma forma si esa persona que busca negociar votos propuesto no tiene incidencia en las intenciones de quienes busca convencer a favor de A, B o C, en un proceso subsecuente quedaría en franca desventaja por lo que dificultaría la asignación del puesto.

Repito: estamos en sistemas democráticos o cuasi-democráticos. En sistemas donde todo lo anterior fuera un teatro realmente no importarían los votos o intenciones que tuviera el líder cuando tocará abrir convocatorias para su puesto ya que la decisión voto por puesto le habría garantizado el puesto, pero en un sistema democrático o cuasi-democrático esto sale sobrando pues si el líder lo es (no la máxima autoridad, sino el líder del que hablamos que puede hacer labor para convencer a los demás por A, B o C liderazgo máximo), ese líder si es que lo es ya tiene los puestos que quiera pues saldría con ventaja sobre sus contrincantes, ahora que si no lo es (repito: en un sistema democrático o cuasi-democrático) es absurdo llegar a negociaciones con él pues al no ser reconocido nadie se inclinaría por elegirlo.

Para ejemplificar lo anterior supongamos una universidad donde hay procesos democráticos o cuasi-democráticos para elegir Rector, Vicerrector y Directores, ahora supongamos que un candidato desea ser Rector y se le acerca otro integrante de la universidad con la intención de negociar votos por puesto ofreciendo incidir en las personas de su área para que se expresen a favor del candidato a Rector con el compromiso de que si llega lo hará a él Director de esa área. Esta negociación, como he dicho, es totalmente absurda (de nuevo: siempre y cuando hablemos de sistemas democráticos o cuasi-democráticos), ¿por qué absurda? Por lo siguiente: si esta persona en verdad tiene influencia favorable en el área para poder ofrecer incidir en las expresiones de ellos a favor de tal o cual candidato, no necesita que “lo hagan” director luego pues en un proceso democrático o cuasi-democrático él saldría con la ventaja suficiente para serlo; ahora que si no tiene ésta influencia, es decir, si no tiene la manera de incidir en la opinión de los integrantes de tal o cual área para que se inclinen por tal o cual candidato para Rector ¿entonces qué se negocia si no puede acarrear votos por puesto?

A pesar de lo absurdo de esto que se ha señalado en muchos procesos de elección de máximas autoridades universitarias sigue permeando el clientelismo lo cual solo nos dice que la democracia interna en realidad es una simulación y que los puestos pueden ponerse en venta como si de mercancía en subasta se tratara.

Las universidades, sobre todo en sociedades democráticas como la nuestra, deben pugnar por que sus procesos representen lo mejor de nuestra democracia, desterrando el clientelismo y lo que llamo la torpe subasta de puestos universitarios para que sean los mejores quienes lleguen y éstos a su vez, de manera democrática, elijan a sus mejores colaboradores

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/JZz9vZQ5KrM

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