Las universidades
funcionan en muchas ocasiones como laboratorios sociales para experimentar
nuevas y mejores formas de ser y hacer, uno de los aspectos que pueden
evidenciar este liderazgo por parte de las universidades es precisamente
mostrando, a través de la legislación universitaria, los altos ideales que la
mueven.
Pensemos en cualquier
situación donde converjan las diferentes voluntades individuales que implica
trabajar en equipo: una empresa, una institución, una universidad, un pueblo o
nación; todos estos proyectos sociales requieren de un andamiaje que le de
viabilidad al mismo ante las diferentes formas que cada quien tiene de entender
el mundo y a los demás, y este andamiaje está dado por las reglas de
convivencia que se establezcan.
Estas reglas de
convivencia forman parte de la vida normal de todos los grupos sociales, una
empresa las tiene lo mismo que una asociación civil, iglesias y familias, y con
mayor razón las sociedades establecidas en las formas de pueblos, ciudades o
países. Todos estos proyectos sociales tienen acuerdos explícitos en la forma
de reglas que permiten el funcionamiento armónico de los mismos, acuerdos
aceptados por los integrantes y defendidos en su implementación por las
autoridades establecidas para ello. Nuestras universidades no escapan de esto.
Enfocándonos en las
universidades, y después de aceptar las premisas de necesidad de estas reglas
de convivencia (normatividad universitaria), la necesidad de la aceptación por
todos de las mismas y la necesidad de la existencia de autoridades que vigilen
y sancionen su aplicación; tenemos también que entender que dada la naturaleza
humana, el proceso de establecer y cumplir esta normatividad debe ser cuidado
en extremo para no dar lugar a deficiencias o excesos, mucho menos
deliberadamente sesgados.
Cuando hablo de que
la normatividad universitaria debe ser hecha sin pasiones me refiero a que no
debe ser dirigida a afectar o beneficiar a alguien o a algún grupo de personas,
debe ser lo más objetiva posible y para ello mi sugerencia siempre es pensar en
la norma como si tu peor enemigo fuera a aplicarla. Una imagen así permite
pensar en reglas y procesos que garanticen los derechos de todos y que permitan
dirimir las diferencias de una manera justa.
Pero por el
contrario, la aplicación de la normatividad es algo que señalo que sí debe ser
hecho con suma pasión. Cuando hablo de la aplicación de las normas
universitarias con suma pasión no quiero decir que las pasiones intervengan
para sesgar la aplicación de la norma, sino que la pasión a la que me refiero
es aquella que incitará a cumplir en extremo la norma, que moverá a respetarla
y defenderla y que llevará a alcanzar los ideales que se buscan no de una
manera tibia o timorata sino decidida.
Así tenemos un
escenario dual: una norma que en su proceso de conformación fue fríamente
diseñada sin prejuicios o dobles intenciones y por otro lado una norma que uno
busca aplicar y defender incluso a costa de la propia tranquilidad que
implicaría no involucrarse en conflictos que devengan de la aplicación de las
normas universitarias.
Por último, sabemos
que no hay norma completa y perfecta, siempre habrá lagunas o como se le conoce
“espacios para maniobrar”, estos espacios para maniobrar dan margen a hacer las
cosas bien o hacer las cosas mal y ambas actitudes darán lugar a resultados
legales, normativamente correctos, pero probablemente injustos, sobre todo en
los casos de hacer las cosas mal. Pero, ante estas lagunas, ¿cuándo diremos que
se actuó mal?, ¿cuándo diremos que se actuó bien?, ¿qué hacer en este
escenario?
No hay una respuesta
sencilla, pero si una propuesta y esta tiene que ver con los más altos ideales
que la universidad tenga establecidos y quiera ver replicados en la sociedad.
Ante esas lagunas y ante las opciones posibles, unas que amplíen el campo de
acción de los participantes y otro que los restrinja, la pregunta sería ¿cuál
de estas dos opciones, con el riesgo del error y la equivocación, puede ser
caracterizada dentro de los más altos valores institucionales y que buscamos
replicar en la sociedad?
Así
que la respuesta nunca será si está o no explícitamente establecido en la norma
universitaria tal o cual cosa, es imposible todo este normado, pero sí las
normas establecidas permiten establecer una guía y dentro de esa guía y bajo
los más altos valores institucionales resolver las lagunas que pudieran irse
presentando y con ello ir mejorando la norma siempre hacia mejores estadios de
desarrollo personal, institucional y social.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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