Las universidades
como formadoras más de personas que de meramente profesionistas, deben
enarbolar de una manera práctica y tangible los mejores valores que como
sociedad podemos tener, uno de ellos es precisamente la congruencia entre lo
que se piensa, se dice y se hace lo cual queda palpable cuando no se tienen
discursos cambiantes.
Recuerdo en una
ocasión que hablaba con un afín de una persona que desde el sindicato
universitario de una institución de educación superior se candidateaba para
puestos directivos, entre plática y plática mi interlocutor me comentó algo en
lo que estuve en total desacuerdo y era que una vez que aquella persona llegase
tendría que modificar su discurso y tal vez no conceder cosas que ahora
solicitaba.
Si bien le hice saber
mi desacuerdo, este maestro se sentía muy seguro de tener la razón, pero por
más que le busco y le busco no veo por donde alguien cambiante en su discurso,
en sus luchas, en sus ideales puede estar en lo correcto.
Pero curiosamente
pareciera que esa es la tónica, es decir, la persona como tal se minimiza y el
puesto es lo que importa, así, cuando uno señala que antes tal o cual persona
decía o hacía esto o lo otro generalmente la respuesta incluso de los
excompañeros de esa persona es que “ahora es funcionario”.
Con este comentario
no quiero decir que nuevas responsabilidades no obliguen a adecuar acciones y
discursos, pero ¿traicionar los mismos principios que uno dice tener y por los
cuales uno lucha? Eso es en lo que no estoy de acuerdo.
Por ejemplo, en el
caso de aquel que desde el sindicato buscaba un puesto universitario, primero
el discurso era lo más que se pudiera obtener para los sindicalizados, ya una
vez que fue funcionario el discurso era lo menos que pudiera dárseles (esto último
en función de los recursos universitarios), ese es el discurso cambiante,
falso, hueco, dos caras que uno no puede validar.
En este caso, en vez
de esos dos extremos ¿por qué no una actitud responsable? Ni lo más que se
pueda obtener ni lo menos que se pueda dar, sino lo justo. Lo justo en cuanto
los recursos institucionales, lo justo en cuanto las necesidades de los
trabajadores, lo justo en cuanto la productividad de los empleados. Buscar lo
justo, en este caso, elimina esos extremos y presenta a ambas partes un justo
medio.
¡Ah!, pero en
ocasiones vende mas (popularechamente y populistamente hablando) el pedir lo
más que se pueda dar o defender lo menos que se pueda dar, pero es meramente un
circo engaña-bobos que deja a la gente sin nada, y no solo en sus bolsillos
sino peor aún en su cabeza y en su corazón.
Si uno lucha desde
cualquier trinchera por derechos laborales, por ciertos valores y creencias,
por tal o cual cosa, lo más lógico (si es que en realidad se cree en eso por lo
que se lucha) es que desde cualquier trinchera sea arriba o abajo continuará
con la misma lucha, claro a menos que
uno sea un falso doble cara que solo busque sacar raja en beneficio propio de
cada circunstancia y de esos no solo sobran sino ya estamos hartos.
La
búsqueda de mejores estadios de desarrollo tanto individual como colectivo,
meta implícita en las labores de todas las universidades, pasa por la
integridad de las personas que la dirigen desde cualquier ámbito y esto se
valida cuando su discurso, las cosas en las que cree y por las que lucha, es
constante.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/D_WvMWHnsSM
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