Los
sindicatos en general surgieron con la clara intención de proteger y defender
los intereses de sus agremiados ante sus patrones, este fundamento ha ido
evolucionando y la lucha por las llamadas conquistas sindicales cada vez ha ido
creciendo más, una herramienta de presión para ello son las huelgas con que
amenazan en cada negociación contractual, huelgas que al estallar terminan
afectando, curiosamente, a terceros.
Cuando
llego a tocar el tema de los sindicatos, sobre todo como en este caso de los
sindicatos universitarios, siempre hay
quienes se sienten aludidos, incluso tal vez ofendidos, por lo que mi incursión
en ello empieza por reconocer la enorme labor que tienen a su cargo. Realmente
la evolución del mundo nos ha enseñado que a pesar de todos los avances en la
ciencia, la cultura y la sociedad aún es algo muy factible y tentador el que un
patrón desee abusar de sus trabajadores sobre todo para sacar beneficios
económicos. Ante esto el sindicato, obvio: cuando no es charro, corrupto o
cobarde, es la mejor instancia para defender los derechos e incluso la dignidad
de los trabajadores.
Pero
en cuanto las huelgas, que también son un derecho laboral que se tiene, hay
varios bemoles más relacionados con la utilidad y beneficios de la misma aunque
también con el marco regulatorio que las permite. Me explico. El que algo esté
permitido solo quiere decir que es legal, más nada garantiza que será exitoso.
Algo así pasa con las huelgas. Pero primero veamos la cuestión de su marco
regulatorio.
Cuando
hablamos de huelgas universitarias lo que vemos son cierre de instalaciones
institucionales y cancelación de servicios relativos lo cual termina de afectar
a cientos, miles de estudiantes. Alguien podrá argumentar que la huelga es un
derecho y sí, tienen razón, es un derecho, pero la educación también lo es. Ya
la Suprema Corte de Justicia de nuestra nación estableció que no hay derechos
de primer y segundo orden, es decir, que un derecho no es preeminente sobre otro
y que debe buscarse siempre la manera de hacer compatibles ambos. Es por eso,
en el caso de las marchas, que el argumento general es que el marchar, el
expresarse, si bien es un derecho no implica con ello el violentar y cancelar
el derecho de terceros al libre
tránsito, por eso la reglamentación que se busca de las mismas.
Pues
bien, cuando un sindicato estalla una huelga en una universidad afectando a
terceros, los estudiantes pues que dejan de recibir los servicios
universitarios, ponen su derecho de huelga por encima del derecho de los
alumnos a la educación, y no solo lo ponen por encima sino que les cancelan ese
derecho. Así que aquí tenemos un grave problema que tiene que ver con la
cuestión normativa de los marcos regulatorios inherentes a las huelgas
universitarias.
Pero
vamos dejando eso de lado, supongamos que no hay ninguna contraposición entre
derechos como hemos señalado anteriormente, ¿es lógico pretender afectar a
terceros para conseguir algo? Si se desea hacer una presión a las autoridades
universitarias para lograr algo, ¿por qué afectar a los estudiantes? En
realidad es absurdo que una presión ante un sujeto X se busque conseguir dando
al traste a un sujeto Y. Eso solo denota falta de ingenio, de creatividad, de
estrategia de los sindicatos.
En
una ocasión unos manifestantes bloquearon una avenida para presionar al
gobierno para tal o cual cosa, mi comentario en ese entonces fue, es y será:
¿qué culpa tenemos los ciudadanos de pie del conflicto entre ese grupo de
personas y el gobierno?, ¿por qué nos afectan a nosotros?, ¿por qué no van y
afectan directamente a los responsables de las políticas gubernamentales que no
les parecen?
De
la misma forma, y sin pretender aquí instruir a los sindicatos en ellos ya que
para eso están sus líderes, hay muchas maneras más creativas, prácticas, legales y sobre todo
exitosas (y todavía aún mejor: que no afecte a terceros) en que los sindicatos
pueden presionar quirúrgicamente a la administración universitaria para
conseguir lo que legal y justamente quieren, pero bueno, la atrofia sindical al
parecer no da en muchos casos para nada más que la violación de los derechos de
terceros a través de la única presión que conocen y que es la huelga.
La
evolución social, y en ello van también las universidades, obliga a los
sindicatos también a cambiar, a ser mejores, a pensar, eso sí, en sus
trabajadores, pero también a reconocer los derechos de terceros y respetarlos
sin violentarlos, sus derechos, sus luchas, pueden ser defendidos de muchas
maneras, maneras que desafortunadamente implican más ingenio, ingenio que por
lo visto en muchos casos brilla por su ausencia.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
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