Un
discurso muy socorrido por parte de las universidades públicas para justificar
su existencia y financiamiento es el papel que desempeñan como agentes activos
en la difusión de la ciencia y la cultura, discurso que puede ponerse a prueba
en cualquier momento cuando cualquier ciudadano quiera usar los servicios de
sus bibliotecas.
-Buen
día, quisiera sacar un libro
-Su
credencial de alumno por favor
-No
tengo. No soy alumno. Soy ciudadano.
-Entonces
no le puedo prestar el libro.
-¿Puedo
sacar alguna credencial como usuario?
-No,
no puede. Las credenciales, requisito para usar nuestros servicios, solo se le
dan a los alumnos, a los maestros o al personal de esta institución.
Cualquiera
que vaya a la biblioteca de una universidad pública sin ser parte de la
institución y quiera sacar un libro lo más probable es que se tope con la
situación anterior y se dé el dialogo que se ha presentado, eso incluso aunque
sea egresado de la misma casa de estudios.
Esta situación es curiosa ya de por sí pues estamos hablando de inicio
de una institución pública que es financiada con los impuestos de todos, pero
cuyos servicios, al menos los de sus bibliotecas, no pueden ser utilizados por
todos.
Lo
curioso de la situación puede seguirnos asombrando cuando vemos que dicha
institución tiene todo, absolutamente todo lo necesario para poder proporcionar
en el caso de sus bibliotecas, un servicio público y abierto a la comunidad. Y
para cerrar el asombro de esta situación curiosa podemos revisar sus
estadísticas de consulta para ver cómo es que mucho de lo que tienen en esas
instalaciones permanece casi sin movimiento cada año.
¿Qué
es lo que pasa? Bueno, esto puede explicarse de una forma muy sencilla si
acusamos la falta de visión social que tienen en ocasiones quienes están al
frente de las universidades públicas ya que del análisis anterior (universidad
pública-instalaciones bibliotecarias-usuario ciudadanía) puede llegarse a la
conclusión que la implantación de un sistema que permita al público
beneficiarse de los recursos invertidos en esos templos de conocimiento,
cultura y sabiduría que son las bibliotecas es algo que está más que a la mano.
Tienen
instalaciones, tienen acervo, ese acervo está subutilizado, hay usuarios potenciales
que pueden darse de alta mediante algún sistema para efectos de control, ¿qué
impide hacer esto? La respuesta obvia es que no hay nada que lo impida, pero
para llevarse a cabo se requiere, aparte de visión social, voluntad para hacer
las cosas.
¡Ah!,
pero que no estén pasando por problemas financieros a causa de recursos no
otorgados o a la baja por parte de los fondos públicos que se les destinan por
que el discurso de cómo es que la universidad sirve a la comunidad se rescata
de nuevo, aunque esa comunidad no pueda beneficiarse de la universidad cuando
así lo necesita, como en el caso que estamos comentando.
Las
bibliotecas de las universidades públicas deben revestirse también de ese
carácter público estableciendo sistemas que permitan a cualquier persona que
quiera acceder a lo que ellas ofrecen hacerlo sin mayores problemas y con los
beneficios sociales que ello implica y que, se supone, persigue también la
universidad.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/Ywjty4gIPcA
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