La universidad, como
máximo referente del pensamiento humano, debe ser capaz de mostrar las formas y
maneras correctas en que pueden y deben hacerse las cosas, y ese mostrar debe
basarse en las capacidad de generar procesos que garanticen eso más que pensar
en personas que lo hagan.
En mi vida académica me ha tocado la fortuna
de ver los procesos universitarios desde diferentes puntos: como académico,
como responsable de programa, como líder de cuerpo académico e incluso como
funcionario. En todos esos momentos mi esfuerzo se ha centrado en generar
procesos que garanticen que las cosas se hagan bien, más que dejar esto último
al perfil de quienes estarán luego en los puestos.
Paso a explicar lo
anterior: en muchas ocasiones, cuando se van a hacer cambio de funcionarios o
responsables en tal o cual puesto universitario, luego luego comienzan a salir
los candidatos a suceder a quien estaba y los grupos que apoyan a tal o cual.
Cuando uno pregunta a los grupos por que apoyan a tal o cual candidato, el
argumento principal es que ese a quien apoyan consideran que es quien hará lo
que desean para el bien del área o del proceso institucional. Pero esto no
debería ser así.
Pensar de la manera
anterior es dejar la eficiencia y efectividad de los procesos (el hacer bien
las cosas) a la buena voluntad (y capacidad, porque no) de quien esté al frente
de los mismos. Por el contrario, cuando se generan procesos que garanticen lo anterior
prácticamente no importa quién esté al frente de los mismos pues ya está
establecido como pueden y debe hacerse las cosas.
Pensar en función de
procesos nos libera pues permite entonces sí, que escojamos al mejor para estar
al frente de los mismos, caso contrario cuando no se piensa en procesos sino en
personas que la preocupación se centra en que quede tal o cual amigo o conocido
para poder así obtener de él su apoyo.
Pensar en procesos es
algo así como establecer las reglas del juego a detalle para que las cosas se
hagan bien, y esto no es de gratis sino que es un requisito sin el cual no se
puede darse la función universitaria pues quien llega a un puesto debe saber
claramente qué debe hacer y (más importante aún) cómo debe hacerlo.
Cuando uno participa
en establecer las reglas anteriores sucede algo mágico (por llamarlo en cierta
forma): esas reglas surgen de manera impecable pues ninguno de los
participantes sabe quién quedará en un futuro en tal o cual puesto por lo que
desean garantizar la mayor objetividad para el mismo.
Si uno ve en una
universidad enfrentados grupos para que en tal o cual puesto quede tal o cual
persona, significa que los procesos universitarios no están diseñados para que
éstos se desempeñen con alto nivel de compromiso y responsabilidad, caso contrario
no importaría quien llegara a ese puesto, o mejor dicho, se optaría siempre por
el mejor y el más capaz.
La universidad como
referente de desempeño individual, organizacional y social, debe mostrar las
formas en las cuales se garantices las mejores prácticas en el ser y el
quehacer, y esto solo será posible cuando se piense en función de procesos y no
en función de personas.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/D7Qe-_OhMK4
También puede descargarse gratis el poemario del
mismo autor "Perfectos son tus caminos” -50 poemas en la línea del
pensamiento cristiano-, desde www.rocefi.com.mx (Menú
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