Cualquier proyecto
sea este personal, organizacional, institucional, gubernamental, requerirá de
la confluencia de varios factores, fuerzas y variables; pero subyacente a todo
proyecto siempre estará el factor humano qué es lo que lo piensa, lo diseña, lo
opera, lo evalúa y lo mejora, de ahí que la prioridad en la habilitación de las
personas sea trabajar por dinamizarlas a través de la cultura, la educación y
el desarrollo.
Ya en otras ocasiones
he compartido las ideas sobre el concepto de la triple hélice, modelo donde
confluyen como actores rectores del mismo, el gobierno, las universidades y el
sector privado. Pensando en este modelo, e incluso en cualquier modelo que
queramos, tendremos que reconocer que su soporte y sustento siempre será el
mismo: las personas.
Es un hecho que los
individuos somos entes complejos, no estamos hechos solo de carne, sino también
de ideas y sentimientos, factores que en ocasiones se encuentran en conflicto
dentro de uno mismo así como en conflicto con los factores de los demás. Pero
esta complejidad no nos impide abordar el tema de lo que es, como me gusta
llamarlo a mí, la habilitación humana, lo cual no es otra cosa que dinamizar el
potencial personal que cada uno tiene.
En esta dinamización
y entendiendo precisamente esa complejidad, necesariamente tendremos que hacer
referencia a los aspectos que constituyen y definen a una persona, los cuales,
sin ánimo de ser excesivamente simplistas podemos agrupar en aspectos
materiales (lo que una persona hace), aspectos emocionales (lo que una persona
siente) y aspectos cognitivos (lo que una persona piensa).
Si bien todos los
factores tienen características comunes, hay algunas que les son
significativas, en el caso de la cultura es precisamente la parte emocional la
que la caracteriza, es decir, lo que uno siente; en el caso de la educación es
la parte cognitiva, es decir, lo que uno piensa; y en el caso del desarrollo es
la parte material, es decir, lo que una
persona hace.
En el caso de las
universidades, la atención a los tres puntos anteriores, cultura, educación y
desarrollo, pueden y deben ser atendidos desde el ámbito de su competencia para
poder esgrimirse como potencializadoras del desarrollo humano.
El énfasis dado en
muchas ocasiones a la cuestión meramente cognitiva desbalancea la ecuación y,
más importante aún, desbalancea al individuo, pues llega a tener, en el mejor
de los casos, un excelente dominio disciplinario pero un desligue total de sus
emociones, sustento de los valores, la ética y la solidaridad, y sin las cuales
el desempeño se vuelve frío sino es que incluso inhumano.
Sé que el trabajar la
cuestión cultural, educativa y de desarrollo de las personas es tarea que
engloba varios actores, actores que también participan en la triple hélice del
desarrollo económico-social, pero también sé que las universidades como centros
formativos pueden hacer una gran labor viendo a las personas como entes
completos y complejos, no solo como futuros profesionistas sino como actuales
personas y no solo como receptáculo de conocimientos sino como cúmulo de ideas,
sentimientos y actividades.
La triple hélice del
desarrollo individual (sustento y soporte de la triple hélice económica o
social, así como de todo modelo de desarrollo), se sustenta, considera,
trabaja, dinamiza y habilita el aspecto cultural, educativo y de desarrollo del
ser humano. En la medida que estos elementos este integrados armónicamente
podemos pensar en individuos plenos dentro de sociedades plenas.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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