“Si
sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, estás peor que cuando empezaste”,
dice un dicho. En el caso de quién pretende liderar una universidad los
conocimientos que de ello se tengan (y mira que digo conocimientos, no
necesariamente experiencia) es algo necesario y de suma importancia, pero esos
conocimientos deben reflejarse en una capacidad para ponerlos en práctica,
siendo el primer campo para ello su propia persona.
Una
universidad es un ente sumamente complejo, no solo hay cuestiones académica
sino administrativas que atañen el quehacer cotidiano, de la misma forma la
universidad no vive para sí de una manera endogámica sino que se relaciona con
una sociedad y con todos sus actores de manera dinámica, de ahí que la
capacidad de quien está al frente de la misma deba ser demostrada antes de
llegar a ser líder de un ente como este.
Cuando
hablo de capacidad me refiero a lo que la persona que desea llegar a liderar a
una universidad debe demostrar, es decir, a aquello que puede poner a
consideración como acciones que ha emprendido y resultados que ha obtenido
antes de pretender tomar las riendas de algo tan complejo como una institución
de educación superior. Para plantearlo de una manera sumamente sencilla es la
respuesta que ésta persona pudiera darnos a “antes de pretender liderar toda
una universidad, dime que has hecho de ti, de tu proyecto de vida personal y
profesional”.
Términos
como capacidad, competitividad, innovación, calidad y demás están al orden del
día en nuestras universidades, luego entonces la persona que desee ser su
líder, además de entender de qué se está hablando (conocimiento) debe ser capaz
de demostrar que a lo largo de su vida ha aplicado en sí mismo lo que desea
aplicar en la universidad, después de todo si no ha sabido ser líder de su
propio proyecto de vida personal y profesional, ¿cómo podría esperar que se le
confiara un proyecto mayor que involucra no solo más complejidades sino más
gentes?
Ahora
bien, esa capacidad (al igual que el conocimiento) mientras más comprensiva sea
mejor, es decir, que cubra tanto en extensión como en profundidad los mayores
campos posibles de acción pues el papel de líder en una universidad tiene que
ver con muchas facetas del quehacer institucional, no solo una.
El
primer proyecto con el que cuenta una persona es su vida misma, de ahí que
sostengo que quien desee estar al frente de una universidad debe comenzar
mostrando qué ha hecho consigo mismo, en qué forma ha aprovechado no solo el
tiempo sino los recursos de que ha dispuesto, de otra forma su argumento del
liderazgo basado en un desempeño rectoril será algo muy difícil de creer y, al
menos desde mi punto de vista, un riesgo que no creo ninguna universidad esté dispuesta
a correr.
La
capacidad es ese segundo elemento, esa segunda condicionante, que desde mi
punto de vista quien desee liderar una universidad debe demostrar. Esa
capacidad inicia con lo que quien esté en esa posición pueda demostrar de su
vida y mientras más extensa y profunda sea más garantías puede dar de poder con
una responsabilidad como la planteada.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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