La publicación del artículo
"Educar para trascender" permitió que se generara una serie de
intercambios de opinión con quienes nos leen cuya coincidencia fue el de
ahondar más en los temas tratados. Es así como en esta serie de seis artículos
abordaremos de manera más detallada esos valores que el docente no solo vive y
transmite sino que configuran el futuro por el cual todos trabajamos.
Comentábamos en el artículo en
cuestión que "compromiso es la contraparte a la que está obligada toda
autoridad por el apoyo recibido para ostentarse como tal. Esto puede resumirse
en actuar siempre y en todo momento de manera justa, ordenada, transparente,
legal y armónica supeditando sus intereses a los intereses comunitarios y
reflejando en sus dichos y hechos una congruencia siempre y en todo momento.
Los compromisos son para cumplirse, no para luego andar buscando pretextos que
justifiquen el que no se cumplieron".
En ese sentido el docente debe
trabajar de dos maneras: trabajar para sembrar en quienes en algún momento
desempeñarán algún cargo de autoridad en el sector público, privado o social
para que vivan en su desempeño el valor del compromiso que como autoridad tendrán.
La otra manera es trabajar con quienes, sin ser autoridad, son quienes están
sometidos a ellas para que exijan a quienes se ostentan como autoridad ese
actuar congruente respecto del compromiso adquirido.
Observemos como es que la definición
que dimos de compromiso conlleva un actuar justo, ordenado, transparente, legal
y armónico, es decir, un desempeño que permita el interactuar de los individuos
de manera personal y comunitaria y que garantice una mejora continua en ambos
sentidos.
Justo. La definición común de justicia se
refiere a darle a cada quien lo que merece, para ello hay varios referentes,
tanto normativos como de sentido común. La justicia no solo debe existir sino
ser apreciada. De nada sirve que un actuar sea justo cuando no es percibido, de
la misma forma no porque la mayoría señale un actuar justo lo es. Para ello se
requieren parámetros de referencia (por eso dijimos que hay referentes
normativos y de sentido común). La justicia no solo considera normas y reglas
sino también contextos y atenuantes. La justicia implica rectitud de criterio y
corrección de intención. La justicia permite una sociedad armónica e individuos
honestos. La justicia es contraria a la corrupción, la simulación, la
complicidad y la conveniencia.
Transparente. Una máxima dice que "solo es
transparente quien no tiene nada que esconder". Quien es autoridad debe
ser transparente, y quien no lo es debe exigir a la autoridad esa
transparencia. La transparencia, cuando de autoridades o liderazgos se trata,
no es una dádiva que la autoridad o el líder da como prebenda, sino una
obligación que va implícita con su investidura pues en sus acciones e
intenciones lleva no solo su destino sino el de quienes le están supeditados.
Aún y cuando tendremos un artículo para hablar de este tema si quisiera señalar
en este momento que, si bien se ha avanzado bastante en esto, aún falta mucho
por hacer, pues así como hay leyes que buscan cumplir y hacer cumplir este
precepto (sobre todo en la cuestión pública) también hay intentos cada vez
mayores por dilatar la entrega de información o de plano obstaculizarla.
Legal. La ley es lo único que nos normaliza
a todos, me comentaba un conocido, y tiene razón. La ley, o en un sentido más
amplio, las normas, permiten pensar en una sociedad ordenada donde todos
conocen las reglas. Cuando esas reglas existen pero no se aplican o se tuerce
su aplicación para beneficiar al cómplice y golpear al disidente podemos hablar
de una sociedad (o al menos una autoridad) corrompida y por ende ilegal y no
representativa. La ley no es para discutirse o votarse en cuanto a su
aplicación, sino para aplicarse. La Ley obliga, primero a quienes estamos bajo
ella a cumplirla, y segundo a quienes detentan alguna autoridad a obligar su
cumplimiento, en esto último también van ellos. Hay quien cree que una
autoridad está por encima de la ley y que puede optar por cumplirla o no y
decidir cuándo sanciona a otros por su incumplimiento. Esa es una visión no
solo torcida del estado de derecho sino inmoral y anti-ética. La justicia y la
legalidad van de la mano.
Por último, aunque no están reñidas
estas cualidades, en ocasiones se contraponen y es cuando la rectitud de
carácter debe entrar. Por ejemplo, si ante un actuar individual o grupal se
antepone la armonía (el estar todos bien) con lo legal (el hacer las cosas
bien), debe prevalecer el correcto actuar y hacer lo que es debido.
El docente en su hablar y en su actuar
debe ser capaz de vivenciar el compromiso y no solo eso, sino de transmitirlo
como un valor que nos permite avanzar individual y comunitariamente hacia la
excelencia. Creer y sembrar el valor del compromiso implica trabajar en el
presente por un futuro de oportunidades y desarrollo donde las personas puedan
no solo tener más, sino cada vez ser más y mejores reflejando esto en la
comunidad que integran. En el siguiente
artículo hablaremos sobre el consenso.
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