Una
de las principales características culturales que como seres humanos poseemos
es la capacidad que tenemos para comunicarnos, esto al igual que todo lo que
tiene que ver con nosotros como personas, es sujeta y sometida a los cambios
que la evolución social le impone, cambios que muchas veces son difíciles de
aceptar.
En
una ocasión un académico me comentaba lo mal, según él, que estaban los jóvenes
en la actualidad pues desvirtuaban completamente el lenguaje haciendo y
deshaciendo con él sin respetar ortografías, estructuras gramaticales e incluso
pronunciación. Yo me quedé pensando en que si bien mi compañero tenía algo de
razón, también era un hecho que el lenguaje como cosa viva está constantemente
cambiando siendo que es la ola joven social la que, como en todos los cambios
históricos sociales, le impone su sello personal.
oiE
pS q No t KuEds KoNkTaR mJor Al cH4t??
No
estimado lector, lo anterior no es un error de dedo, es la manera en que un
joven le dice a otro "oye, pues que no te puedes conectar mejor al
chat?". Eso que vemos es una grafía nueva surgida y motivada por los
medios de comunicación actuales, después de todo ahorra tiempo sobre todo si
estamos mandando un mensaje por celular o en conversaciones en chat con varias
personas.
¿Qué
no es esa una forma "correcta" de comunicarse? Le propongo lea lo
siguiente, y que conste que está escrito en un español impecable:
"La
chimenea urente nos hacía pensar en flabelos y desear tener al alcance un bocoy
repleto para acompañar la carne que por dura parecía de morueco
torrefacto"
¿Le
entendió? Entonces, ¿qué caso tiene cumplir y respetar todas las normas
gramaticales y lingüísticas cuando el fin último de la escritura no se da, es
decir, el de la comunicación?
Nomás
como cultura general urente es que produce mucho calor, flabelos son abanicos
grandes, bocoy es un barril, morueco es un carnero usado como semental, y
torrefacto es tostado al fuego.
El
lenguaje evoluciona constantemente. Vea este ejemplo de un fragmento del Cantar
del Mío Cid (versos 330–365) en español medieval
"Ya
Señor glorioso, Padre que en çielo estás, Fezist çielo e tierra, el terçero el
mar, Fezist estrellas e luna, e el sol pora escalentar, Prisist encarnaçión en
Santa María madre, En Beleem apareçist, commo fue tu veluntad, Pastores te
glorificaron, oviéronte a laudare"
Escrito
en español actual diría:
"O
Señor glorioso, Padre que en cielo estás, Hiciste cielo y tierra, el tercero el
mar, Hiciste estrellas y luna, y el sol para calentar, Te encarnaste en Santa
María madre, En Belén apareciste, como fue tu voluntad, Pastores te
glorificaron, te tuvieron que loar"
Así
vemos que el lenguaje cambia para adaptarse a las nuevas exigencias sociales de
comunicar, pero ese proceso es doloroso pues implica para las generaciones
maduras adaptarse a nuevas maneras de entablar esa comunicación.
Por
más que como docentes nos moleste, una cosa es innegable: el cambio se dará con
o sin nosotros, el tiempo va haciendo aceptables nuevas palabras que hasta hace
poco no existían (incluso alguna que hasta los más aguerridos defensores
idiomáticos utilizan): chatear, cibercafé, ecoturismo, etc.
Para
aquel renuente a aceptar la evolución actual que estamos viendo le sugiero tome
cualquier diccionario, el que sea, y que busque cualquier palabra, la que sea,
vera que generalmente dice en la definición "que proviene de tal o cual
palabra latina o inglesa", es decir, nuestro propio lenguaje actual ha
evolucionado de otro que en un momento dado se ha "torcido" hasta
significar las ideas con las que ahora nos comunicamos.
Como
docentes nos puede, y a veces hasta nos duele, lo que para nosotros es una
falta de respeto e incluso de cultura, en las expresiones idiomáticas que
constantemente vemos en la comunicación de nuestros alumnos, pero lo que
estamos viendo, lo que estamos presenciando, es un cambio acelerado en el
lenguaje. ¿Qué podemos hacer ante ello? Tratar de corregirlo sabiendo que no lo
lograremos. El cambio se va dar, pero requiere de nuestro freno para que no sea
desbocado. Como el freno en un vehículo: no es para detenerlo completa, total y
permanentemente sino para moderarlo en su conducción. Con esta visión no nos afectamos por lo que
veamos sino que entendemos lo que pasa. En otras palabras, tal y como le dije
al docente que comenté al inicio del artículo: "regáñalos, pero regocíjate
por los cambios de los que somos parte".
El
cambio, la evolución, la transformación, es parte vital del mismo ser humano.
El lenguaje y la comunicación no escapan de ello. Entender esto como docentes
nos permitirá ser, más que un freno que de todas formas no frenará nada, en un
actor activo de la evolución social de las comunicaciones.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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