La
educación superior tanto en México como en el mundo enfrenta varios retos, unos
de estos retos es precisamente la cobertura y la eficiencia en ella, una manera
que se ha buscado para paliar estos retos es precisamente utilizando las
tecnologías de la información y la comunicación como estructuras sobre las
cuales puedan desarrollarse cursos académicos que no se restrinjan física ni
temporalmente.
La
revolución iniciada por las tecnologías de la información y la comunicación
impactó de tal forma nuestras actividades más cotidianas que prácticamente
podemos hablar de un mundo antes de ello y otro después. La manera en que
instantáneamente estamos conectados independientemente de la hora o el lugar en
que nos encontremos ha llevado al mundo a convertirlo de manera práctica en esa
aldea global que tanto se menciona.
La
educación, sobre todo la educación superior, ha buscado la manera de aprovechar
estas tecnologías de la información y la comunicación para paliar los problemas
que sobre cobertura y eficiencia siempre han tenido pero que en la actualidad,
con la gran demanda que existe de ella, ha llegado a niveles de presión nunca
antes visto.
La
cobertura se refiere a llegar a todas esas personas que se excluyen del proceso
formativo mientras que la eficiencia se refiere a la conclusión en tiempo y
forma de quienes acceden a éste. En ambos casos las clases tradicionales donde
el interesado tiene que presentarse a cierta hora en cierto lugar agrava el
problema ya que la imposibilidad de cumplir con estos requerimientos puede dar
lugar a esa exclusión de la que hablamos o al rezago o la deserción en los
casos de quienes sí inician procesos formativos.
Las
clases virtuales, también llamadas asincrónicas, permiten esa flexibilidad
donde el alumno puede acceder a la hora que quiera y desde donde se encuentre o
se le facilite más, para que su proceso formativo no esté condicionado a
cuestiones de lugares o de horas, con lo que la presión sobre la exclusión, el
rezago o la deserción pierde ese cariz relacionado con las características de
las clases tradicionales llamadas presenciales.
Pero
aquí hay dos cuestiones que me gustaría tocar, una es la promoción de estas
formas de llevar clases o materias, la otra tiene que ver con el costo
inherente a la oferta de las mismas. En el primer caso, en ocasiones sea por
costumbre, las clases virtuales no son requeridas por los alumnos sobre todo
cuando existe la posibilidad de llevarlas de manera presencial (cuando solo
está la opción virtual obvio que no hay para donde hacerse); en el segundo caso
el costo inherente a ofertar una clase virtual necesaria y forzosamente es
menor al no requerir de un espacio físico para ello. Entonces, ¿por qué no ver
reflejadas ambas situaciones en una colegiatura diferenciada?
Por
colegiatura diferenciada me refiero a una colegiatura menor a la relacionada
con las materias tradicionales que requieren darse en una hora y en un lugar
dado. Esto con la finalidad por un lado de promover el uso de estas tecnologías
y la aceptación por parte del alumnado pero también para en acto de justicia
reconocer la diferencia de costos entre una clase presencial y una virtual y
reflejar eso en el precio de la misma.
Las
colegiaturas diferenciadas permiten ese tratamiento desigual ante dos eventos
que son desiguales: las clases presenciales y las clases virtuales, y permiten
la difusión del uso de las tecnologías de la información y la comunicación como
parte de los procesos formativos reconociendo en los precios de las segundas el
diferencial de costos inherentes a ese tipo de oferta.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/hMngEzFF__g
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