La
relación laboral al ser una dinámica personal entre individuos, entraña muchos
aspectos a considerar. Dada la historia personal e incluso profesional de cada
quien, hablando de universidades públicas, en ocasiones se confunde a los
funcionarios en turno como si fueran ellos los dueños de la institución
buscando serles leales a ellos antes e incluso en contra del ente
universitario.
Recientemente
en una universidad donde colaboro hubo cambio de Jefes de Departamento, mi
correo de felicitación por su nueva responsabilidad iba acompañado de una frase en la que creo, esa
frase señalaba la necesidad de ir de la mano con nuestras más altas autoridades
institucionales sin olvidar nunca que colaboramos con ellas, pero –el gran
pero- que trabajamos para la institución.
En
los varios años de colaborar con la educación superior me ha tocado ver de
primera mano muchos casos, tristes por el reflejo de la vacuidad de las
personas envueltas en ellos, donde su lealtad estaba para el funcionario en
turno olvidándose completamente de su responsabilidad con la institución.
Hay
una reflexión que señala que si uno trabaja para alguien debe serle leal y
hablar bien de él apoyándolo en todo, pero en el caso de una universidad
pública esto tiene otras lecturas ya que la universidad no es del funcionario
en turno, él no nos ha contratado de su dinero ni pagado nuestros servicios con
sus recursos. Es la universidad como ente moral quien tiene esa relación y a la
que, por lo tanto, le debemos esa lealtad.
Obvio
que lo anterior no quiere decir que no exista colaboración con las autoridades
superiores, al contrario, ese compromiso institucional hace que demos un extra
en nuestras funciones, extra que termina apoyando los objetivos de nuestros
superiores, pero lo que sí quiere decir es que en caso de tener que decidir
entre quedar bien con el funcionario en turno o quedar bien con la institución
nuestra decisión laboral, profesional, ética y moral debe inclinarse por lo
segundo.
Ahora
bien, y aquí es el detalle fino, ¿qué es lo que definirá esa lealtad?,
¿nuestras ideas, nuestros pensamientos, nuestras creencias? , pues no, pensar
que eso será así es casi casi como concedernos un halo de superioridad sobre
los demás, incluyendo nuestros superiores, además generaría una dinámica
perniciosa donde todos, creyendo tener la razón de su lado, estarían
enfrentados discutiendo por imponerse a los demás, ¿entonces cuál es el camino?
El
camino es bien sencillo y corresponde a circunscribirse a la normatividad que
la institución tenga. Puede ser más que obvio esto pero me ha tocado ver,
también tristemente, como es que miembros de instituciones de educación
superior, prácticamente quieren que sus maneras de ver las cosas sean las que
se impongan sobre la mayoría aunque eso no esté normado e incluso aunque en
ocasiones vaya contra las normas institucionales.
Ya
lo he comentado en otras ocasiones que un principio legal, aplicable también
para regir la vida interna de las universidades, sostiene que las autoridades
pueden hacer únicamente lo que la norma les faculta, mientras que la gente
puede hacer todo aquello que la norma no le prohíbe. Observar esto nos
permitirá tener un pensamiento claro sobre lo que es realmente la lealtad
institucional y apoyar con todo las acciones de las autoridades que vayan por
ese carril, pero de la misma forma implica el oponerse con todo a cualquier
situación que violente la norma ya que la lealtad de uno es para la
universidad, no para el funcionario en turno.
Quienes
trabajamos en educación superior debemos dar muestras no solo de capacidad sino
también de compromiso, congruencia y carácter, y esto solo puede evidenciarse
con nuestras acciones, acciones que siempre deberán estar encaminadas hacia el
bien institucional más que en agradar a quien momentáneamente ocupe algún
puesto de autoridad en la universidad.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
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