viernes, 16 de diciembre de 2016

La ropa sucia, ¿se lava en casa?


Las tendencias sociales no solo nacionales sino mundiales, han ido obligando cada vez más a las entidades públicas, entendiendo por entidad pública toda aquella que recibe dineros públicos, a dar y poner a disposición de la sociedad cada vez mayor información para evaluar sus acciones y sus logros, esta tendencia de evidenciar tanto lo bueno como lo malo no le ha gustado a todos, la pregunta debería luego entonces ser ¿a quiénes y porque no les gusta se sepa lo que se hace en las entidades públicas?

En una ocasión escuche decir a una maestra universitaria (si es que alguien que piense así puede llamarse "maestra"), refiriéndose a las cuestiones incómodas que de su universidad salían a la luz, que la ropa sucia debía lavarse en casa. Tratando de hacerla ver lo erróneo de su razonamiento no hice más que ponerme en mal con ella quien tomaba de forma personal los argumentos que de manera institucional y social le daba. No seguí con eso pues no era mi intención cambiar su forma de pensar, pero si lo pongo a tu consideración, lector, para que veas si las universidades, aún y cuando reciben nuestros dineros, deben tratar sus asuntos a nuestras espaldas.

Universidad pública, ¿asuntos privados? La universidad es un ente público, una entidad que todos sostenemos y que nos debe rendir cuentas, no es una familia o una empresa privada que pueda alegar sus asuntos como de interés privado para así "lavar la ropa sucia en casa". Imagina que le das tu dinero a alguien para que ponga un negocio pero luego esta persona te niega la información, en realidad el negocio es tuyo, no de él y no tiene ningún derecho en negarte la información. Lo mismo, solo que agravado pues la universidad pública no es un negocio sino un ente que existe y subsiste de nuestro dinero, pero aún así hay universidades que perdiendo ese sentido público y social niegan la información a la que están obligados socializar.

Merece condena... ¿no quien hace mal, sino quien denuncia? Pero en cuestión  de asuntos "incómodos" hay una manera casi esquizofrénica de razonar cuando se molesta (así es: se molesta) cuando se hacen públicos los malos manejos en una universidad. Digo que ese razonamiento es casi esquizofrénico pues más bien debería (obvio en un mundo normal), encauzarse ese enojo contra los que actúan mal, no contra quienes los evidencian. Imagínate que denuncias un robo y la sociedad te criminaliza a ti por haber denunciado el robo, ¿no es enajenante esa manera de pensar? Pues en algunas ocasiones quien denuncia se vuelve el blanco de los ataques por haber hecho público un asunto "interno y privado" de la universidad.

La justicia se siembra... ¿con impunidad? Todos nos hemos enterado de grandes escándalos financieros, universitarios, gubernamentales e incluso religiosos donde se llego al extremo que ahora nos escandaliza precisamente por que las partes internas optaron por "no hacer olas" y cuidar más el prestigio de la institución que la búsqueda de la verdad y la justicia. El no generar escándalos, el "lavar la ropa sucia en casa", el cuidar las apariencias, ha destruido incluso vidas pues nada puede salir bien cuando la mentira, la impunidad y la injusticia son los caminos por los que se desea transitar.

Tiempo después entendí el actuar de aquella "maestra" universitaria (y pongo maestra entre comillas pues con esa forma de pensar está muy lejos de lo que realmente significa ser un maestro), entendí digo, pues me enteré que en su paso por las instancias de su universidad había cometido tal cantidad de "irregularidades" que no veía con buenos ojos que las cosas comenzaran a hacerse públicas, quien sabe si en una de esa hasta ella saliera a relucir.

La universidad es un ente público, solo por este hecho sus asuntos deben ser públicos, la denuncia de irregularidades no debe ser condenada sino reconocida, y quienes cometen malos actos deben ser castigados, mientras más ojos estén enfocados en la vida y quehacer universitario, podemos esperar que nuestras universidades se verán impelidas a conducirse con los más altos estándares profesionales y éticos en su actuar.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 9 de diciembre de 2016

Funcionario Universitario de Confianza: ¿Cómplice, sometido o comprometido?


El término de confianza hace referencia a la seguridad o esperanza firme que alguien tiene de otro individuo o de una situación, en cuestión de desempeño como funcionario universitario se refiere a que hay una expectativa en cuanto a su actuar como tal, pero ante esto caben las preguntas: confianza ¿hacia quién?, ¿por qué? y sobre todo ¿para qué?

Recientemente todos conocimos el escándalo generado en una institución de educación superior relativo a cuestiones de corrupción, fraude y malversación, escándalo que derivo en el procesamiento de los implicados y que tuvo como consecuencia que el ex decano de la facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco, Francisco Javier Goiriena, y la ex directora del Departamento de Estomatología, Montserrat Barranquero, fueran declarados culpables del delito de apropiación de fondos públicos de la universidad pública de Euskadi (ver noticia en http://bit.ly/QiJLYH)

Es obvio que si preguntamos si estas personas son dignas de confianza la respuesta mayoritaria sino es que unánime iría en el sentido de un rotundo no, no son personas dignas de confianza ya que al contrario, traicionaron ese sentir al disponer ilegalmente de recursos que no les correspondían, y tendrían razón, pero también es un hecho que al menos entre ellos dos existía la confianza necesaria para idear y ejecutar un plan pensado en beneficiarse de su actuar.

De lo anterior se desprende que la cuestión de confianza es relativa pues hasta los involucrados en actos irregulares se tienen confianza entre sí para poder realizar dichos actos. Luego entonces la cuestión no es tan fácil, sobre todo en el caso de los funcionarios universitarios.

Cuando pensamos en funcionarios universitarios de confianza y preguntamos confianza ¿hacia quién?, la respuesta tradicional es que se trata de confianza de su superior jerárquico, confianza en que su subalterno hará lo que le diga y colaborará con él, pero ¿y si ese superior es corrupto o fraudulento?

Para dilucidar un poco esto pensemos en lo siguiente: supongamos que alguien desea ir con un médico para que lo opere del corazón, no creo que exista una sola persona que dirá que tal o cual médico es de su confianza pues seguro está que el médico hará lo que él le diga, al contrario, uno hará lo que el médico diga y la confianza radica precisamente en su capacidad, experiencia y profesionalismo.

Luego entonces podemos ver que la confianza se basa en la esperanza de que alguien hará lo que esperamos que haga, ¿y en el caso del funcionario de confianza universitario? Ah, pues en este caso no es de confianza porque hará lo que su superior le diga, sino porque hará lo que se espera de él y eso está contenido de manera objetiva en las leyes y reglamentos inherentes a su actuar en la universidad.

Es así como el término “confianza” en un funcionario universitario se refiere a que todos, incluyendo su superior jerárquico, esperamos y creemos que se desempeñará de manera profesional, legal y ética en el desempeño de su función, así que la confianza que su superior deposita en él no va en el sentido de que colaborará ciegamente o hará sin discusión lo que se le ordene, sino que, al igual que en el ejemplo del médico que dimos, su actuar estará regido por los más altos estándares profesionales y éticos y apegados rigurosamente a la normatividad institucional.

En la actualidad es común encontrarse el error de apreciación de suponer que la confianza en funcionarios públicos universitarios es hacia su superior jerárquico y que ésta se refiere a esperar se someta o se sea cómplice de sus actuares, pero no es así, esa confianza la depositamos todos, no solo su superior, y se refiere a la competencia profesional, legal y ética que se espera del funcionario en el ejercicio de su puesto.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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jueves, 1 de diciembre de 2016

Papel de la Universidad en la Triple Hélice


El papel de la universidad se ha visto enfrentado con una nueva realidad social, política, económica y educativa que ha obligado a replantear su tradicional papel como formadora de recurso humano a co-partícipe de la creación de riqueza en todas sus acepciones, en la medida que ésta tenga claro el nuevo papel que le ha tocado jugar es como, sin perder su esencia, contribuirá a crear una mejor sociedad.

Después de la vorágine de los 80´s y los 90´s, muchos conceptos y concepciones de los actores de la vida cotidiana sufrieron grandes adecuaciones, en el caso de la universidad comenzó a manejarse como referente un modelo llamado de la
Triple Hélice, como una manera de sacarla de su aislamiento y hacerla actor activo de los cambios sociales, políticos pero sobre todo económicos y productivos.

Contrariamente a lo que muchos creen, el modelo de la Triple Hélice no es reciente, en 1966 fue propuesto por Etzkowitz y Leydesdorff como descripción y funcionamiento ideal de un sistema en crecimiento. Este modelo fue aplicado a la relación Universidad-Empresa-Gobierno donde estos tres componentes son inestables, pues tienen intercambios dinámicos, y se van desarrollando en espiral.

En este orden de ideas, y aquí viene la parte medular del modelo señalado, el papel del gobierno sería crear el marco regulatorio así como las inversiones públicas necesarias que permitieran el desarrollo y crecimiento, de la misma forma, las empresas aportarían el capital privado necesario para sociabilizar la creación de oportunidades vía empleo y producción, por último, a la universidad le correspondía formar recursos humano capaz y competente, con las habilidades, conocimientos, actitudes y valores necesarios para responder a este entorno dinámico, de la misma forma coadyuvaría (pues es una de sus fortalezas) con la generación (investigación) y aplicación (desarrollo) del conocimiento.

Para fomentar el anterior modelo se propusieron esquemas de co-participación en proyectos conjuntos donde cada actor aportara lo que era su naturaleza y su fortaleza generando entre los tres una sinergia dinámica de crecimiento y desarrollo.

El problema (pues siempre hay un problema) es cuando alguno de los actores pierde la esencia de su propia naturaleza y pretende entrar en la esfera de acción de otro actor, ejemplo el caso de las universidades que creyendo ser gobierno o empresa (sin serlo) optaron por comenzar con inversiones públicas o privadas con la finalidad de darle velocidad a los proyectos, el resultado generalmente no fue el esperado.

La razón de lo anterior es sencilla: cada ente participante en la Triple Hélice debe dedicarse a lo que mejor sabe hacer, a lo que tiene incluso por obligación legal, normativa e incluso social el efectuar. Salvo la universidad privada que por la confluencia de capitales privados tiene un cariz entre negocio-universidad, la universidad pública no está para grandes inversiones públicas (sobre todo si éstas ni siquiera tienen que ver con su objeto como universidad) ni mucho menos para inversiones privadas donde busque darle un cariz lucrativo a su perfil.

La idea de la Triple Hélice no solo era dinamizar la relación entre los actores sociales y productivos sino también servir de filtro o control entre los tres, luego entonces un proyecto debía convencer a las tres partes (gobierno: carácter social, empresa: carácter productivo, universidad: carácter formativo y de investigación) para poder ser desarrollado. Cuando una universidad excluye a los otros dos actores no hay esos filtros de evaluación de la pertinencia de los proyectos con los que los mismos corren el riesgo de convertirse en inversiones improductivas, innecesarias e irresponsables (elefantes blancos, pues).

La universidad ya no está para un carácter pasivo de solo enseñar, sino que su nuevo papel es eminentemente activo en cuanto a la formación de recurso humano y la generación y aplicación innovadora del conocimiento, pero en esta dinámica debe también aprender a cooperar con los demás actores de la comunidad dejando para cada quien las acciones y responsabilidades propias de la naturaleza, marco regulatorio y función productiva/social que le corresponda.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 25 de noviembre de 2016

Docencia universitaria: vocación, experiencia y conocimiento.


La labor docente no solo tiene un carácter noble cuando responde a una vocación, sino eminentemente práctico cuando quien la desempeña tiene el conocimiento y la experiencia que le permiten formar y forjar a los futuros profesionistas.

Lo he comentado en otras ocasiones, ser docente no es una tarea fácil en el sentido práctico de los resultados inmediatos, es una labor trascendente que requiere de vocación y donde los resultados tardan años, en ocasiones muchos años, en ser palpables.

Pero independientemente de ello, quienes tienen esa vocación, buscan en todo momento y ante toda circunstancia, el dar lo mejor de sí para la formación de los futuros profesionistas, desafortunadamente, como dice el dicho, “nadie da lo que no tiene”, por lo que el docente universitario debe conjugar, aparte de la necesaria vocación, la experiencia y el conocimiento.

Todo mundo en determinado momento puede aprender cómo hacer algo, aprender en teoría, lo interesante (y la prueba de fuego para la teoría), es cuando ésta se pone en práctica, de la misma forma la prueba de fuego para el docente universitario es cuando éste incorpora la experiencia con su formación.

Un consejo (malicioso por cierto por que busca destantear –y en algunos casos ubicar- al maestro universitario), que doy a mis alumnos, que es bien sencillo y a la vez práctico es el siguiente: cuando la siguiente vez el maestro esté diciendo como hacer tal o cual cosa simplemente pregúntenle “y usted maestro, ¿en qué negocio o ejercicio profesional suyo ha aplicado esto?” Obvio que el maestro “de librito” no sabrá que responder, pero es algo por demás básico que quien enseña sepa un poco de la práctica de lo que está enseñando, sino ¿qué es lo que trasmite?


Pero la experiencia es una parte necesaria del maestro universitario, una parte indispensable de quien se planta frente a un grupo para decirles “como deben hacerse las cosas”, la otra parte es la formación, es decir, que el docente tenga en su haber estudios que le permitan comprender el por qué y para qué de las cosas.

Creo que a estas alturas, cuando nuestra sociedad requiere de soluciones a los graves problemas que enfrenta, cuando nuestras comunidades buscan maneras innovadoras de salir adelante, cuando todos nosotros volteamos para ver quién puede darnos respuestas, creo que no es posible que formando a los futuros profesionistas se encuentre gente que en su vida han aplicado lo que están buscando trasmitir (sin experiencia en los temas que expone, pues) y que no tengan la mínima habilitación formativa para las materias que imparte.

Pero de la misma forma, y para cerrar con la idea con que se abrió el presente artículo, que el docente no solo enseñe, sino que viva la docencia, que transcienda el salón de clases, que construya puentes entre el presente y el futuro y que lleve al futuro profesionistas más allá de sus propias limitaciones en muchas ocasiones auto impuestas, y todo esto se logra solamente cuando el docente tiene vocación.

Un maestro, un verdadero maestro, es aquel que conjuga en su persona experiencia que moral y técnicamente lo faculta para instruir, formación académica que lo habilita para trasmitir de manera exitosas el conocimiento, y una vocación que le permite dar todo de sí con la visión que lo que el siembre le servirá para trascender incluso cuando se haya ido.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 18 de noviembre de 2016

Pizarrón negro... pizarrón blanco...


La evolución del ser humano y de la sociedad en general, ha adquirido en las últimas décadas un dinamismo en cuanto a la velocidad con que los cambios se suscitan, estos cambios han permeado también las forma de ejercer la docencia, enfrentándola a retos que nunca antes había conocido.

Hasta hace poco la formación profesional de los individuos era relativamente estable: unos años en la universidad y después a ejercer la profesión para toda la vida con pocas (sino es que nulas) actualizaciones profesionales. Ahora la misma formación enfrenta grandes retos para lograr transmitir los conocimientos, las habilidades, las actitudes y los valores para desempeñar una profesión, lo cual no termina con la obtención de título pues los cambios obligan a actualizaciones constantes para mantenerse al día.

El famoso pizarrón negro, donde el docente dejaba la tiza en ideas, esquemas y ejercicios, ha cedido su paso al pizarrón blanco (o más bien pintarrón), donde ahora con plumones el docente busca ejercer su vocación formativa. Pero hay algo que ha quedado y permanecido: la necesidad de formar cada vez no solo mejores profesionistas sino mejores individuos.

De nada sirve, absolutamente de nada, el tener los mejores adelantos tecnológicos, los mejores materiales didácticos, los mejores procesos formativos e incluso los mejores profesores sino todo no va enfocado a formar mejores individuos, ¿por qué?, pues simple y sencillamente porque el individuo es la base de la  sociedad y un individuo corrupto, antiético, o simplemente sin valores, socavará las bases mismas de la comunidad.

¿Y cómo eso intangible que son los valores, la ética, la honestidad puede transmitirse? Ahí está el meollo, pues en esto hay una conjunción de la familia, la sociedad y los procesos formativos. Familia y sociedad son fuente y destino del comportamiento individual, tienen sus propias responsabilidades, desempeñan sus propios roles, pero en la cuestión de los procesos formativos, sobre todo de los procesos universitarios, son tres factores los que deben cuidarse: profesores competentes (capaces, con experiencia, con formación), profesores éticos (legales, normativos, profesionales); profesores trascendentes (que vayan más allá de su compromiso y busquen a través de sus alumnos crear un mejor futuro para todos).

Lo anterior requiere algo muy sencillo pero a la vez sumamente valioso: vocación. La vocación hace que el docente, aún y cuando cómodamente puede esperar a que llegue el cheque que tiene ya para sí, busca afanosamente ser mejor y hacer mejor como si de su desempeño dependiera la retribución económica. La vocación hace que el área de confort nunca sea aceptada por el docente y que busque constantemente la perfección en lo que hace con el riesgo que esto implica. La vocación permite al docente enriquecer de manera intangible pero notoria, visible y  perceptible no solo su propia actividad sino la vida misma de los alumnos que está formando.

El pizarrón negro ha cedido ante el pizarrón blanco,  la manera tradicional de enseñar ha cambiado a una nueva forma de propiciar el aprender, la tiza ha sido cambiada por el apuntador laser, pero la necesidad de la sociedad de contar con cada vez mejores individuos sigue de manera permanente, tal vez como nunca antes, y aquí el docente, como guerrero y sembrador, labra con cariño, con tesón y más que eso, con vocación, los campos de la comunidad donde los futuros profesionistas florecerán y darán fruto.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 11 de noviembre de 2016

Cuerpos académicos


El trabajo del docente, como ya hemos tenido oportunidad de comentar en otras participaciones se ha enfrentado a nuevas exigencias relacionadas con su papel donde la investigación y la difusión han cobrado un papel preponderante equilibrando así sus funciones en las instituciones educativas, de la misma forma, esta nueva dinámica a generado que estas nuevas realidades no sean abordadas de manera individual sino a través de conglomerados académicos afines llamados cuerpos académicos.

Un cuerpo académico es definido como un grupo de profesores de tiempo completo que comparten una o varias Líneas de Generación o Aplicación Innovadora del Conocimiento (investigación o estudio) en temas disciplinares o multidisciplinares y un conjunto de objetivos y metas académicas y que adicionalmente atienden los programas educativos (PE) afines a su especialidad en varios niveles. Si bien un cuerpo académico puede estar en formación (estadio inicial) los estadios de en consolidación o consolidados son los que tienen peso para evaluar la capacidad académica.

Un cuerpo académico estará en consolidación cuando más de la mitad de sus integrantes tiene la máxima habilitación (doctorado) y cuenta con productos de generación y/o aplicación innovadora del conocimiento, una mayoría de sus integrantes tiene reconocimiento del perfil deseable, participan conjuntamente en líneas de generación o aplicación innovadora del conocimiento bien definidas, más de la mitad de quienes lo integran cuentan con amplia experiencia en docencia y en formación de recursos humanos y colaboran con otros CAs.

Un cuerpo académico estará consolidado cuando casi la totalidad de sus integrantes tienen la máxima habilitación académica (doctorado) que los capacita para generar y/o aplicar innovadoramente el conocimiento de manera independiente, sus integrantes cuentan con amplia experiencia en docencia y en formación de recursos humanos, la casi totalidad cuenta con el reconocimiento de perfil deseable por parte de PRODEP, los integrantes tienen un alto compromiso con la institución, sus integrantes colaboran entre si y su producción es evidencia de ello, demuestran una intensa actividad académica manifiesta en congresos, seminarios, mesas y talleres de trabajo, etc. de manera regular y frecuente, tienen una intensa vida colegiada y sostienen una intensa participación en redes de intercambio académico, con sus pares en el país y en el extranjero, así como con organismos e instituciones nacionales y del extranjero.

Lo interesante de estas definiciones es que la misma esta acotada a un nivel de  habilitación académica de sus integrantes, experiencia en docencia y en formación de recursos humanos, reconocimiento de perfil deseable, compromiso institucional, colaboración reflejada en productos relevantes, participación en  congresos, seminarios, mesas y talleres de trabajo, etc. e intensa vida colegiada.

La habilitación académica de sus integrantes es algo que en su momento ya comentamos y que se refiere a la obtención del grado doctoral (al menos por la mayoría de sus miembros), grado doctoral que necesaria y forzosamente debe ser válido y de calidad para en cierta forma garantizar el nivel intelectual y las bases metodológicas para hacer generación y aplicación innovadora del conocimiento.

La experiencia en docencia y en formación de recursos humanos es algo que aunque se da por hecho en el profesor, debe estar referenciado en evaluaciones tanto de sus alumnos como de los empleadores que validen el esfuerzo académico ya que no solo se trata de dar clases sino de que sus alumnos aprendan de manera coherente, relevante y pertinente.

El reconocimiento de perfil deseable, de la cual en una colaboración anterior ya hablamos,  es una constante que debe trabajar todos los días el docente con la finalidad de evidenciar la diversificación de sus actividades (docencia-investigación-extensión) y que a través de esto acceder a reconocimientos que garanticen el equilibrio de sus funciones.

El compromiso institucional es un término que si bien no está definido, puede demostrarse si el docente evidencia que colabora con su universidad más allá de lo que está obligado, lo cual puede hacerse a través de la participación  activa en las cuestiones que definen la vida institucional, por ejemplo liderar eventos, participar en definición de líneas estratégicas de acción, redacción de misiones o visiones, propuestas de áreas o proyectos, etc.

La colaboración reflejada en productos relevantes se refiere a los artículos, ponencias, libros, talleres, patentes, etc. que demuestran no solo la colegialidad de la actividad docente sino también la relevancia de la misma. De aquí se desprende también su participación en congresos, seminarios, mesas y talleres de trabajo, etc. y la capacidad de demostrar esa vida colegiada la cual no está circunscrita única y exclusivamente a su universidad sino enriquecida con la colaboración con pares académicos nacionales e internacionales.

Pero tal vez la parte más importante de todo lo relacionado con los cuerpos académicos es que la sinergia aglutinadora de sus integrantes debe darse de manera natural. Algunas universidades, impelidas por la tendencia académica, han empezado por el techo para luego pretender construir las paredes, es decir, han creado cuerpos académicos buscando luego colocar casi obligadamente a los docentes en ellos. Esto no funciona así. Como toda actividad que implique la colaboración entre personas, debe haber afinidad de caracteres, empatía y simpatía, un sentimiento de cooperación entre sus integrantes.

Los cuerpos académicos son el intento institucional para unir las fortalezas de sus académicos y tratar de compensar las debilidades que pudieran tener, de la misma forma es el pretexto para el intercambio de ideas, para la innovación colegiada, para la participación proactiva y por ende para la mejora personal, colectiva e institucional.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 4 de noviembre de 2016

El perfil deseable en el profesorado


La evolución y cambio constante que ha experimentado la sociedad ha redefinido muchas de las actividades de la misma y quienes la desempeñan, no escapando a esta redefinición la labor del docente, específicamente del docente universitario, quien de su tradicional papel de mero instructor ha complementado su labor con la investigación y con la difusión, enriqueciendo así no solo su labor sino la de la institución en la que se encuentra y la de la sociedad a la que se debe.

La labor tradicional del docente estuvo por muchos años definida casi en su totalidad en la labor de enseñar, incluso la función del alumno era secundaria centrándose en un mero receptor del proceso didáctico, es así como las estrategias se centraban en mejorar constantemente el proceso de enseñanza sin tener el referente del provecho de la instrucción evaluando el aprendizaje real y efectivo. La dinámica social y educativa ha generado presiones en la educación que han obligado a redefinir este proceso tradicional reconfigurándolo en esquemas que van desde la dualidad enseñanza-aprendizaje hasta el objetivo final del aprendizaje centrado en el estudiante.

Pero esto no es todo lo que ha cambiado, el docente ahora se ha visto en nuevas exigencias relacionadas con su papel donde la investigación y la difusión han cobrado un papel preponderante equilibrando así sus funciones en las instituciones educativas. En la actualidad el docente universitario se ubica para efecto de sus actividades en líneas de generación y aplicación del conocimiento, siendo la generación relacionada con la investigación y la aplicación con aspectos que van desde la enseñanza hasta la docencia (incluyendo la vinculación en este último punto).

Es así que la idea actual del docente universitario ha evolucionado hasta la de alguien comprometido con la enseñanza, con la investigación y con la difusión del conocimiento. La premisa detrás de todo esto en sencilla: se supone que quien enseña es el más capaz, el mejor preparado, el más inteligente, luego entonces es quién tiene el perfil necesario no solo para enseñar sino para desarrollar nueva y mejores maneras de hacer las cosas, de ahí que también investigue y por ende difunda el conocimiento.

Ahora bien, hay que ser honestos y señalar que no necesariamente todo docente tiene este perfil, pero también hay que reconocer que puede desarrollarlo, es decir, hay docentes que durante años se han dedicado a  enseñar y que nunca han hecho investigación o difusión, pero su misma formación intelectual los capacita para poco a  poco ir desarrollando este perfil, lo raro sería que al contrario, aún con capacitación, con tiempo, con ayuda, el docente tradicional no pudiera realizar investigación relevante o difundir conocimiento de innovación.

¡Ah, que adjetivos tan interesantes estos últimos! Relevancia e innovación, ¿por qué el comentario? Pues por algo muy sencillo, resulta que dadas las nuevas exigencias y ante la incapacidad de algunos docentes de adecuarse a esto, se han desarrollado investigaciones sin relevancia alguna (entendiendo por relevancia que nadie estaría dispuesto a pagar por hacer una investigación como la que algunos docentes realizan) y que la difusión del conocimiento es más que mediocre, tan mediocre que en algunos casos las mismas universidades diseñan foros o publicaciones endógenas para que sus docentes publiquen ante la imposibilidad de estos últimos por acudir a publicaciones imparciales, objetivas o que simplemente tengan estas últimas que evaluar si les conviene (inversión-rendimiento) el publicarle algo al docente.

Pero de la misma forma hay docentes de excelencia que no solo enseñan sino que investigan y difunden el conocimiento y con tal nivel que merecen ser reconocidos. Para esto existen dos programas, uno externo a las universidades que es de la Secretaria de Educación Pública llamado Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep), el cual a través de la participación en las convocatorias Promep y anexando las evidencias para ello puede accederse a lo que se llama “reconocimiento del perfil deseable”. La otra forma  de reconocimiento es interna de cada universidad y se conoce como el programa de Reconocimiento al Desempeño donde cada año el docente concursa con sus evidencias para, dependiendo del nivel que obtenga en tablas de valoración establecidas para ello, pueda acceder a reconocimientos económicos.

En la medida que el profesorado avance hacia esquemas de desempeño de calidad en sus labores de docencia, investigación y difusión podemos esperar que no solo su persona se vea beneficiada sino también los alumnos que forma, la institución en la que labora y la sociedad en la que está inserto y a la que se debe.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 28 de octubre de 2016

Profesores con posgrado


Cuando de educación hablamos, sobre todo de educación universitaria, una exigencia actual de la misma es el nivel académico que tenga su planta docente ya que la lógica elemental señala que el último grado académico que haya alcanzado un docente puede servir de referente tanto para la calidad de los trabajos que realice como parte de sus labores en la universidad como para promover el incremento del grado académico entre sus alumnos, estos dos aspectos fomentan el capital intelectual no solo de las instituciones sino también de la sociedad.

En un artículo anterior señalábamos que un indicador de capacidad académica tiene que ver con el nivel académico adquirido por los docentes, considerando que si se cuenta con un posgrado se tiene una expectativa de desempeño, al menos académicamente hablando, de mayor especialización.

Es por ello que durante muchos años la orientación principal del posgrado ha sido la formación de profesores, siendo esta tendencia sobre todo a partir de la década de los noventas. El Programa Nacional de Superación del Personal Académico (SUPERA) y el Programa de Desarrollo del Profesorado (PRODEP) se encargaron de promover en la década de los años noventa la elevación de las calificaciones del profesorado de licenciatura. Según datos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, en la actualidad, cerca de la cuarta parte del personal docente cuenta con algún tipo de formación de posgrado: el 6% tiene título de especialista como nivel máximo de estudios, el 15% de maestría y el tres por ciento de doctorado, si bien esta tendencia va a la alza aún hay mucho por hacer.

En este sentido hay que señalar que no se trata solo de tener por tener un posgrado sino que necesariamente el posgrado debe ser pertinente, es decir, en el área de conocimiento donde se desempeñe el docente. En una ocasión platicando con un profesionista cuya formación es en economía, me comentaba que su interés era entrar en la planta docente universitaria y que para ello estaba pensando que, como ya tenía una licenciatura en economía, completar su perfil para la planta docente estudiando un posgrado en el área de la docencia. Mi comentario fue completa y totalmente en sentido contrario, es decir, que si quería entrar a una universidad como profesor que mejor consiguiera un posgrado en su disciplina y para ello le argumenté dos cosas: la primera tenía que ver que contrariamente a lo que él creía, perdería especialización pues tendría una licenciatura en economía y un posgrado en educación, siendo que no se especializaría en ninguno de los dos (de hecho Promep comparte este criterio); la segunda tenía que ver que las deficiencias (si es que podemos llamarlas así) docentes podían ser subsanadas de manera práctica con el cúmulo de cursos que cada año las universidades dan a su planta docente precisamente con ese fin.

Siguiendo con el razonamiento anterior, el grado ideal para esta cuestión de la formación académica de un docente es el de doctorado (aunque el mínimo aceptable el de maestría), esto por la simple y sencilla razón del reconocimiento dado actualmente a la necesidad de innovar, de crear, de investigar, siendo requisito ineludible para ello el contar no solo con conocimientos especializados sino con el bagaje metodológico para la investigación que trae aparejado el contar con un posgrado sobre todo a nivel doctorado.

Por último, y esto es muy interesante, el grado sea de maestría o de doctorado debe tener validez y reconocimiento pues, como comentábamos en un artículo anterior,  esta misma exigencia (de contar con un posgrado) ha generado un mercado de venta de títulos sin validez por parte de empresas sin escrúpulos y de compra y ostentación de los mismos por parte de docentes sin valores ni ética, y peor aún, en algunos casos, con la connivencia de la universidad en la que están insertos.

Un posgrado para los docentes significa incrementar sus habilidades para realizar sus funciones de docencia, investigación y extensión; para una universidad implica incidencia favorable en el indicador de capacidad académica; y para la sociedad implica el contar con docentes altamente calificados que a través de la academia generen profesionistas de igual manera altamente calificados y generen y apliquen de manera innovadora el conocimiento.


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viernes, 21 de octubre de 2016

Capacidad, Competitividad e Innovación Académica 3 de 3


Una vez analizados en los dos artículos anteriores los conceptos de capacidad y  competitividad académica, los cuales se refieren a los recursos humanos y los  programas educativos de una universidad respectivamente, queda solo por abordar en este último artículo la cuestión relacionada con la innovación académica.

Según la “Guía para formular el Programa Integral de Fortalecimiento Institucional 2012-2013”, la innovación educativa engloba los cambios estratégicos que se implementan para mejorar la capacidad y competitividad académicas, así como de la gestión. Entre otros aspectos esto se refiere a cuestiones tales como la incorporación de enfoques y modelos educativos centrados en el aprendizaje, actualización y flexibilidad curricular, planes y programas educativos basados en competencias, competencias de los estudiantes y docentes para fomentar la internacionalización, enseñanza-aprendizaje de un segundo idioma, renovación de las prácticas docentes, investigación educativa para incidir en la superación del personal académico y el aprendizaje de los estudiantes, incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC´s) en apoyo al proceso educativo, establecimiento y operación de programas de atención individual o en grupo de estudiantes, establecimiento de planes de estudio menos recargados en horas-clase y más en la autonomía de los estudiantes para su aprendizaje, utilización de espacios virtuales para desarrollar competencias avanzadas para su uso, promover el desarrollo de habilidades en el manejo de las TIC´s, entre otros.

Incorporación de enfoques y modelos educativos centrados en el aprendizaje. Recientemente se han dejado de lado los modelos educativos que se centraban en la enseñanza (modelo tradicional) y donde el maestro era el centro del mismo por nuevos modelos que sitúan al alumno como centro del proceso y se enfocan más en su aprendizaje.

Actualización y flexibilidad curricular. La periodicidad (cada cuanto) en la actualización del currículo (materias y contenidos) así como el tener una seriación mínima de materias pretende por un lado contar con currículos al día y por otra minimizar al máximo los cuellos de botella que generan materias seriadas.

Planes y programas educativos basados en competencias. El enfoque de competencias (del cual ya hemos hablado) busca desarrollar en el alumno conocimientos, habilidades, actitudes y valores susceptibles de ser evaluados a través de productos profesionales y disciplinarios tangibles.

Competencias de los estudiantes y docentes para fomentar la internacionalización. En un mundo global, aspectos tales como valores, apertura, multiculturalismo, aprendizaje intercultural pueden coadyuvar a la inserción exitosa de los futuros profesionistas.

Enseñanza-aprendizaje de un segundo idioma. Aunado a lo anterior, la incorporación del aprendizaje de una segunda lengua como parte del proceso formativo del profesionista permitirá que éste pueda contar con la herramienta básica de la comunicación internacional.

Renovación de las prácticas docentes. Tiene que ver lo mismo con la manera de pensar del docente que con las actividades que éste realiza como tal al estar frente de una materia. La actualización constante tanto metodológica como disciplinaria permite pensar en nuevas formas de abordar los temas de curso.

Investigación educativa para incidir en la superación del personal académico y el aprendizaje de los estudiantes. Con relación al punto anterior, los problemas naturales relacionados con el proceso formativo deben ser respondidos a través de investigación seria y metodológicamente objetiva que permita generar soluciones viables y pertinentes.


Incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación en apoyo al proceso educativo. Las tecnologías han venido a revolucionar la manera de ser y relacionarse en el mundo, de la misma forma su incorporación en los procesos formativos permite salvar cuestiones de asincronía temporal y limitaciones geográficas.

Establecimiento y operación de programas de atención individual o en grupo de estudiantes. La tutoría tanto disciplinaria como académico-administrativa  es vista como parte del proceso del alumnado buscando con ello el óptimo aprovechamiento de su paso por la universidad.

Establecimiento de planes de estudio menos recargados en horas-clase y más en la autonomía de los estudiantes para su aprendizaje. La dinámica del mundo actual obliga a pensar en procesos de enseñanza-aprendizaje flexibles y que al mismo tiempo sienten las bases tanto del auto-aprendizaje como del aprendizaje durante toda la vida, una manera de hacer esto es generando en el alumno las condiciones para hacerlos autónomos.

Utilización de espacios virtuales para desarrollar competencias avanzadas para su uso. La incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación en apoyo al proceso educativo obliga a generar espacios virtuales (plataformas) que permitan soportar el proceso relacionado con el uso de las TIC´s.

Promover el desarrollo de habilidades en el manejo de las TIC´s. Como requisito y consecuencia lógica de varios de los puntos vistos, el desarrollo de habilidades en el manejo de las TIC´s se vuelve una variable necesaria del proceso formativo mismo.

Con este último artículo cerramos esta serie de tres dedicada a la Capacidad, Competitividad e Innovación Académica. En la medida que las universidades tiendan a la excelencia en estos tres aspectos, su impacto en la formación de profesionistas garantizará que éstos se inserten con éxito en un mundo cada vez más globalizado y competitivo.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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