viernes, 28 de octubre de 2016

Profesores con posgrado


Cuando de educación hablamos, sobre todo de educación universitaria, una exigencia actual de la misma es el nivel académico que tenga su planta docente ya que la lógica elemental señala que el último grado académico que haya alcanzado un docente puede servir de referente tanto para la calidad de los trabajos que realice como parte de sus labores en la universidad como para promover el incremento del grado académico entre sus alumnos, estos dos aspectos fomentan el capital intelectual no solo de las instituciones sino también de la sociedad.

En un artículo anterior señalábamos que un indicador de capacidad académica tiene que ver con el nivel académico adquirido por los docentes, considerando que si se cuenta con un posgrado se tiene una expectativa de desempeño, al menos académicamente hablando, de mayor especialización.

Es por ello que durante muchos años la orientación principal del posgrado ha sido la formación de profesores, siendo esta tendencia sobre todo a partir de la década de los noventas. El Programa Nacional de Superación del Personal Académico (SUPERA) y el Programa de Desarrollo del Profesorado (PRODEP) se encargaron de promover en la década de los años noventa la elevación de las calificaciones del profesorado de licenciatura. Según datos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, en la actualidad, cerca de la cuarta parte del personal docente cuenta con algún tipo de formación de posgrado: el 6% tiene título de especialista como nivel máximo de estudios, el 15% de maestría y el tres por ciento de doctorado, si bien esta tendencia va a la alza aún hay mucho por hacer.

En este sentido hay que señalar que no se trata solo de tener por tener un posgrado sino que necesariamente el posgrado debe ser pertinente, es decir, en el área de conocimiento donde se desempeñe el docente. En una ocasión platicando con un profesionista cuya formación es en economía, me comentaba que su interés era entrar en la planta docente universitaria y que para ello estaba pensando que, como ya tenía una licenciatura en economía, completar su perfil para la planta docente estudiando un posgrado en el área de la docencia. Mi comentario fue completa y totalmente en sentido contrario, es decir, que si quería entrar a una universidad como profesor que mejor consiguiera un posgrado en su disciplina y para ello le argumenté dos cosas: la primera tenía que ver que contrariamente a lo que él creía, perdería especialización pues tendría una licenciatura en economía y un posgrado en educación, siendo que no se especializaría en ninguno de los dos (de hecho Promep comparte este criterio); la segunda tenía que ver que las deficiencias (si es que podemos llamarlas así) docentes podían ser subsanadas de manera práctica con el cúmulo de cursos que cada año las universidades dan a su planta docente precisamente con ese fin.

Siguiendo con el razonamiento anterior, el grado ideal para esta cuestión de la formación académica de un docente es el de doctorado (aunque el mínimo aceptable el de maestría), esto por la simple y sencilla razón del reconocimiento dado actualmente a la necesidad de innovar, de crear, de investigar, siendo requisito ineludible para ello el contar no solo con conocimientos especializados sino con el bagaje metodológico para la investigación que trae aparejado el contar con un posgrado sobre todo a nivel doctorado.

Por último, y esto es muy interesante, el grado sea de maestría o de doctorado debe tener validez y reconocimiento pues, como comentábamos en un artículo anterior,  esta misma exigencia (de contar con un posgrado) ha generado un mercado de venta de títulos sin validez por parte de empresas sin escrúpulos y de compra y ostentación de los mismos por parte de docentes sin valores ni ética, y peor aún, en algunos casos, con la connivencia de la universidad en la que están insertos.

Un posgrado para los docentes significa incrementar sus habilidades para realizar sus funciones de docencia, investigación y extensión; para una universidad implica incidencia favorable en el indicador de capacidad académica; y para la sociedad implica el contar con docentes altamente calificados que a través de la academia generen profesionistas de igual manera altamente calificados y generen y apliquen de manera innovadora el conocimiento.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/lraV0jVPC58

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viernes, 21 de octubre de 2016

Capacidad, Competitividad e Innovación Académica 3 de 3


Una vez analizados en los dos artículos anteriores los conceptos de capacidad y  competitividad académica, los cuales se refieren a los recursos humanos y los  programas educativos de una universidad respectivamente, queda solo por abordar en este último artículo la cuestión relacionada con la innovación académica.

Según la “Guía para formular el Programa Integral de Fortalecimiento Institucional 2012-2013”, la innovación educativa engloba los cambios estratégicos que se implementan para mejorar la capacidad y competitividad académicas, así como de la gestión. Entre otros aspectos esto se refiere a cuestiones tales como la incorporación de enfoques y modelos educativos centrados en el aprendizaje, actualización y flexibilidad curricular, planes y programas educativos basados en competencias, competencias de los estudiantes y docentes para fomentar la internacionalización, enseñanza-aprendizaje de un segundo idioma, renovación de las prácticas docentes, investigación educativa para incidir en la superación del personal académico y el aprendizaje de los estudiantes, incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC´s) en apoyo al proceso educativo, establecimiento y operación de programas de atención individual o en grupo de estudiantes, establecimiento de planes de estudio menos recargados en horas-clase y más en la autonomía de los estudiantes para su aprendizaje, utilización de espacios virtuales para desarrollar competencias avanzadas para su uso, promover el desarrollo de habilidades en el manejo de las TIC´s, entre otros.

Incorporación de enfoques y modelos educativos centrados en el aprendizaje. Recientemente se han dejado de lado los modelos educativos que se centraban en la enseñanza (modelo tradicional) y donde el maestro era el centro del mismo por nuevos modelos que sitúan al alumno como centro del proceso y se enfocan más en su aprendizaje.

Actualización y flexibilidad curricular. La periodicidad (cada cuanto) en la actualización del currículo (materias y contenidos) así como el tener una seriación mínima de materias pretende por un lado contar con currículos al día y por otra minimizar al máximo los cuellos de botella que generan materias seriadas.

Planes y programas educativos basados en competencias. El enfoque de competencias (del cual ya hemos hablado) busca desarrollar en el alumno conocimientos, habilidades, actitudes y valores susceptibles de ser evaluados a través de productos profesionales y disciplinarios tangibles.

Competencias de los estudiantes y docentes para fomentar la internacionalización. En un mundo global, aspectos tales como valores, apertura, multiculturalismo, aprendizaje intercultural pueden coadyuvar a la inserción exitosa de los futuros profesionistas.

Enseñanza-aprendizaje de un segundo idioma. Aunado a lo anterior, la incorporación del aprendizaje de una segunda lengua como parte del proceso formativo del profesionista permitirá que éste pueda contar con la herramienta básica de la comunicación internacional.

Renovación de las prácticas docentes. Tiene que ver lo mismo con la manera de pensar del docente que con las actividades que éste realiza como tal al estar frente de una materia. La actualización constante tanto metodológica como disciplinaria permite pensar en nuevas formas de abordar los temas de curso.

Investigación educativa para incidir en la superación del personal académico y el aprendizaje de los estudiantes. Con relación al punto anterior, los problemas naturales relacionados con el proceso formativo deben ser respondidos a través de investigación seria y metodológicamente objetiva que permita generar soluciones viables y pertinentes.


Incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación en apoyo al proceso educativo. Las tecnologías han venido a revolucionar la manera de ser y relacionarse en el mundo, de la misma forma su incorporación en los procesos formativos permite salvar cuestiones de asincronía temporal y limitaciones geográficas.

Establecimiento y operación de programas de atención individual o en grupo de estudiantes. La tutoría tanto disciplinaria como académico-administrativa  es vista como parte del proceso del alumnado buscando con ello el óptimo aprovechamiento de su paso por la universidad.

Establecimiento de planes de estudio menos recargados en horas-clase y más en la autonomía de los estudiantes para su aprendizaje. La dinámica del mundo actual obliga a pensar en procesos de enseñanza-aprendizaje flexibles y que al mismo tiempo sienten las bases tanto del auto-aprendizaje como del aprendizaje durante toda la vida, una manera de hacer esto es generando en el alumno las condiciones para hacerlos autónomos.

Utilización de espacios virtuales para desarrollar competencias avanzadas para su uso. La incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación en apoyo al proceso educativo obliga a generar espacios virtuales (plataformas) que permitan soportar el proceso relacionado con el uso de las TIC´s.

Promover el desarrollo de habilidades en el manejo de las TIC´s. Como requisito y consecuencia lógica de varios de los puntos vistos, el desarrollo de habilidades en el manejo de las TIC´s se vuelve una variable necesaria del proceso formativo mismo.

Con este último artículo cerramos esta serie de tres dedicada a la Capacidad, Competitividad e Innovación Académica. En la medida que las universidades tiendan a la excelencia en estos tres aspectos, su impacto en la formación de profesionistas garantizará que éstos se inserten con éxito en un mundo cada vez más globalizado y competitivo.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/DzkYLGZtMMQ

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viernes, 14 de octubre de 2016

Capacidad, Competitividad e Innovación Académica 2 de 3


En el artículo anterior vimos cómo es que la capacidad académica se refiere a los recursos humanos con que cuenta una universidad y cuyos indicadores nos hablan del nivel de desarrollo, compromiso y productividad, pero de la misma forma se requieren programas educativos reconocidos y acreditados, esto lo abordaremos en la presente entrega que se refiere precisamente a la competitividad académica.

La competitividad académica está referida principalmente a la calidad de los programas educativos con que cuenta una universidad, en ese sentido como tal, la competitividad académica complementa a la capacidad académica ya que no solo se trata de tener personal con altos niveles de desarrollo, compromiso y productividad sino que la interacción del proceso educativo sustentada en los programas educativos sea un reflejo de esto.

La acreditación de los programas educativos se basa en la premisa de que los programas educativos garanticen estándares de calidad que permitan inferir que la formación recibida es del nivel requerido, para ello se analizan diferentes variables como infraestructura, personal académico, productividad académica, procesos académicos y administrativos, etc.

Para ello se han creado organismos certificadores que avalan la calidad de los procesos formativos en las universidades. En México existen 26 organismos no  gubernamentales, especializados y facultados para acreditar la calidad de los programas académicos que se imparten en las instituciones de educación superior en sus diferentes disciplinas, como por ejemplo el  Consejo de Acreditación en la Enseñanza de la Contaduría y Administración, A.C. (CACECA), el Consejo de Acreditación de la Enseñanza de la Ingeniería, A.C. (CACEI), el Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología (CNEIP) o el Consejo Nacional de Educación de la Medicina Veterinaria y Zootecnia (CONEVET) entre otros.

La competitividad académica, por lo tanto, hace las inferencias contenidas en los siguientes análisis: Porcentaje de programas educativos (PE) evaluables de buena calidad, porcentaje de matrícula atendida en PE evaluables de buena calidad,  porcentaje de estudiantes que reciben tutoría, tasa de egreso por cohorte, tasa de titulación por cohorte, índice de satisfacción de empleadores e índice de satisfacción de egresados.

Porcentaje de PE evaluables de buena calidad. Cuando un programa no es de nueva creación y cuando existe un organismo que lo pueda acreditar, este indicador señala precisamente la proporción que existe entre los programas educativos susceptibles de ser evaluados y aquellos que ya han sido acreditados.

Porcentaje de matrícula atendida en PE evaluables de buena calidad. Este indicador va de la mano con el anterior y parte del supuesto que, a menos que todos los programas educativos de una universidad estén acreditados, es necesario conocer la proporción de alumnos que estudian en programas acreditados. Ya que no es lo mismo señalar, por ejemplo, que una universidad cuenta con un 90% de sus programas educativos acreditados pero que el 20, 30 o 40% de sus alumnos estudian en ese 10% de programas que no están acreditados.

Porcentaje de estudiantes que reciben tutoría. La tutoría implica un acompañamiento del estudiante durante su proceso formativo. Este indicador muestra la proporción de estudiantes que reciben ese acompañamiento.

Tasa de egreso por cohorte. Este indicador nos señala cuantos de los alumnos que ingresan generacionalmente egresan en tiempo y forma. Un mal indicador cuando las tasas están muy bajas ya que implica que hay rezago en cuanto al egreso con lo cual no se cierra el ciclo formativo.

Tasa de titulación por cohorte. Una cosa es egresar y otra titularse. El egreso no formaliza la acreditación de grados por lo que es necesaria la titulación para tal efecto, cuando este indicador esta bajo implica que los procesos no generan profesionistas que legalmente puedan ostentarse como tales, y ya que el proceso universitario tiende a esto es una falla considerable.

Índice de satisfacción de empleadores. Finalmente todo lo anterior (incluyendo la capacidad académica), está en función de formar profesionistas con los conocimientos, habilidades, actitudes y valores para desempeñarse con éxito en el mundo actual, esto último lo señalan finalmente los empleadores por lo que este indicador señala el nivel en el cual se cumple la función primordial del proceso formativo. Como se señalo en una ocasión en otro artículo, si la universidad es juez y parte en la evaluación de este proceso (es decir, si ella misma es la que evalúa este indicador), no hay garantía de objetividad en sus resultados.

Índice de satisfacción de egresados. No menos importante es la opinión que los egresados puedan tener del proceso formativo, después de ello, ellos son quienes lo viven, de ahí que este indicador puede dar pautas de mejora continua del proceso mismo.

Como vimos en este artículo, la calidad de los programas educativos es parte de una búsqueda constante para garantizar la formación del profesionista, su inserción exitosa en el mundo globalizado actual y  la detección de áreas de oportunidad para la mejora de los procesos formativos. En la siguiente y última entrega abordaremos el tema de la innovación académica.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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viernes, 7 de octubre de 2016

Capacidad, Competitividad e Innovación Académica 1 de 3


La dinámica competitiva del mundo actual ha obligado a las naciones a replantear sus procesos con la finalidad de participar de lleno en este mundo globalizado, el sector educativo no ha quedado exento de esta dinámica siendo que las economías han abordado de manera diferente las formas de adecuar sus sistemas a los requerimientos actuales, en México, el esfuerzo de las universidades se ha enfocado a elevar la capacidad, la competitividad y la innovación académica. En este primera entrega de tres abordaremos lo referido a la capacidad académica.

La capacidad académica de una Universidad, según lo define el Programa Integral de Fortalecimiento Institucional (estrategia de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para apoyar a las Instituciones de Educación Superior (IES) a lograr mejores niveles de calidad en sus programas educativos y servicios que ofrecen),  está en función de la fortaleza de su planta académica y del grado de consolidación de sus Cuerpos Académicos (CAs).

De la misma forma, lo anterior ha generado indicadores muy puntuales para evaluar el nivel de capacidad académica institucional: porcentaje de Profesores de Tiempo Completo (PTC) con posgrado, porcentaje de PTC con perfil deseable, porcentaje de PTC adscritos al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), y número de cuerpos académicos en consolidación o consolidados.

Porcentaje de Profesores de Tiempo Completo (PTC) con posgrado. Un indicador de capacidad académica tiene que ver con el nivel académico adquirido por los docentes, considerando que si se cuenta con un posgrado se tiene una expectativa de desempeño, al menos académicamente hablando, de mayor especialización. En este sentido hay que señalar que no se trata solo de tener por tener un posgrado sino que necesariamente el posgrado debe ser pertinente, es decir, en el área de conocimiento donde se desempeñe el docente. El grado ideal para este indicador es el de doctorado y el mínimo aceptable el de maestría. Y de la misma forma el grado debe tener validez y reconocimiento pues esta misma exigencia (del grado, vaya) ha generado un mercado de venta de títulos sin validez por parte de empresas sin escrúpulos y de compra y ostentación de los mismos por parte de docentes sin valores ni ética.

Porcentaje de PTC con perfil deseable. La idea de un docente universitario es la de alguien comprometido con la enseñanza, con la investigación y con la difusión del conocimiento, cuando un docente equilibra sus diferentes actividades puede acceder a otro programa de la SEP llamado Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep) para obtener su reconocimiento del perfil deseable. Esto se hace participando en las convocatorias Promep y anexando las evidencias para ello. De la misma forma las evidencias deben ser pertinentes para garantizar un perfil deseable real.

Porcentaje de PTC adscritos al Sistema Nacional de Investigadores (SNI). La conclusión lógica de quien tiene un buen nivel (señalado con los dos puntos anteriores, y entendiendo por “buen nivel” la pertinencia del mismo), es que su trabajo debe ser de tal exigencia que sea capaz de participar en lo que se conoce como el Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Curiosamente ahí es donde muchos se quedan en el umbral con lo que sus “investigaciones” pueden ser cuestionadas ya que el SNI es el foro por excelencia para la evaluación de los trabajos de investigación, siendo que si un docente que investiga (lo cual es requisito para quien tiene el grado de doctorado) no es capaz de entrar al SNI entonces su desempeño puede señalarse como cuestionable.

Número de cuerpos académicos en consolidación o consolidados. Los tres indicadores anteriores se refieren al docente como individuo, este indicador se refiere al docente como parte de un grupo afín, la definición oficial de estos es que se trata de grupos de profesores de tiempo completo que comparten una o varias Líneas de Generación o Aplicación Innovadora del Conocimiento (investigación o estudio) en temas disciplinares o multidisciplinares y un conjunto de objetivos y metas académicas y que adicionalmente atienden los programas educativos (PE) afines a su especialidad en varios niveles. Si bien un cuerpo académico puede estar en formación (estadio inicial) los estadios de en consolidación o consolidados son los que tienen peso para evaluar la capacidad académica.

Un cuerpo académico estará en consolidación cuando más de la mitad de sus integrantes tiene la máxima habilitación (doctorado) y cuenta con productos de generación y/o aplicación innovadora del conocimiento, una mayoría de sus integrantes tiene reconocimiento del perfil deseable, participan conjuntamente en líneas de generación o aplicación innovadora del conocimiento bien definidas, más de la mitad de quienes lo integran cuentan con amplia experiencia en docencia y en formación de recursos humanos y colaboran con otros CAs.

Un cuerpo académico estará consolidado cuando casi la totalidad de sus integrantes tienen la máxima habilitación académica (doctorado) que los capacita para generar y/o aplicar innovadoramente el conocimiento de manera independiente, sus integrantes cuentan con amplia experiencia en docencia y en formación de recursos humanos, la casi totalidad cuenta con el reconocimiento de perfil deseable por parte de PROMEP, los integrantes tienen un alto compromiso con la institución, sus integrantes colaboran entre si y su producción es evidencia de ello, demuestran una intensa actividad académica manifiesta en congresos, seminarios, mesas y talleres de trabajo, etc. de manera regular y frecuente, tienen una intensa vida colegiada y sostienen una intensa participación en redes de intercambio académico, con sus pares en el país y en el extranjero, así como con organismos e instituciones nacionales y del extranjero.

La capacidad académica, como hemos visto, se refiere a los recursos humanos con que cuenta una universidad y cuyos indicadores nos hablan del nivel de desarrollo, compromiso y productividad, pero de la misma forma se requieren programas educativos reconocidos y acreditados, esto lo veremos en la siguiente entrega en la que hablaremos sobre la competitividad académica.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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