viernes, 31 de agosto de 2018

Proceso sancionador universitario: En busca de justicia y legalidad



Las universidades como conglomerados sociales están sujetos a reglas comunitariamente aceptadas contendidas en sus normatividades, reglas que para efecto de obligatoriedad contienen sanciones explícitamente establecidas cuando de violación a las mismas se trata pero que de igual forma deben contener procesos que a todos los implicados les de certeza jurídica de que la justicia y la legalidad prevalecen siempre y en todo momento.

Una de las obligaciones que tienen las autoridades universitarias, y bien podría señalar que es una de las obligaciones más pesadas y menos comprendidas por el alto contenido emocional que implica, es la imposición de sanciones a los integrantes de la comunidad universitaria que violen las normas que se han establecido y que rigen la vida interna institucional.

Esa pesadez y esa incomprensión, si bien son naturales en el grueso universitario ya que están en función de lo que la comunidad puede considerar una acción correcta o no, puede clarificarse de tal manera que todo el proceso garantice en todo momento un sentido de objetividad que asimismo garantice prevalezca la justicia y la legalidad que se persigue.

Quiero poner esto bien claro: si no hay garantías de lo anteriormente comentado no solo la percepción social universitaria es la que duda del proceso y sus resultados sino que incluso puede servir de soporte para excesos en la autoridad, excesos que escudándose en esa obligación sancionadora que tienen como parte de su investidura busquen a través de ella la venganza, el sometimiento, o la sujeción.

¿Qué impediría a una autoridad a exagerar, por no decir inventar, las acciones que busca sancionar imponiendo sanciones que dada estas circunstancias serían a todas luces no solo ilegales sino injustas? Si no hay un marco que garantice esa objetividad la respuesta es nada.

Ahora bien, he mencionado reiteradamente la palabra objetividad pero quiero señalar que esto es más bien una intención que debe prevalecer en todo lo que se considere en un proceso sancionador como el que estamos mencionando, una intención más que una meta, ¿por qué? porque toda acción humana basada en la conducta es imposible analizarla desde un punto de vista que se revista de una objetividad total, pero al menos eso debe ser lo deseable.

Para quien no esté de acuerdo con la aseveración anterior les pido hagan la siguiente prueba: la siguiente vez que comenten con un grupo de amigos algo que consideren incorrecto (del mundo de la política, los negocios, la sociedad) vean cómo es que hay sobre el mismo caso posturas diferentes y en muchos casos divergentes. Reitero: la valoración que hacemos las personas de las acciones de los demás reviste siempre un margen de subjetividad.

Pero bueno, esta subjetividad inherente a nuestra interpretación de los hechos es la que debe ser acotada al máximo en un proceso sancionador como el mencionado y la manera de hacer esto es buscar que diferentes instancias y diferentes actores participen en los procesos para garantizar que exista un consenso más que una opinión que se imponga.

En una universidad, buscando esto, se creó una instancia que a manera de comisión deliberativa auxiliaría al Rector en la imposición de las sanciones, solo que esa comisión se integraba ¡por elementos propuestos por el Rector mismo! De inicio y aunque no sea así no hay una  percepción de esa objetividad deseada.

Opciones hay muchas. Por ejemplo que en el caso anterior no fuera una comisión propuesta por el mismo Rector sino a propuesta de instancias institucionales o que cada caso integrara una comisión donde el que señala y el que es señalado pudiera inconformarse hasta en un 30% con la integración de la misma, o procesos que deban cumplimentarse a cabalidad antes de sancionar, e incluso la opción de dirimir el problema en instancias ajenas a la institución antes de proceder con alguna sanción. Y esto por mencionar solo algunas ideas.

En otras ocasiones he señalado que no se puede educar para la paz con lecciones de injusticia e impunidad, pero de la misma forma no podemos esperar una sociedad donde impere la justicia y la legalidad cuando los procesos universitarios sancionadores no den garantías en exceso, si se quiere decir así, de que éstos son del todo objetivos e imparciales.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/pEzrpw_VVWI


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viernes, 24 de agosto de 2018

El valor agregado de las carreras con especialización



Los retos que enfrentan los sistemas formativos de nuestras instituciones de educación superior las someten a presiones relacionadas con la relevancia, coherencia y pertinencia de los mismos, relevancia, coherencia y pertinencia que exige de ellos profesionistas cada vez más capaces, competentes e innovadores, siendo una opción de valor agregado la oferta educativa que contenga áreas de especialización.

La manera exponencial en que el conocimiento se ha acrecentado en las últimas décadas ha generado una tendencia en el ejercicio profesional que orilla al profesionista a un nivel de especialización que ya no solo toca áreas sino incluso temáticas. Así, por ejemplo, un Contador Público ya no solo puede decir que es especialista en cuestiones fiscales sino incluso puede especializarse más y señalar el enfoque hacia impuestos federales, estatales, locales o sectoriales. Este mismo ejercicio pudiéramos hacerlo para casi todas las profesiones.

La educación superior hasta hace poco tenía, y en muchos casos sigue teniendo, un enfoque generalista, es decir, al futuro profesionista se le daban los conocimientos y se buscaban desarrollar en él las habilidades, actitudes y valores, para que de una forma general pudiera desempeñar su profesión, estando en él, y en su ejercicio profesional, la especialización que una vez egresado pudiera tener.

Este enfoque es válido, no estoy diciendo que no, lo único que quiero poner sobre la mesa es la necesidad creciente del mercado laboral para que el egresado ya no se generalista sino que desde su egreso tenga una especialización. Lo cual no es descabellado.

Si el alumno, futuro profesionista, no tuviera noción alguna del mercado laboral pudiera uno aducir que ese desconocimiento lo pudiera orillar a tomar una especialización que no correspondiera con sus deseos o necesidades ya como profesionista, pero ese mismo argumento queda sin valor cuando se pone de frente con la elección de una carrera por parte del joven el cual al ingresar a una universidad tienen mucho menos noción de lo que va a estudiar comparado esto con el que estando por egresar selecciona en su carrera una especialización.

Por otro lado tenemos la cuestión de las cientos de horas de práctica profesional que ahora todas las universidades tienen y que, aunado al conocimiento así como las habilidades, actitudes y valores que fue adquiriendo/desarrollando durante las clases de su carrera, lo habilitan para estar en posibilidad de decidir al final de su formación un área de especialización.

Esta especialización pusiera ser una materia, cuando mucho dos, donde se dieran contenidos y práctica de una temática en específico de su programa de estudios que tuviera un referente de completa aplicabilidad con la realidad, casi casi como un ejercicio profesional pero bajo la guía de un especialista que busca formar en el futuro profesionista la especialización de la que estamos hablando.

Sé que algunos al leer esto señalarán las materias terminales donde de  una u otra forma según ellos hay una dinámica parecida a lo que aquí se señala, y tal vez tengan razón, pero ¿dónde está la formalización de esa especialización?, es decir, el futuro profesionista termina su carrera con un título y punto, no hay un documento adicional sea constancia, reconocimiento o como se le quiera llamar que señale que este egresado, además del título que posee, también ha demostrado tener los conocimientos, habilidades, actitudes y valores para obtener un papel que formalmente señale esto.

Como una alegoría siempre señalo que la pregunta del mercado laboral debe ser escuchada por las universidades antes de proceder a dar una respuesta, es decir, que lo que se requiere y es demandado de un profesionista debe estar siempre en consideración por nuestras instituciones de educación superior para ofrecer procesos formativos relevantes, coherentes y pertinentes que den como resultados profesionistas capaces, competentes e innovadores, lo cual puede abordarse con la formalización de especializaciones como parte del proceso terminal de una carrera profesional.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/UBJXl9KlxRA


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viernes, 17 de agosto de 2018

La seriación de materias y la flexibilidad curricular



Los cambios que ha experimentado la sociedad han devenido en una serie de presiones a los sistemas educativos de nivel superior, presiones que tienen que ver con los grandes problemas que enfrentan tales como las altas tasas de deserción, los resultados insatisfactorios del aprendizaje, las limitaciones de recursos humanos y materiales, la débil articulación entre los niveles del sistema y de éste con el entorno (particularmente el mercado de trabajo), así como una escasa producción de conocimientos para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje, todo lo cual tiene una relación de una forma u otra con la cuestión de la seriación de materias y la flexibilidad curricular.

Los problemas que enfrentan los sistemas educativos a nivel superior podemos decir que tomaron a nuestras instituciones casi casi por sorpresa. En vez de hablar de cambios paulatinos en muchos casos estos cambios fueron de golpe afectando el proceso formativo mismo de una generación a otra.

Sin hacer una extensa reflexión sobre las dinámicas de estos problemas, podemos decir que una forma que se concluyó que podían abordarse era a través de flexibilizar la curricula.  Esta conclusión surgió al ver la cantidad de gente que desertaba, que no podía seguir sus estudios, porque la dinámica de seriación prácticamente le hacía imposible formular de manera personal la cantidad de materias a llevar así como decidir cuáles serían estas, esto también afectaba los resultados del aprendizaje e impedía la integración temprana del futuro profesionista con el mercado laboral.

La flexibilización, se pensó, permitiría que cada quien generara la carga académica que pudiera y que quisiera llevar, implicaba de la misma forma un reconocimiento a las motivaciones personales de cada quien con lo que los resultados académicos esperados buscaban ser mejores y permitían que quien quisiera ingresar tempranamente al mercado laboral pudiera hacerlo enriqueciendo así su proceso formativo e incluso retroalimentado al mismo.

Desafortunadamente estas buenas intenciones quedaron en muchos casos en papel ya que su aplicación fue totalmente diferente. Por ejemplo, en algunos casos se buscó esa flexibilización simplemente borrando en el papel las líneas que indicaban seriaciones de materia, pero estableciendo en sistemas candados que impedían al alumno inscribirse en tal o cual materia hasta no hubiese aprobado esta o aquella.

De la misma forma en otras universidades esta flexibilización (eliminar seriaciones) no se acompañó de modificación a los contenidos de los programas de curso con lo que el alumno, aunque en efecto podía inscribirse en las materias que quisiese, en muchas ocasiones no contaba con los conocimientos previos que le permitiesen aprovechar dicha materia.

De manera personal estoy totalmente a favor de la flexibilización curricular entendida como la seriación al mínimo de las materias en un plan de estudio, pero de la misma forma acompaño esto con el requisito de que las materias no seriadas incorporen conocimientos y procesos formativos que garanticen la consecución de las competencias planteadas.

Una opción a esto es tener un nivel mínimo de materias al inicio que necesariamente sentaran las bases de todo el proceso formativo, de ahí eliminar seriaciones y que cada alumno haga de una manera dinámica su plan de estudios, pero, como siempre el gran pero, que cada materia considere al inicio una información-formación propedéutica que permita a quien opte por tal o cual materia, contando o no con conocimientos previos, adquirir lo necesario para aprovechar el curso.

La flexibilización curricular es sin duda un reto en nuestras instituciones de educación superior, pero si quienes colaboramos en las mismas no somos capaces de llevar adelante esto que se supone forma parte del quehacer que somos experto, ¿cómo nos vamos poder presentar ante la sociedad para proponer soluciones a los problemas que enfrenta?

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/El3rCMVB5MI


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viernes, 10 de agosto de 2018

Percepciones salariales de funcionarios universitarios: justas, legales y éticas



Las más nobles metas que persigue, o debería perseguir una universidad, nos  hablan que al frente de las mismas deben estar las personas que reúnan a satisfacción las condiciones de conocimiento, congruencia, compromiso y carácter, de ahí que las percepciones salariales que se les asignen deben estar en función de tres características: ser justas, ser legales y ser éticas.

Hace poco circuló una nota a nivel nacional donde se señalaba como es que tres rectores de universidades públicas ganaban sueldos por encima del de Presidente de la República, más allá de las implicaciones sociales que pudiera tener una información como ésta, están las implicaciones legales pues el artículo señalaba como es que la Constitución prohíbe a los funcionarios públicos (en el que caen los funcionarios de las universidades públicas) el devengar sueldos cuyo importe exceda el del Presidente de la República.

Cuando salió la nota ésta fue extensamente comentada, mientras unos validaban ese nivel de sueldos argumentando las responsabilidades que tienen los rectores de las universidades inherentes al puesto, otros por su parte defenestraban esa situación señalando las grandes carencias que enfrenta el pueblo y la fuente pública de los recursos de los que hablamos.

Sé que éste es un tema escabroso pues implica dinero, pero no solo dinero sino dinero que proviene del pueblo vía impuestos y que se canaliza a nuestras instituciones de educación superior vía participaciones federales y estatales, aún así la noticia mueve a reflexionar. A título personal, puedo señalar que en esto de las percepciones salariales de los funcionarios universitarios deben perseguirse tres fines: ser legales, ser justas y ser éticas.

Legales. La cuestión legal es algo que prioritaria y primeramente debe atenderse. Si el argumento esgrimido por el artículo en cuestión en cuanto a que como funcionarios públicos quienes trabajen como tales en una universidad no pueden devengar un sueldo por encima del de Presidente de la República, es válido éste debe atenderse. No podría pensar en ningún caso en que una universidad incumpliese una norma como lo es nuestra Constitución y aún así presentarse ante la comunidad como opción no solo para la formación de sus jóvenes, la investigación y desarrollo de soluciones innovadoras, o la extensión de la ciencia y la cultura, sino como líder para resolver los grandes retos que ese conglomerado social enfrenta.

Justa. Hay quienes ante noticias como ésta señalan unos niveles de sueldos que “deberían” percibir los funcionarios universitarios que más que justos mueven a risa. Entendamos una cosa: puestos con sueldos precarios dan lugar solo a que gente mediocre quiera acceder a ellos, ¿por qué? pues porque la gente más capaz siempre tendrá la forma de generar su propia riqueza no queriendo comprometerse con puestos que no pagaran ni lo que hacen, ni lo que logran, ni lo que realmente valen. De la misma forma el puesto por sí mismo lleva inherente obligaciones y responsabilidades que deben ser compensadas de una forma correcta para poder decir que esto es justo.

Ética. Con todo y todo no podemos dejar por fuera la cuestión ética. Ante las carencias que guardan en muchas ocasiones nuestras universidades y las comunidades en las que están insertas, la cuestión del nivel de percepciones salariales de los funcionarios públicos debe ser sensible a esas circunstancias y no lastimar al conglomerado social con percepciones salariales excesivas y por ende abusivas.

La solución a esto es sencilla. Existen servicios de consultoría especializados en diseño de puestos y asignación de percepciones salariales las cuales, considerando los tres elementos anteriores y desde una óptica objetiva, pueden determinar y proponer sobre bases firmes, justificables y entendibles los diferentes niveles de sueldos y prestaciones para los funcionarios universitarios.

La cuestión de las percepciones salariales de los funcionarios universitarios es compleja ya que obliga a balancear las tres variables relativas a lo legal, la justicia y la ética en una búsqueda que permita reconocer el desempeño de quienes ostentan los diferentes niveles de autoridad en nuestras instituciones de educación superior.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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