viernes, 26 de agosto de 2016

Valores Docentes 6 de 6: Transparencia


Hablando del valor de la rendición de cuentas, comentábamos en el artículo anterior que la misma es el referente por el cual un funcionario, un empresario, un político es evaluado durante su gestión al comparar los resultados obtenidos contra los resultados esperados. Cualquier autoridad, sea del nivel que sea, debe estar dispuesto a responder de sus actos y cuidar no solo el alcanzar las metas que se han establecido, sino alcanzarlas dentro de un ambiente de respeto, orden y legalidad. La rendición de cuentas es la manera es que se evalúan los dichos, es la manera tangible en que la capacidad de alguien es medida, y es el termómetro final al que confiadamente debe someterse quien de manera correcta hace las cosas

Continuando con nuestra serie dedicada a los valores docentes, en este último artículo hablaremos del valor de la transparencia.

La transparencia no es un acto de buena voluntad del funcionario sino una obligación mínima que debe mostrar durante su gestión ya que los recursos que administra no le pertenecen y su ejercicio debe soportar la prueba del escrutinio público para asegurar que su aplicación no responde a filias o fobias personales sino a un sentido de responsabilidad institucional. En la actualidad se ha avanzado mucho en este punto, pero hace falta avanzar más. Simulaciones para mantener información oculta de la sociedad a través de reservas o confidencialidades solo son entendibles en las personas o en aquellos que temen que sus fechorías salgan a la luz.

Cuando hablamos de transparencia hablamos que todos se den cuenta de lo que uno hace, claro que uno puede escudarse en que no hay norma que obligue a transparentar tal o cual proceso, pero solo estará evidenciando un miedo o una complicidad, por otra parte cuando sin que exista una norma coercitiva para la transparencia, ésta es promovida, estamos hablando de un compromiso más allá de lo legal y normativo, es decir, en el ámbito de lo ético y lo moral. Lo anterior se vuelve doblemente obligatorio (y doblemente meritorio) cuando hablamos de cosas publicas: gobierno, educación, liderazgos, todo ello son instancias públicas, no privadas, no susceptibles de esconderse, públicas, así que sus procesos, sus negociaciones, sus discusiones y sus resultados deben ser públicos, ¿de qué otra forma podremos sino evaluar a quien está al frente de esos procesos?

En la actualidad hemos avanzado bastante, antes no existía propiamente un derecho que el ciudadano pudiera ejercer para tener acceso a la información, hoy esto es un derecho constitucional.

El maestro puede hacer mucho primero, educando a los alumnos respecto de este derecho y más aún, de los postulados que permitieron su aplicación práctica normativa; y en segundo lugar, enseñando la manera de ejercitar el derecho para saber quién, como, con qué y para qué.

La transparencia busca hacernos a todos corresponsables de los desempeños pues unos operan, pero otros (o más bien todos) vigilan (o más bien vigilamos). De la misma forma la transparencia permite el reconocimiento al desempeño y el establecimiento de responsabilidades a quienes incurran en irregularidades.

En una ocasión, en una diferencia de criterios, un académico (así es, increíblemente un académico), me contra argumentaba que no era bueno que las cosas malas (sobre todo de una universidad) se hicieran públicas (¡aunque la universidad fuera pública!) pues a nadie beneficiaba el escándalo. Yo lo único que pude decirle es que si le molestaba tanto el ruido que se hacía al saberse cosas irregulares, debía buscar que los responsables pagaran, no quien había hecho públicas las irregularidades.

Tristemente siguen existiendo personas (e increíblemente académicos ¡quienes forman las futuras generaciones!) que con frases como "la ropa sucia se lava en casa" o "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra", busca que siga existiendo un sistema de opacidad donde impere la simulación y donde lo mismo lo bueno que lo malo no sea conocidos. Generalmente quien piensa así o tiene cola que le pise o tiene amigos nada honestos.

El verdadero docente ve la transparencia como un gran logro en la historia humana, con un derecho fundamental de las personas, y como una herramienta para la mejora social.

El verdadero docente, en toda la extensión de la palabra y considerando al docente como ese qué mediante la formación humana crea un mejor futuro, el verdadero docente no le teme a la transparencia sino que al contario, la promueve, la fomenta, la alienta, ya que ve en ella los beneficios de un sistema donde todos somos iguales y nadie es más como para no mostrar lo que hace y nadie es menos como para no exigir se le informe.

Con este artículo terminamos la serie de seis que hace tiempo iniciamos y como señalamos en el artículo que inicio todo, "Educar para Trascender", el docente debe ante todo reflejar en su persona y en su institución los mejores valores que desea ver reflejado en la sociedad: fortaleza, orden, y responsabilidad. Debe constantemente buscar crear una sociedad que fomente y permita el debate y el libre intercambio de las ideas, una sociedad que respete y promueva la justicia y la legalidad, una sociedad que reconozca el buen desempeño y se exija cada día más. Dicho de otra forma, una sociedad sustentada en la transparencia, el consenso, la inclusión, el compromiso, la rendición de cuentas y la cordialidad




Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/sG1DkG0C4Fg

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viernes, 19 de agosto de 2016

Valores Docentes 5 de 6: Rendición de cuentas


Hablando del valor de la inclusión, comentábamos en el artículo anterior que la  inclusión, vista como la apertura y la promoción a la participación de todos los integrantes de una comunidad independientemente de sus posturas, se sustenta en las premisas de la equidad y la justicia. Después de todo las divergencias en el pensar enriquecen las argumentaciones y permiten entre todos construir algo más grande al trabajar en conjunto por un proyecto común. La inclusión implica la valoración de posturas razonadas y sustentadas enmarcadas en la legalidad, la justicia y la veracidad, de ahí en fuera no puede haber inclusión que justifique minar la misma sociedad con posturas contrarias a esos principios

Continuando con nuestra serie dedicada a los valores docentes, en esta ocasión hablaremos del valor de la rendición de cuentas.

La rendición de cuentas es el referente por el cual un funcionario, un empresario, un político es evaluado durante su gestión al comparar los resultados obtenidos contra los resultados esperados. Cualquier autoridad, sea del nivel que sea, debe estar dispuesto a responder de sus actos y cuidar no solo el alcanzar las metas que se han establecido, sino alcanzarlas dentro de un ambiente de respeto, orden y legalidad. La rendición de cuentas es la manera es que se evalúan los dichos, es la manera tangible en que la capacidad de alguien es medida, y es el termómetro final al que confiadamente debe someterse quien de manera correcta hace las cosas.

La rendición de cuentas permite evaluar dos puntos nodales de quien se ostenta como líder: su capacidad para trazar metas y acciones para lograrlas, y su capacidad para realizar tales acciones y alcanzar la meta trazada. Si bien pareciera que se trata de lo mismo son dos cosas diferentes, la primera tiene que ver con la planeación estratégica (metas, objetivos, procesos, personas, recursos) y la segunda con la eficiente aplicación de todo lo anterior para alcanzar la meta fijada. Pero con todo, la rendición de cuentas va más allá ya que es un paso adicional a los dos anteriores (uno el planear, el otro el lograr), y este paso se refiere al informar.

Ahora bien, ese informar debe hacerse de manera objetiva, mensurable, y verificable. Es muy fácil que las personas se den cuenta cuando alguien blofea o más comúnmente, solo "echa rollo". Cuando lo que se dice no es tangible, medible o siquiera verificable, se está ante meras pretensiones de mostrarse como alguien de éxito sin que nada sustente eso.

Objetiva. Cuando mencionamos que la rendición de cuentas debe ser objetiva nos estamos refiriendo que la misma debe referirse a cosas concretas, no a ideas o conceptos abstractos que si bien pueden servir de referente inicial por su misma naturaleza no puede manejarse una evaluación del desempeño personal o grupal. Por ejemplo, no es lo mismo decir que se desarrollo la capacidad empresarial de una comunidad a decir que se establecieron empresas familiares con apoyos de microcréditos.

Mensurable. A la objetividad le debe ir aparejada la mensurabilidad de los logros obtenidos, si no hay una medición ¿cómo se va a evaluar un desempeño? Siguiendo el mismo ejemplo anterior, al logro del establecimiento de empresas familiares le faltaría señalar la cantidad de empresas establecidas. Es así como la mensurabilidad se refiere a la característica que otorga la valuación concreta de una meta alcanzada.

Verificable. La última característica de la rendición de cuentas y que concatena las dos anteriores, es la de la verificabilidad, si un desempeño es objetivo e incluso mensurable, pero no hay manera de verificarlo, queda en nada. La verificabilidad es la característica que permite revisar lo dicho y constatar lo señalado en una rendición de cuentas, de ahí que la información para ello debe estar disponible de otra forma el proceso de la rendición de cuentas queda trunco.

Ahora bien, y esto es muy importante, los logros de quien lidera procesos (sea éste un empresario, un político o un funcionario) siempre se sustenta en el trabajo que el equipo haya efectuado, es decir, se trata de la suma de los esfuerzos del equipo con el que cuenta, en ese sentido no todo el mérito le pertenece sino que el mismo es compartido por sus colaboradores.

El docente debe tener esto en mente ante los resultados académicos, ya que una parte dependerá de la labor que como tal efectúe, pero otra se referirá a las acciones que sus alumnos realicen, es así que todo desempeño grupal va aparejado por el trabajo de ambos actores: maestro y alumno.

Lo anterior es mucho muy importante pues señala claramente que una parte del esfuerzo corresponde al maestro pero otra es indiscutiblemente responsabilidad del alumno, siendo que si éste último no hace su parte no es responsabilidad del maestro sino una responsabilidad que debe cargar el alumno como tal.

La rendición de cuentas como valor se va conformando desde la escuela (y más aún desde el hogar) pues conlleva el carácter de aceptar la responsabilidad por las acciones propias y sus resultados. Como alumno, cargar sobre el maestro todas las responsabilidades por el mal desempeño de uno, solo muestra poco desarrollo del carácter como persona para responsabilizar a cada quien de sus acciones; es por ello que tanto el maestro como el alumno deben desarrollar lo que le corresponda y aceptar los resultados de sus acciones, después de todo eso se reflejará en su vida profesional.

Tomando este último punto, el de la vida profesional, la rendición de cuentas será un referente de la capacidad de la persona misma, y sí esta rendición de cuentas se efectúa de manera espontánea, es decir, si no se está obligado a ello, será doblemente meritorio ya que se efectuará sin que exista un elemento coercitivo para ello.

Por último, en su más alta concepción, la rendición de cuentas no solo debe referirse a lo logrado sino también a lo no alcanzado. Los errores, las faltas, o las metas no alcanzadas también deberían formar parte de esa rendición de cuentas, después de todo no siempre se tiene éxito en las acciones. Pero como dijimos, eso es en una alta concepción filosófica y moral, contentémonos con que al menos la rendición de cuentas se dé y que esta sea objetiva, mensurable y verificable.

En el siguiente artículo, el último de esta serie de seis, hablaremos del valor de la transparencia.




Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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viernes, 12 de agosto de 2016

Valores Docentes 4 de 6: Inclusión


Hablando del valor de la cordialidad, comentábamos en el artículo anterior que la cordialidad impone una doble exigencia para cualquier autoridad pues implica no solo lograr los objetivos y metas establecidos sino hacerlo de la mejor manera. La consideración, la atención, la cortesía, la tolerancia y el respeto marcan y determinan una congruencia ética y moral en el actuar definiendo a quien los vive no solo como autoridad sino como persona en toda su extensión. Ahora bien, esta cordialidad no implica solapamiento o complicidad, el querer "llevar la fiesta en paz" nos ha llevado a niveles de corrupción donde se ha privilegiado más el ser una buena persona que una persona honesta y capaz. Cordialidad sí, pero no a costa de la justicia y la legalidad. Continuando con nuestra serie dedicada a los valores docentes, en esta ocasión hablaremos del valor de la inclusión.

La inclusión, vista como la apertura y la promoción a la participación de todos los integrantes de una comunidad independientemente de sus posturas, se sustenta en las premisas de la equidad y la justicia. Después de todo las divergencias en el pensar enriquecen las argumentaciones y permiten entre todos construir algo más grande al trabajar en conjunto por un proyecto común. La inclusión implica la valoración de posturas razonadas y sustentadas enmarcadas en la legalidad, la justicia y la veracidad, de ahí en fuera no puede haber inclusión que justifique minar la misma sociedad con posturas contrarias a esos principios.

Esta definición conlleva cinco elementos clave: apertura, promoción, equidad, justicia, y valoración.

Apertura. Para que las diferentes partes que integran un sistema social se sientan alentadas a participar de inicio el primer paso debe darse de parte de quienes lideran esa sociedad, para ello deben explícitamente señalar su intención de abrirse para incluir todas las voces en las discusiones de temas que afecten a la comunidad, pero más allá de ello, demostrar con hechos que tal apertura es real y para ello las siguientes características serán las que permitan evaluar la honestidad de la postura. El docente inicia esto en el alumno cuando señala su intención de permitir las ideas que conlleven a mejorar el proceso enseñanza-aprendizaje, de la misma forma va inculcando en el alumno esa actitud para cuando a éste último le toque estar en posiciones de liderazgo.

Promoción. De nada sirve que quienes están al frente de procesos sociales, gubernamentales, o empresariales tengan la actitud de apertura cuando  no hay acciones de promoción que permitan a las personas participar en las decisiones, más que tener la puerta abierta (lo cual sería la imagen de apertura), deben buscarse los pretextos para que las partes sociales converjan y compartan sus ideas y opiniones. El docente cumple esta característica cuando fomenta el debate, cuando lleva a cabo mesas de discusión, cuando genera los espacios para el intercambio de opiniones dentro de un ambiente ordenado, con un proceso y un fin debido. De la misma forma ejercita al alumno para que, cuando a este último le toque estar en posiciones de liderazgo, sepa las formas en que puede promover la participación de quienes dependen de sus decisiones.

Equidad. Una vez dada la apertura por parte de quien está al frente de un proceso y haber fomentado la promoción en  los espacios debidos, la característica de equidad permitirá que todos participen en igualdad de posturas. Ojo con esto ya que no quiere decirse que todas las posturas y todos los argumentos tengan el mismo peso, ello llevaría a un estancamiento de posturas, lo que quiere decir es que el peso de los argumentos no estará en función de la persona que pondera tal o cual postulado sino que estará en función de los argumentos y las evidencias vertidas, lo cual nos lleva  a la característica de la justicia.

Justicia. La justicia implica dar a cada quien lo que se merece, y cuando de inclusión de trata, esto se refleja en conceder a cada argumento la razón que le corresponda en función de la estructura de sus ideas y de las evidencias mostradas. Es así como la equidad permitió que todos participaran en igualdad de condiciones, pero la justicia hará que la postura que tenga razón sea la que prevalezca. Esto último puede darse solo de dos maneras: o una de las posturas sale avante, o dado que las diferentes posturas tienen algo de razón (y por ende de valor) dan a lugar una postura convergente que permite incluir las diferentes participaciones, cuál de las dos maneras sea la que se llegue al final estará en función de la valoración dada.

Valoración. La valoración implica que las posturas razonadas y sustentadas serán evaluadas función de la legalidad, la justicia y la veracidad que presenten, de ahí en fuera no puede haber inclusión que justifique minar la misma sociedad con posturas contrarias a esos principios. Al igual que hemos señalado al hablar de otros valores docentes, no puede haber inclusión entre posturas ilegales, antiéticas o inmorales, de inicio la inclusión se condiciona a sí misma a que las posturas cumplan con los principios generales que buscan el bien común.

La inclusión parte del hecho de que en una sociedad somos diferentes, pero más que eso, somos valiosos. Las diferentes posturas vienen a enriquecer el quehacer comunitario permitiendo vislumbrar aristas que inicialmente no habían sido contempladas. Es así como la inclusión más que una concesión que nos quita, es un valor que nos enriquece.

En el siguiente artículo hablaremos del valor de la rendición de cuentas.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 5 de agosto de 2016

Valores Docentes 3 de 6: Cordialidad


Hablando del valor del consenso, comentábamos en el artículo anterior que el consenso es la plataforma que garantiza la viabilidad de los acuerdos ya que incorpora la mayoría de las pensamientos y voluntades expresados a través de la conciliación de diferentes posturas tomando como referente el bien común. Al mismo tiempo es el termómetro que permite evaluar la capacidad de quienes están al frente de actuar no solo como autoridad sino como líderes de opinión. En ese sentido hay que tener muy en claro que el consenso solo puede darse entre diversas posturas legales, éticas y morales, no puede buscarse consenso entre posturas que violenten algunas de las normas anteriores pues se estaría no ante un consenso sino ante una claudicación personal y social. En esta ocasión hablaremos sobre el valor de la cordialidad.

La cordialidad impone una doble exigencia para cualquier autoridad pues implica no solo lograr los objetivos y metas establecidos sino hacerlo de la mejor manera. La consideración, la atención, la cortesía, la tolerancia y el respeto marcan y determinan una congruencia ética y moral en el actuar definiendo a quien los vive no solo como autoridad sino como persona en toda su extensión. Ahora bien, esta cordialidad no implica solapamiento o complicidad, el querer "llevar la fiesta en paz" nos ha llevado a niveles de corrupción donde se ha privilegiado más el ser una buena persona que una persona honesta y capaz. Cordialidad sí, pero no a costa de la justicia y la legalidad.

Consideración. La consideración, como parte de la cordialidad, implica la empatía necesaria para entender al otro. Es ese esfuerzo por comprender las circunstancias que llevan a un pensar o actuar diferente para que, a partir de ahí, buscar las coincidencias que permitan llegar a los consensos. Consideración no significa concesión, el otro puede no tener toda la razón, pero entendiendo sus razones podemos llegar a acuerdos de beneficio mutuo.

Atención. La atención es base de las relaciones y por ende de la comunicación, es más que una cortesía con el interlocutor: es una necesidad para llevar a cabo el intercambio de ideas. Ahora bien, la atención debe ser recíproca, el otro en su momento también debe atender nuestros argumentos, de otra forma estaremos en un trabajo infructuoso donde más bien el otro espera ser atendido con la finalidad de que sus pensamientos sean aceptados.

Cortesía. La cortesía es necesaria, sobre todo cuando estamos ante posturas divergentes, con la finalidad de conducir el intercambio de ideas por caminos que permitan el consenso. El no levantar la voz, el no criticar agrestemente, el no descalificar a priori, es necesario pues de otra forma la parte sensible de la persona se siente atacada y la reacción natural es la defensa. La cortesía no significa ceder y aceptar, puede uno señalar firme pero cortésmente su desacuerdo e incluso mostrar los argumentos y evidencias para ello.

Tolerancia. La tolerancia implica apertura mental ante las diferencias sociales que como personas presentamos. Aceptemos una realidad: somos diferentes, y no solo físicamente sino mental, emocional e incluso espiritualmente hablando. La base de la sociedad es precisamente esa tolerancia que nos permite a los diferentes, vivir como iguales: iguales en derechos, iguales en oportunidades, iguales en dignidad. Ahora bien, tolerancia no es sinónimo de claudicación ante lo incorrecto, al contrario, implica que somos capaces de establecer bases comunes mínimas para la relación y a partir de ahí las diferencias son dables e incluso deseables.

A veces uno tiene la idea que cordialidad es "llevar la fiesta en paz", no exigir, ni pelear, ni señalar, ni proponer. Esa actitud más que mediocre es indigna de una persona pues por naturaleza misma estamos hechos para buscar ser cada vez mejores no cada vez peores. Si algo está mal es una obligación social, legal, ética y moral señalarlo, con consideración, atención, cortesía y tolerancia pero también con firmeza, con carácter, con valor.

El docente debe ser capaz de expresar en su decir y en su actuar esa firmeza, ese carácter, ese valor, pero también esa consideración, atención, cortesía y tolerancia; y de la misma forma debe tratar de inculcar en sus alumnos el valor de la cordialidad considerando que el único camino para ello es el dialogo objetivo sobre hechos para llegar a conclusiones correctas aplicables a la generalidad.

Nuestra primera obligación de cordialidad es ante nosotros mismos y la sociedad y solo puede haber cordialidad en una sociedad legal, ética y moral. Parámetros de referencia, como los que hemos señalado, existen, también las diferencias en su interpretación y aplicación se dan, por ello, con base en argumentos y evidencias se vislumbra quien tiene razón tomando como referencia el bien común.

En el siguiente artículo hablaremos del valor de la inclusión.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/2obN0nRkaxU

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