viernes, 24 de febrero de 2017

Líneas estratégicas de desarrollo de la educación superior (parte 3 de 8): pertinencia en relación con las necesidades del país


En la  colaboración anterior referida a la congruencia con su naturaleza académica se señaló que las funciones sustantivas de una universidad son la docencia, la investigación y la extensión, todas las demás iniciativas y proyectos estratégicos deberán supeditarse a estas funciones para así responder a la expectativa social que sobre las instituciones de educación superior se tiene. En la presente entrega abordaremos el postulado siguiente que se refiere a la pertinencia en relación con las necesidades del país.

La ANUIES, en su obra La Educación Superior en el Siglo XXI -Líneas estratégicas de desarrollo-(http://www.anuies.mx/servicios/d_estrategicos/documentos_estrategicos/21/sXXI.pdf), comenta en su tercer postulado orientador que se refiere a la pertinencia en relación con las necesidades del país que “la docencia, la investigación y la difusión deberán planearse y llevarse a cabo, buscando atender la problemática del entorno de cada una de las IES. Deberá evitarse, sin embargo, que la definición de las necesidades se limite a la continuación de tendencias pasadas o al estrecho ámbito de lo material y de utilidad inmediata. Por el contrario, su carácter de espacios donde se cultiva el conocimiento, hace que las mismas IES tengan un papel relevante en la identificación de necesidades, para definirlas con profundidad, en el marco de una visión creativa del desarrollo sustentable del país a largo plazo”.

Lo anterior tiene que ver con las cualidades de relevancia y coherencia que en otras ocasiones hemos comentado. La característica de relevancia obliga a hacer un análisis concienzudo para determinar qué es lo que se verá; es un hecho que en la actualidad el cúmulo de información es tal que prácticamente es imposible además de impráctico el tratar de ver, comprender y dominar todo en el restringido tiempo de que se dispone durante la formación, por lo que relevancia se enfoca en lo que realmente es importante en función de que genera las bases para el desarrollo subsecuente. En cuanto a pertinencia hay que entender que el proceso mismo –procedimientos, metodología y actividades- tenderá a reflejar las características y condiciones imperantes en la realidad, en el medio laboral-profesional.

Estas dos características, relevancia y pertinencia, deben incluirse como requisito de las funciones sustantivas de la universidad aunada a la coherencia entendiendo a ésta como ese retomar las características de la realidad contempladas en el concepto anterior y concatenarlas de tal manera que el desarrollo del proceso no atomice el desarrollo de competencias sino que las vaya integrando en un proceso cíclico, repetitivo y armónico.

El cumplimiento de lo anterior permitirá replicar no solo las condiciones laborales-profesionales a las cuales se enfrentarán los profesionistas, sino también los problemas y necesidades de la sociedad estando en posición de ofrecer soluciones innovadoras de alto valor agregado.

Las funciones sustantivas de una universidad, docencia, investigación y extensión, en relación con las necesidades del país, debe incorporar en sus procesos la relevancia, pertinencia y coherencia con la finalidad de que lo que haga no solo sea útil a una sociedad cada vez más ávida de respuestas y soluciones sino que le permita a ésta última dinamizar su potencial de desarrollo. En la siguiente entrega abordaremos el postulado que se refiere a la equidad.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/AaLiqrq1t3k

También puede descargarse gratis el poemario del mismo autor "Perfectos son tus caminos” -50 poemas en la línea del pensamiento cristiano-, desde www.rocefi.com.mx  (Menú “Libros” Sección “e-book gratis”)

viernes, 17 de febrero de 2017

Líneas estratégicas de desarrollo de la educación superior (parte 2 de 8): congruencia con su naturaleza académica


En la  colaboración anterior referida a la calidad e innovación se señaló que estos dos conceptos son parte de la respuesta de las instituciones de educación superior a los nuevos retos que enfrentan como parte de una sociedad cambiante y cada vez más exigente, pero también que esto no es toda la respuesta, hay otras, como el caso de la congruencia con su naturaleza académica, que abordaremos en la presente entrega.

La ANUIES, en su obra La Educación Superior en el Siglo XXI -Líneas estratégicas de desarrollo-(http://www.anuies.mx/servicios/d_estrategicos/documentos_estrategicos/21/sXXI.pdf), comenta en su segundo postulado orientador que se refiere a la congruencia con su naturaleza académica, que “las IES se caracterizan por su relación con el conocimiento básico o aplicado que generan, conservan y transmiten. La organización, los mecanismos de toma de decisión y los criterios de operación de las IES deben guardar congruencia con esa naturaleza. El deterioro a que se hizo alusión en el punto anterior estuvo también influenciado por la confusión de diversos actores en cuanto a la naturaleza de las IES. En ocasiones se propició que algunas instituciones asumieran papeles no compatibles con su naturaleza académica, como los de partido político, agencia de desarrollo o empresa productiva. El valor de lo académico, de la búsqueda de la verdad, se expresa en los tradicionales principios universitarios de pluralismo y libertad de cátedra e investigación. Las decisiones sobre docencia, investigación y difusión deben tomarse con el mayor rigor y con base en criterios académicos que deben predominar frente a otros de índole personal, política o ideológica”.

Ya en otras ocasiones hemos tenido oportunidad de hablar de las funciones sustantivas de la universidad, a saber docencia, investigación y extensión. Estas funciones sustantivas responden a su propia naturaleza donde el trabajar con el futuro deseado se vuelve clave pero desde el punto de vista del conocimiento: la formación implica transmisión del conocimiento (una transmisión, por cierto, que debe ser coherente, pertinente y relevante), la investigación implica la generación de nuevo conocimiento (conocimiento que de la misma forma debe ser pertinente y relevante); y la extensión implica que ambas funciones, formación e investigación, no se circunscriben única y exclusivamente a los linderos de la universidad sino que permean todos los estratos de la comunidad mejorándola de esta forma.

Tal como señala la ANUIES en el postulado de referencia, pensar en una universidad empresaria, constructora, desarrolladora, socializadora, implica no solo desvirtuar su papel sino ponerla en competencia con otras entidades, instituciones y organismos que tienen precisamente esa función.

Por otro lado las mismas funciones sustantivas, docencia, investigación y extensión, deben responder a cuestiones de mayor alcance y trascendencia que las personales, políticas o ideológicas, es decir, ser capaces de trascender el aquí y el ahora para ver en prospectiva con una visión de largo plazo y de largo alcance.

De igual forma, lo que viene a enriquecer las funciones sustantivas de una universidad son ese pluralismo (diferentes formas de pensar) y esa libertad de cátedra (libertad para decidir los qué, cómo y para qué) que una universidad tiene y que la liberan de los límites que pudieran impedir el libre avance del conocimiento y por ende de la sociedad.

Las funciones sustantivas de una universidad son la docencia, la investigación y la extensión, todas las demás iniciativas y proyectos estratégicos deberán supeditarse a estas funciones para así responder a la expectativa social que sobre las instituciones de educación superior se tiene. En la siguiente entrega abordaremos el postulado que se refiere a la pertinencia en relación con las necesidades del país.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/_5h_kGYlamY

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viernes, 10 de febrero de 2017

Líneas estratégicas de desarrollo de la educación superior (parte 1 de 8): calidad e innovación

La educación superior, al ser parte de la respuesta que busca la sociedad para avanzar, crecer y consolidarse, está inmersa en el epicentro de los retos sociales, económicos, culturales y políticos que enfrentan las comunidades. En México la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior  (ANUIES) ha aglutinado los diversos pensamientos de las universidades y plasmado sus postulados para avanzar de manera conjunta hacia una visión aglutinadora, en esta ocasión abordaremos lo relativo a la calidad y la innovación.

La ANUIES, en su obra La Educación Superior en el Siglo XXI -Líneas estratégicas de desarrollo-
(http://www.anuies.mx/servicios/d_estrategicos/documentos_estrategicos/21/sXXI.pdf), comenta en su primer postulado orientador que se refiere a Calidad e innovación que “la calidad deberá concebirse en forma dinámica, como un ideal que nunca se alcanza plenamente, pero que constituye un punto de referencia permanente que las IES perseguirán incesantemente en la realización de sus funciones de docencia, investigación y difusión. La capacidad de innovación incluirá importantes cambios en las formas de concebir el aprendizaje, en la utilización de métodos pedagógicos y tecnologías educativas y en la definición de los roles de los actores fundamentales de la educación superior: los profesores deberán ser mucho más facilitadores del aprendizaje y tutores; los directivos más académicos y profesionales; y los alumnos (cada vez más adultos en cursos de posgrado, educación continua y formación permanente) serán más activos y más responsables de su proceso formativo”.

Calidad e innovación, en otras palabras hacer las cosas bien y cada vez mejores. Un reto para nada minúsculo comparado con lo que exige, necesita y requiere la sociedad al respecto.

La calidad podemos definirla y entenderla de muchas maneras, en cuestión de educación superior un referente son los programas académicos acreditados, los profesores con perfil deseable y los cuerpos académicos consolidados (temas de los cuales ya hemos hablado con anterioridad), pero, el gran, importante y último pero es que finalmente todo se reduce a una cosa: que la educación recibida habilite a los futuros profesionistas para insertarse eficaz y eficientemente en el mercado laboral.

Si en una universidad se reúnen todos los requisitos de lo que se considera calidad en la educación pero ésta no es relevante, pertinente ni coherente, el egresado se enfrentará a la frustrante situación de no poder desempeñarse como tal y de haber desperdiciado su tiempo en lo que considero era una formación exitosa.

Quienes conocemos los procesos de acreditación sabemos que pueden obtenerse sin que necesariamente esto garantice la calidad, por ejemplo, pueden tenerse documentados todos los procesos educativos, pero si la información es totalmente impráctica de nada sirve. Lo mismo va para profesores con el perfil o cuerpos académicos que a pesar del nivel obtenido no reúnen el requisito final de la calidad que es el mencionado anteriormente. Así que finalmente volvemos a la premisa inicial de que la calidad, aunque genera efectos tangibles, es en sí intangible.

En cuanto a innovación, es interesante la manera en que los actores adquieren nuevos roles que en muchos casos rompen los esquemas tradicionales en los que se desempeñan y se relacionan. Solo es cuestión de ver esas nuevas exigencias en cuanto a roles para ver todo lo que implican, sobre todo en la gnosis de quienes participan en el proceso: profesores facilitadores,  directivos académicos y profesionales; y alumnos activos y responsables.

Es decir, la innovación es el camino, es apenas el medio, para lograr el cambio requerido; de la misma forma  el cambio de roles implica una co-responsabilidad entre todos los participantes y una alta congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, pero más aún, entre lo que se ofrece: en el caso de los maestros ya no solo la capacidad de transmitir el conocimiento sino de facilitar la adquisición de competencias, en el caso de los directivos no solo la camaradería y entendimiento sino un elevado nivel de excelencia en su desempeño como tal, y en el caso del alumno el dinamismo proactivo para hacerse responsable de su formación y desarrollo profesional.

La calidad e innovación es parte de la respuesta de las instituciones de educación superior a los nuevos retos que enfrentan como parte de una sociedad cambiante y cada vez más exigente, pero no es toda la respuesta, hay otras, en la siguiente entrega abordaremos la cuestión del segundo postulado que se refiere a la congruencia con su naturaleza académica.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/Icnmyn8Vlvc

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viernes, 3 de febrero de 2017

Democracia universitaria: entre el populismo y la excelencia


Las universidades son microcosmos sociales que reflejan los pensamientos y deseos de toda la comunidad, en este sentido es muy loable la intención de democratizar sus procesos, lo único que hay que cuidar y tener en mente es que esta democratización sea un camino de mejora continua y excelencia ejemplar.

Las universidades, como punto de partida y referente para el desempeño social y profesional, tiene la obligación de incorporar en sus procesos aquellos valores que busca ver replicados en la comunidad, uno de estos valores es la capacidad de decidir de manera consensuada e incluyente lo que es mejor para todos, a este valor le llamamos democracia.

La democracia como valor busca incluir las visiones diversas y en algunos casos divergentes, a través del dialogo y el discernimiento. El supuesto del que parte es que las gentes tiene  capacidad de razonamiento que les permite evaluar entre diferentes opciones y tiene valores y compromisos más allá de la inmediatez y de su beneficio que los impulsará a tomar las mejores decisiones. Si bien esto es un supuesto, yo más bien diría que es un ideal, y que mientras no se alcance la democratización de los procesos universitarios no traerá los beneficios esperados.

Suponemos que un grupo académico (lo mismo aplica a un grupo administrativo) de una universidad, en cuanto a procesos de decisión democráticos, buscará aquella opción que sea mejor, que incluso supere sus expectativas y exigencias pues, por una parte reconocerá capacidades y trayectorias, y por otra se establecerá un estándar y un liderazgo que lo lleve a ser mejor, pero ¿y cuando esto no esa sí?

Veamos aquellos procesos universitarios democráticos y analicemos si en efecto se escoge al mejor, al más capaz, al más competente, o si por el contrario se escoge al amigo, al “cuatacho”, al que palmea espaldas, al que saluda a todos, al que ofrece las perlas de la virgen (como coloquialmente se dice) para que lo elijan, aunque eso implique abaratar los procesos mismos y ofertar como en un tianguis las responsabilidades universitarias.

Es un hecho que el funcionario universitario, sea éste del nivel que sea, está para cumplir las leyes y reglamentos, no para granjearse el aplauso de los demás con propuestas populistas y demagógicas que a todos gusten (y por ende a todos engañen), pero que no exijan ni le exijan.

En algunas universidades tristemente los procesos democratizadores se han convertido en una pasarela de popularidad, más que de capacidad, que ha llevado a quienes desean participar en las responsabilidades de la universidad por caminos de amiguismo, “buena onda” y camaradería, ya que al final lo que se evalúa es lo mucho que nos dará el funcionario contra lo poco que nos exigirá como tal.

Pero de la misma forma en otras universidades los procesos democratizadores ven más allá de la inmediatez y la gente entiende que lo que es mejor para la universidad es mejor para ellos (al revés no siempre funciona) por lo que eligen a los mejores, a los más capaces, a los mayormente comprometidos con el quehacer y filosofía universitaria.

La democratización de los procesos universitarios es un tema de debate, no tanto por el valor implícito en lo que a democracia concierne, sino en la capacidad de las gentes que participan en ella de decidir de manera objetiva, comprometida y trascendente.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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