viernes, 7 de julio de 2017

Autonomía responsable


Es un hecho que para poder pensar, pensar libremente, se requiere libertad, esta libertad es la característica sin la cual no puede darse un avance en la ciencia y en las artes, de ahí la autonomía de la que han sido dotadas las universidades en su función y su administración, autonomía que no implica independencia ni mucho menos estados de exclusión.

La idea de la necesidad de dar autonomía a la universidad aparece como constante desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX ya que como Manuel Barquin señala en su trabajo  La autonomía universitaria antes y después de la reforma constitucional de 1979, “desde el punto de vista jurídico, autonomía universitaria significa la posibilidad que tiene una comunidad de darse sus propias normas, dentro de un ámbito limitado por una voluntad superior que para el caso sería la del Estado. Esta capacidad que permite a una comunidad ordenarse a sí misma implica la delegación de una facultad que anteriormente se encontraba centralizada en el Estado”.

La idea en sí es lógica, deseable e incluso defendible, pero de la misma forma requiere de contrapesos internos y ¿por qué no? externos, para que las universidades no se vuelvan feudos intocables donde no exista un verdadero actuar responsable. Los contrapesos internos bien pueden ser instancias y procesos condicionados para ciertos actuares donde el poder está repartido y donde no impera un solo poder absoluto, los contrapesos externos son instancias donde puede dirimirse conflictos que por su alcance requieren de la garantía de objetividad en las decisiones.

Cuando toco este tema muchos se rasgan las vestiduras señalando que la autonomía es y debe seguir siendo completa y totalmente intocable, pero esto no es así. Quienes argumentan esto lo hace sea por malicia o ignorancia pues la realidad no es esa. La universidad, con todo y su autonomía, está sujeta a leyes y reglamentos externos que debe acatar, ejemplo de ello son las leyes fiscales, las laborales,  las de adquisiciones,  las de transparencia, etc. La autonomía no exime a las universidades de lo que el resto de los actores sociales está obligado, la autonomía le concede ese espacio para la autodeterminación pero no para la independencia.

Con todo y eso, aún falta mucho por hacer para crear los contrapesos internos y externos que le de confianza en los procesos y resultados a todos los actores de los procesos universitarios e incluso a la misma sociedad. Por ejemplo, imaginemos que un grupo adquiere el control (mayoría) de ciertas instancias universitarias, supongamos que las decisiones no solo no se apegan al marco normativo universitario sino que incluso lo violentan (marco normativo interno, nada que ver con leyes objetivas externas), ¿quién puede corregir esto? Nadie, ya que la misma universidad se autorregula en sus procesos internos. Entonces ¿qué garantiza que en procesos internos las instancias actúen de acuerdo a lo normado? Práctica (y tristemente) la buena voluntad de las personas que las integran.

Internamente las universidades pueden y deben generar sus propias normas pero (el gran pero de siempre) tener mecanismos (instancias y procesos) que actúen como contrapesos para garantizar se cumplan las mismas reglas que ellos establezcan. De la misma forma así como las universidades como entes participan en asociaciones de universidades, no temer a generar en esas asociaciones instancias de revisión de procesos (ojo: revisión de procesos para verificar que se cumplió la norma, no revisión de resultados de ello).

Cuando pienso en esto un símil que se me viene a la mente es la participación de las naciones (las cuales no solo son solo autónomas sino independientes) en foros donde pueden incluso llevarse controversias y no por eso pierden su autonomía o su independencia pero sí le dan un aval a sus decisiones cuando estas se apegan a derecho.

La autonomía universitaria más que un don es una enorme responsabilidad que debe ser correspondida con un impecable actuar, para ello los contrapesos internos y externos deben estarse generando, revisando y mejorando para garantizar en todo momento la excelencia en la aplicación los procesos y sus marcos normativos.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/HRuL-VB7u3Y

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