jueves, 17 de agosto de 2017

Por una universidad sin miedo


La integridad  y el carácter tienen que ver precisamente con ese actuar congruente entre los valores, los ideales y lo correcto, desafortunadamente a ese actuar se le contrapone una fuerza formidable, coaccionadora y paralizante que es el miedo. La universidad, como espacio abierto a la libre discusión de las ideas y por ende a los desacuerdos y consensos, debe garantizar las condiciones para ese actuar sin que el miedo lo contamine.

Dos ejemplos que me tocaron ver de cerca en una universidad pública: Primero, ante los robos, fraudes y malversaciones que se iban descubriendo de una administración que por cierto ya terminó, la mayoría de la gente no hacía nada, ante mi pregunta del por qué de ello la respuesta era la misma: miedo a que los corrieran. Segundo, en esa misma universidad, después de una negociaciones sindicales de risa donde la parte sindical pedía un 6% DE AUMENTO y al final le dieron un 3.9%, ante mi pregunta de que si por qué no se había ido a la huelga para presionar por lo solicitado, la respuesta fue la misma: miedo a dejar de percibir salarios en lo que la huelga duraba.

Así como esos ejemplos yo creo que los que andamos en las cuestiones de gestión Universitaria podemos citar muchos más. Cuestiones de inconformidad en las universidades que no avanzan, incluso actos de injusticia que no son denunciados ni señalados pues en todos los casos el sentimiento subyacente es el del temor, un temor entendible a perder el ingreso, a perder el empleo. Repito: un sentimiento entendible, pero vergonzoso, y no vergonzoso para quien lo experimenta, para nada, somos humanos y eso es parte de nuestra naturaleza, vergonzoso para la universidad pues indica lo pésimo que está el ambiente de trabajo y las nulas –pero convenientes- acciones para revertir esto.

Las universidades siempre son definidas internamente y vistas externamente como centros del conocimiento donde la ciencia y las artes evolucionan con un fin especifico de mejora integral de los individuos, las organizaciones y la sociedad; pero bajo esa premisa es inaceptable que los temas o las formas estén condicionados a no ser políticamente incorrectos so pena de perder el ingreso o la fuente de ello, de otra forma hay un desbalance de poderes donde la institución, como se dice vulgarmente, tiene la sartén por el mango pues como poseedora de los recursos no tiene ese miedo de hacer o no hacer, mientras que sus integrantes sí lo tienen.

Pero lo que sucede en la mayoría si no es que en todas las universidades que no se busca para nada crear las condiciones que lleve ese miedo a cero, claro que no, hacerlo sería perder ese poder coercitivo que tiene la universidad para aplacar la disensión, los señalamientos, la crítica, además de ser un arma muy poderosa al momento de negociar prácticamente lo que sea.

De nueva cuenta señalo: sobreponerse a ese miedo natural existente no es trabajo de las personas, cada una lo hará a su paso, en su momento y si puede y quiere; la institución es la que tiene la obligación -si es que realmente quiere ser y no solo ostentarse como un modelo de libertad en el pensar, decir, y hacer- de generar las condiciones para ello sin el miedo de por medio.

Ojo, no estoy abogando por que al interior de las universidades la gente pueda decir y hacer lo que le venga en gana sin consecuencias, claro que no. Sabemos existen conductas sancionables y que deben serlo. Mi argumentación va en el sentido de liberar el buen actuar para que éste se dinamice mientras el mal actuar sea sancionado de manera objetiva y de acuerdo a las normas establecidas. En otras palabras, los buenos no deberían de tener miedo de hacer lo que es correcto, pero los malos sí deberían tener miedo, y mucho, de hacer lo que es incorrecto.

Mientras no existan las condiciones para un pensar, decir y hacer con plena libertad en las universidades, mientras el miedo se campee por sus integrantes y sus instalaciones, mientras el temor a las consecuencias sea el factor decisivo para señalar, exigir o criticar, no podremos decir que hablamos de instituciones libres y si no son libres no podemos esperar que de ellas salgan personas libres para una sociedad libre.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/eK_RSYZTWgs

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