viernes, 25 de agosto de 2017

¿Quién habla por la universidad?


Todas las universidades tiene órganos colegiados donde las decisiones, estratégicas u operativas, académicas o administrativas, son discutidas, consensadas y acordadas. Si consideramos que quienes son electos para representar un sector universitario en esos órganos llegan con su agenda de temas de interés de grupo, tenemos entonces que en esas instancias todos hablan por todos, pero nadie habla por la universidad.

En una ocasión, después de un proceso para elegir representantes académicos ante un Consejo Universitario, uno de los representantes académico señaló que él ya traía los puntos que deseaba llevar y defender en Consejo (los cuales por cierto se referían a ciertas percepciones del programa de estímulos al desempeño que quería garantizar para los maestros que representaba), me quedé pensando que al igual que este maestro todos quienes suben a los órganos colegiados de discusión traen sus puntos, de la misma forma me quedé pensando en quién habría de hablar por la universidad.

Pensemos en esto: los representantes académicos representan los intereses del área académica, los representantes administrativos los de la parte administrativa, los representantes de los alumnos pues a los alumnos y la administración de la universidad sus propios intereses, luego entonces ¿quién habla por la universidad?

¿Qué es eso de “hablar por la universidad”? Que aunque un representante traiga su agenda, esta agenda este en conformidad con el bien institucional, con su plan de desarrollo, con su normatividad, ¡caray!, que la argumentación no vaya en el sentido de “quiero esto para mi gente” sino más bien “quiero esto que si bien beneficia a mi gente es para un bien mucho mayor: el de la universidad”.

¿Y cómo puede hacerse eso? ¡Carambas!, no es tan complicado, pero si requiere dejar de lado el pensamiento mezquino de ver de dónde puede uno sacar raja, como se dice vulgarmente. La idea es que toda propuesta, toda solicitud, vaya aparejada de razonamientos y argumentos que sustentados en la normatividad institucional vigente busquen impactar de manera exitosa en los fines institucionales más que los beneficios facciosos o de grupos.

En otros momentos cuando he hablado de otros temas, he tocado el relativo al del empoderamiento y en esta ocasión sigo insistiendo en ello: se trata, claro, de dotar del poder necesario a estos órganos de deliberación para que se pueda dar una discusión de ideas con la viabilidad de llevarlas a cabo, pero de la misma forma deben dotarse de las reglamentaciones necesarias para que cualquier tema, punto de acuerdo, propuesta o solicitud se ajuste de manera clara, práctica y objetiva al bien superior que es el de la institución.

Si quienes participan en los órganos de deliberación en las universidades realmente tienen el sentido ético, moral y profesional de compromiso con la institución, no dudarán en ajustar las ideas que les sirvan de punto de deliberación a las condiciones que permitan el desarrollo, mejora y consolidación de la universidad, en caso contrario estaremos ante viles mercenarios que sin importar la institución solo buscarán egoístamente el beneficio personal, faccioso o de grupos.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/jHTgSbqB18c

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