viernes, 20 de abril de 2018

El circo de tres pistas de la huelga sindical



Los sindicatos en general surgieron con la clara intención de proteger y defender los intereses de sus agremiados ante sus patrones, este fundamento ha ido evolucionando y la lucha por las llamadas conquistas sindicales cada vez ha ido creciendo más, una herramienta de presión para ello son las huelgas con que amenazan en cada negociación contractual, huelgas que al estallar terminan afectando, curiosamente, a terceros.

Cuando llego a tocar el tema de los sindicatos, sobre todo como en este caso de los sindicatos universitarios,  siempre hay quienes se sienten aludidos, incluso tal vez ofendidos, por lo que mi incursión en ello empieza por reconocer la enorme labor que tienen a su cargo. Realmente la evolución del mundo nos ha enseñado que a pesar de todos los avances en la ciencia, la cultura y la sociedad aún es algo muy factible y tentador el que un patrón desee abusar de sus trabajadores sobre todo para sacar beneficios económicos. Ante esto el sindicato, obvio: cuando no es charro, corrupto o cobarde, es la mejor instancia para defender los derechos e incluso la dignidad de los trabajadores.

Pero en cuanto las huelgas, que también son un derecho laboral que se tiene, hay varios bemoles más relacionados con la utilidad y beneficios de la misma aunque también con el marco regulatorio que las permite. Me explico. El que algo esté permitido solo quiere decir que es legal, más nada garantiza que será exitoso. Algo así pasa con las huelgas. Pero primero veamos la cuestión de su marco regulatorio.

Cuando hablamos de huelgas universitarias lo que vemos son cierre de instalaciones institucionales y cancelación de servicios relativos lo cual termina de afectar a cientos, miles de estudiantes. Alguien podrá argumentar que la huelga es un derecho y sí, tienen razón, es un derecho, pero la educación también lo es. Ya la Suprema Corte de Justicia de nuestra nación estableció que no hay derechos de primer y segundo orden, es decir, que un derecho no es preeminente sobre otro y que debe buscarse siempre la manera de hacer compatibles ambos. Es por eso, en el caso de las marchas, que el argumento general es que el marchar, el expresarse, si bien es un derecho no implica con ello el violentar y cancelar el derecho de terceros al  libre tránsito, por eso la reglamentación que se busca de las mismas.

Pues bien, cuando un sindicato estalla una huelga en una universidad afectando a terceros, los estudiantes pues que dejan de recibir los servicios universitarios, ponen su derecho de huelga por encima del derecho de los alumnos a la educación, y no solo lo ponen por encima sino que les cancelan ese derecho. Así que aquí tenemos un grave problema que tiene que ver con la cuestión normativa de los marcos regulatorios inherentes a las huelgas universitarias.

Pero vamos dejando eso de lado, supongamos que no hay ninguna contraposición entre derechos como hemos señalado anteriormente, ¿es lógico pretender afectar a terceros para conseguir algo? Si se desea hacer una presión a las autoridades universitarias para lograr algo, ¿por qué afectar a los estudiantes? En realidad es absurdo que una presión ante un sujeto X se busque conseguir dando al traste a un sujeto Y. Eso solo denota falta de ingenio, de creatividad, de estrategia de los sindicatos.

En una ocasión unos manifestantes bloquearon una avenida para presionar al gobierno para tal o cual cosa, mi comentario en ese entonces fue, es y será: ¿qué culpa tenemos los ciudadanos de pie del conflicto entre ese grupo de personas y el gobierno?, ¿por qué nos afectan a nosotros?, ¿por qué no van y afectan directamente a los responsables de las políticas gubernamentales que no les parecen?

De la misma forma, y sin pretender aquí instruir a los sindicatos en ellos ya que para eso están sus líderes, hay muchas maneras más  creativas, prácticas, legales y sobre todo exitosas (y todavía aún mejor: que no afecte a terceros) en que los sindicatos pueden presionar quirúrgicamente a la administración universitaria para conseguir lo que legal y justamente quieren, pero bueno, la atrofia sindical al parecer no da en muchos casos para nada más que la violación de los derechos de terceros a través de la única presión que conocen y que es la huelga.

La evolución social, y en ello van también las universidades, obliga a los sindicatos también a cambiar, a ser mejores, a pensar, eso sí, en sus trabajadores, pero también a reconocer los derechos de terceros y respetarlos sin violentarlos, sus derechos, sus luchas, pueden ser defendidos de muchas maneras, maneras que desafortunadamente implican más ingenio, ingenio que por lo visto en muchos casos brilla por su ausencia.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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