viernes, 1 de febrero de 2019

Las tres vías para la generación y aplicación del conocimiento (2 de 3)



El sentido de responsabilidad de nuestras universidades, sobre todo de las universidades públicas quienes reciben cuantiosos recursos para realizar sus funciones sustantivas, implica que lo que hace tenga utilidad social, que le sirva a la comunidad en la que está inserta para construirse como un conglomerado cada vez mejor, en este sentido la generación de conocimiento a través de la operativización conlleva a la aplicación del mismo.

Comentaba anteriormente que en cuestión de generación y aplicación del conocimiento, que la aplicación de conocimiento, sea este el que sea, lleva de una manera natural a la generación de nuevo conocimiento a través del seguimiento. Es así como algo que se implementa, si se le da seguimiento, pueden verse variables, correlaciones o problemas que justifican preguntas que harán necesarios procesos de investigación para responderlas.

Pero esa solo es una forma de enlazar generación y aplicación de conocimiento, existe otra que parte de la generación y llega a la aplicación y esto a través de la operativización.

En un foro se criticaba la excesiva incidencia que se da en las universidades a la generación de conocimiento (investigaciones para decirlo en otras palabras) sin que en muchas ocasiones ese conocimiento se vuelva algo tangible de uso o valor para la comunidad que finalmente es la que termina financiando todas las labores universitarias, incluyendo la investigación. Y es verdad, solo basta ver todas las investigaciones que constantemente se hacen con la finalidad de arrojar nuevas luces sobre viejos problemas pero que hasta ahí se quedan sin dar el paso siguiente: operativizar el conocimiento.

En ese foro mencioné, al igual que lo hice anteriormente, que esto se debe a los recursos que se destinan, por ejemplo Sistema Nacional de Investigadores, a premiar la generación de conocimiento. Dado que los programas de estímulo al desempeño premian la formación, la aplicación prácticamente queda huérfana de reconocimiento, sobre todo monetario.

Pero esta inercia puede romperse con lo propuesto en párrafo anterior que es de operativizar el conocimiento. Cuando me refiero a operativizar me refiero a hacerlo práctico, aplicable, de tal forma que ese conocimiento puede responder al reclamo de la sociedad cuando nos pregunta “¿y esto para qué me sirve?”.

Esta operativización, ojo, no necesariamente debe hacerla quien genera el conocimiento, aunque eso sería lo ideal. Partiendo de la idea de que una universidad incorpora en sus filas gentes con diferentes capacidades, esto puede hacerse en un equipo de trabajo donde unos generen y otros operativicen, es decir, transfieran ese conocimiento generado a algo de valor y utilidad por la comunidad.

Claro que si el investigador también puedes ser aplicador pues mucho mejor ya que estando en ambos lados del espectro de generación y aplicación del conocimiento puede enriquecer grandemente su labor en beneficio personal,  institucional y social.

La generación y aplicación del conocimiento, como la conjunción copulativa de la letra “y” denota, es una labor que si bien es básica de las universidades, debe cuidarse para no inclinarse hacia una en detrimento de la otra, la operativización de la generación del conocimiento nos permite su aplicación y de esta forma mantener ese equilibrio.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/FvKt3lzRA7k


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