viernes, 17 de junio de 2016

De la instrucción a la evaluación


Sin duda alguna todo proceso, incluyendo el educativo, está sujeto a evaluaciones. En educación, la evaluación tiene el propósito de verificar si se han obtenido las metas propuestas así como el grado de ello.  Así como el proceso enseñanza-aprendizaje se ha visto modificado, es menester considerar que las evaluaciones también tienden a modificarse para adecuarse tanto al proceso educativo como a las exigencias de los nuevos paradigmas mundiales.

Como ya se comentó en anteriores publicaciones, el enfoque humanista basado en competencias propugna lo mismo por evaluaciones y autoevaluaciones, se centra en los resultados del desempeño laboral, no tiene un tiempo determinado ya que los procesos individuales son diferentes, es una evaluación individualizada, no se enfoca a lo visto en el curso sino a la validación de las competencias desarrolladas, y finalmente se desea conocer si se desarrollaron o no las competencias establecidas. El enfoque humanista basado en competencias promueve la independencia, la libertad y la responsabilidad de las personas estableciendo objetivos claros en cuanto al proceso y los resultados obtenidos, así como delimitando las responsabilidades del docente y las del alumno.

El docente provee de los elementos que en su opinión considera necesarios para el desarrollo de las competencias que se requieren en el futuro profesionista; por su parte el proceso formativo viene siendo la conjunción de los materiales, los tiempos, los lugares y las dinámicas en las cuales el alumno decide o no participar con la perspectiva de lo que él debe ser capaz de demostrar al finalizar el curso; es así como el docente se enfoca al diseño de los procesos educativos y a la validación del logro de las competencias, mientras que el alumno se enfoca a participar en esos procesos en la medida que requiere para la obtención de la competencia a evaluar.

Tradicionalmente la etapa de evaluación guarda reminiscencias del proceso tradicional educativo cuando el enfoque estaba dado en el maestro, en los programas y en la memorización, es así que las evaluaciones actuales son rígidas, enfocadas al proceso más que a los resultados, no relacionadas con el exterior, ni delimitadoras de las responsabilidades maestro-alumno.

Resultados cuantitativos y cualitativos. La etapa de evaluación tradicional se enfoca a evaluar el grado de comprensión de lo visto en el proceso formativo, mientras que el enfoque humanista basado en competencias busca fomentar en el alumno la libertad y responsabilidad de su proceso al mismo tiempo que evalúa el grado de competencia en el futuro profesionista. Esto obliga a que las evaluaciones se enfoquen tanto en los aspectos cuantitativos como cualitativos de las competencias. Como se comentó anteriormente, los aspectos cuantitativos se refieren a los conocimientos y las habilidades, al saber y al hacer, mientras que los aspectos cualitativos tienen que ver con las actitudes y los valores, es decir, con el ser. Una evaluación holística debe contemplar todos estos puntos, al mismo tiempo, deben ser enfocadas al alumno y la validación del desarrollo de las competencias, deben  ser flexibles, relacionadas con la vida real y fomentadoras de libertades y responsabilidades. Para ello se requiere que las evaluaciones consideren las características de la realidad, que comprendan el proceso a evaluar, que utilice las capacidades del “enemigo”, y que sea capaz de validarse así misma.

Características de la realidad. Dado que las evaluaciones buscan validar el desarrollo de una competencia en el alumno con la finalidad de determinar su capacidad de insertarse exitosamente en el mercado laboral-profesional, es menester considerar las condiciones a las cuáles el futuro profesionista deberá ser capaz de responder.

·         Consulta. En primer lugar, el profesionista, ya en el desempeño de sus actividades como tal, tiene la libertad de efectuar consultas para corroborar el trabajo que está realizando. Estas consultas lo mismo son a obras bibliográficas (libros, revistas, folletos), a colegas, e inclusive a instituciones oficiales. Más sin embargo, en la evaluación tradicional, está vedado el que los alumnos consulten ya que el enfoque aún es memorístico, a pesar de que no es así en la realidad. A este respecto es interesante notar cómo es que en México, el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL), aplica el Examen General para el Egreso de la Licenciatura, que incluye la evaluación EGEL, mismo que es utilizado como formas de titulación; dicho examen evalúa el dominio que poseen respecto a las áreas del conocimiento fundamentales de cada disciplina, evalúa resultados de aprendizaje, no los insumos ni los procesos para lograr ese aprendizaje, y a efecto de reproducir la solución de problemas tal como sucede en la vida profesional se pueden  consultar documentos impresos. Es así entonces que la etapa de evaluación debe considerar estas condiciones para no establecer otras que no concuerden con la realidad, en última instancia se desea que el profesionista sea capaz de efectuar exitosamente una actividad.
·         Comunicación. Otra característica de la realidad a considerar, relacionada con lo anterior, tiene que ver con la comunicación entre profesionistas. En la realidad esta comunicación es fluida y se da en varias partes del proceso; la práctica profesional no es la excepción, el profesionista analiza los casos y problemas que se le presentan en ocasiones en equipo, con otros colegas e inclusive con expertos de otras áreas. La comunicación, al igual que la consulta, forma parte del proceso, el enfoque humanista basado en competencias reconoce las características de la realidad y las integra a los procesos pero se enfoca en los resultados. Es así que los exámenes deben considerar el aspecto comunicativo, permitir la consulta, pero también el intercambio de opiniones, la generación colaborativa de conocimientos, la resolución de problemas, en pocas palabras, desarrollar al mismo tiempo la capacidad de colaborar para la consecución de un fin dado.
·         Retroalimentación. Las dos características anteriores, incorporadas en la etapa de evaluación, necesariamente generan una retroalimentación activa y enriquecedora del proceso. Más allá de lo negativo que pudiera considerarse (aunque la discusión estaría en función de si son o no esas condiciones las imperantes en la realidad), la consulta y la comunicación generan una retroalimentación por parte de los mismos alumnos, el docente pasa a segundo plano y son ellos lo que se vuelven los expertos en el tema a través de la discusión, el intercambio de ideas y el consenso. El docente en ocasiones tiene problemas para lograr el trabajo de equipo en los grupos, pues bien, el permitir esto en las  etapas de evaluación fomenta automática y libremente este trabajo de equipo, esta capacidad de manejar ideas, de defenderlas, de criticarlas y, en última instancia, de lograr un resultado acorde a las expectativas establecidas.
·         Corroboración o Corrección. Todo lo anterior no solo genera esa dinámica entre los alumnos y fomenta esa capacidad de manejar ideas y trabajar en equipo sino que, hay que reconocer, permite corroborar o corregir aquellos elementos disruptivos del proceso. De nueva cuenta hay que señalar que el enfoque humanista basado en competencias fomenta la libertad y la responsabilidad de los alumnos y se orienta hacia los resultados, no hacia el proceso. Lo que le interesa es que los futuros profesionistas hagan las cosas y las hagan bien, que integren conocimientos, habilidades, actitudes y valores y logren resultados susceptibles de ser validados. Esto implica, al igual que en la realidad, que aquellos errores que se detecten en el proceso sean corregidos y que los pasos firmes en el mismo proceso sean reconocidos.

Comprensión del proceso. Otra característica que debe ser capaz de reconocerse e integrarse en la etapa de evaluación viene siendo la comprensión real del proceso a evaluar. En la mayoría de las profesiones, el proceso del quehacer cotidiano presenta dos condiciones: la primera es que los resultados se obtienen a mediano plazo. Curiosamente los exámenes tradicionales están dados para ser resueltos generalmente en una sola sesión con lo que el mismo llega a adolecer grandemente de características y condiciones que desarrollen competencias. La segunda característica, relacionada con la anterior,  es que ese mismo quehacer profesional se da por etapas, dado que el proceso no puede hacerse en una sola sesión, el profesionista logra avanzar en el mismo poco a poco; considera los tiempos y las fechas límite, pero el proceso no se cumple en una sola sesión.

Para incorporar esto en la etapa de evaluación en primer lugar los exámenes deben configurarse atendiendo a las características de la realidad, es decir, ser lo más real posible; en segundo lugar, debe considerar el uso de varias sesiones para cumplimentar el proceso y presentar los resultados; y, en tercer lugar, debe considerar las características de la realidad comentadas anteriormente. Esto fomenta de una manera imperceptible en el alumno el que éste sea ordenado, que establezca una metodología personal para la consecución del fin establecido, y que sistematice el proceso.

Utilizando las capacidades del “enemigo”. En el arte oriental de defensa del judo, así como en la mayoría de las artes marciales, la diferencia de estas con otras artes de defensa estriba en que se utilizan las características del “enemigo” contra sí mismo; así, en vez de repeler un ataque enfrentando, se utiliza la velocidad y empuje del adversario para hacerlo volar por los hombros sin el menor esfuerzo. Esa misma filosofía está contenida en lo comentado anteriormente.

¿Cuáles son las tendencias observadas en los alumnos por los docentes en las etapas de evaluación?, podrían citarse varias, entre las de que les gusta consultarse entre ellos, hacer comentarios, indagar, y confirmar. De la misma forma, ¿cuál es la actitud observada en el maestro en esa etapa ante esas tendencias?, también pueden citarse varias, entre las que sobresaldrían sin duda que está en constante vigilancia, la de no permitir interacción alguna, la de preocuparse más por el proceso que por el producto y la de cuidar su imagen como rector del proceso. El enfoque humanista basado en competencias, al contrario, no busca la confrontación maestro-alumno, cada uno de los actores acepta las responsabilidades individuales del proceso consciente de los resultados que se esperan obtener.

Ahora bien, la labor del docente en la etapa de la evaluación consiste también en generar precisamente los instrumentos evaluatorios que coadyuven, en este enfoque, a asegurar la consecución de las competencias deseadas, lo cual no sería posible si los alumnos simplemente copian los procedimientos y resultados unos de otros. Aquí es donde el docente debe ser capaz de diseñar exámenes diferentes que no impliquen mayor trabajo para él, pero a la vez no permitan que la información simplemente sea copiada. Una manera de hacer esto, sobre todo en los exámenes cuantitativos,  es a través de la generación de exámenes en hojas electrónicas que permitan copiar varios modelos con pequeñas variantes que necesariamente arrojen procedimientos y resultados similares, pero diferentes. De la misma forma, exámenes diferentes pero similares es una condición existente en la realidad, donde los procesos y resultados son parecidos pero los insumos y circunstancias difieren entre sí.

Para poder llegar a esto, el docente debe tener primeramente una comprensión tanto teórica como práctica de la materia, además debe ser competente en el uso de programas computacionales, y, por último, debe tener esa capacidad creativa para el desarrollo de instrumentos de evaluación efectivos.

Los pasos para generar este tipo de instrumentos de evaluación pueden ser resumidos en los siguientes:

1.    Establecer cuáles son los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que se desea evaluar en el alumno como parte de una competencia genérica.
2.    Reconocer las características existentes en la realidad tanto del proceso como de los resultados a obtener.
3.    Diseñar en una hoja electrónica el examen tipo que deberá ser lo más real posible así como la resolución del mismo.
4.    Hacer dos o tres copias con cambios en algunos puntos.
5.    Copiar esas dos o tres copias cambiando datos.
6.    Imprimir y verificar.

La generación de exámenes reales y diferentes implica un esfuerzo inicial por parte del docente, pero a cambio genera los siguientes beneficios:
1.    Es real ya que al igual que la realidad se presenta casos similares en cuanto a procesos y resultados, pero diferentes en cuanto a insumos y condiciones.
2.    Permite la interacción entre los alumnos sin que pueda darse la copia de información.
3.    Subsecuentemente le genera de una forma fácil al docente un stock mucho muy variado de exámenes por lo que éstos no pueden ser “pasados” de grupo a grupo.
4.    Permite al docente explotar su creatividad y vislumbrar la etapa evaluatoria en forma diferente a la tradicional.

Validando el proceso. Ahora bien, el enfoque humanista basado en competencias reconoce que el fin último es la de formar profesionistas competentes para el desempeño de una actividad a través del fomento de la libertad y responsabilidad individual, en este sentido, una de las características del proceso mismo es el sujetarse a la validación tanto interna como externa para determinar el grado de vinculación con el sector laboral-profesional.

Las competencias profesionales pueden presentar dos características, una es que puedan ser conseguidas en una sola materia y la otra es que ocupen varias materias para ser conseguida. Aquí es donde entra la validación de los resultados tanto interna como externa.

lidación interna. La seriación dada en un mapa curricular supone que la materia que antecede a otra es requisito para dicha materia, es así que el desarrollo de las competencias en esa materia debe ser validado por quienes recibirán a los alumnos en la materia que sigue. Esto puede darse mediante la validación interna. La validación interna consiste en que los docentes de una materia dada participan activamente en la evaluación final de la materia que les antecede para en cierta forma confirmar que los alumnos que recibirán cumplen con los perfiles mínimos para ser promovidos. Este tipo de validación interna presenta tres beneficios principales: primero, que evalúa tanto al alumno como al maestro, al alumno en cuanto a que cumpla con los requisitos mínimos para ser promovido, y al maestro como mediador del proceso formativo; segundo, obliga a la participación de los diferentes actores del proceso formativo por lo que asegura una continuidad y lógica en el mismo; y, por último, establece un espíritu de corresponsabilidad en los procesos y en los resultados.

Validación externa. Ahora bien, una competencia llegará el momento en que sea conseguida, bien en una materia o al término de varias, en ese momento lo más idóneo es utilizar la validación externa. La validación externa consiste en hacer participar a los profesionales en cada una de las áreas,  como individuos, despachos o instituciones, para que evalúen el grado de consecución de las competencias deseadas. La validación externa requiere que se establezca claramente en que parte del plan curricular se irán consiguiendo las competencias a tal grado de sujetarse a la evaluación por parte de agentes ajenos al proceso.  Las ventajas de este tipo de validación son principalmente tres: primero, permite vincular los procesos educativos con el sector laboral-profesional; segundo, otorga cierto grado de objetividad y reconocimiento al proceso formativo; y tercero, obliga al proceso a estarse actualizando dependiendo de los requerimientos externos.

La validación, tanto interna como externa, confiere al mismo proceso otro carácter, ya que el alumno, lejos de ver solo la libertad que el enfoque humanista basado en competencias le permite para ser el arquitecto de su proceso formativo, le fomenta la responsabilidad ya que dichos procesos y los resultados son sujetos de evaluaciones por parte de agentes diferentes al docente, dependiendo la promoción que en última instancia sea capaz de demostrar que ha conseguido desarrollar las competencias requeridas. De la misma forma, obliga al docente a enfocarse en el desarrollo de competencias ya que las evaluaciones tanto internas como externas estarán en función de evaluar el grado de desempeño profesional que demuestre el alumno, es decir, la integración del saber, el hacer y el ser. La validación es la última parte del proceso que les confiere ese carácter de calidad al maestro y al alumno, al proceso formativo mismo, y a los resultados.

La capacidad del docente de implementar de manera creativa nuevos esquemas para pasar de la instrucción a la evaluación, sobre todo considerando en esta ultima las características laborales actuales así como el enfoque humanista basado en competencias, le garantizará que los profesionistas cuenten con los conocimientos, las habilidades, las actitudes y los valores necesarios para su desempeño profesional en la práctica.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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