viernes, 24 de junio de 2016

La validación interna y externa: Piedra angular de la formación basada en competencias


El desarrollo de las competencias requiere ser comprobado en la práctica mediante el cumplimiento de criterios de desempeño claramente establecidos. Los criterios de desempeño, establecen las condiciones para inferir el desempeño; ambos elementos (criterios y evidencias) son la base para evaluar y determinar si se alcanzó la competencia. Esto plantea la necesidad de que las evaluaciones se transformen para garantizar ese desarrollo de competencias. Para ello, lo cual la etapa de evaluación requiere transformarse de su visión tradicional rígida y disgregada enfocada en la memorización de contenidos y procedimientos, hacia una evaluación por competencias flexible, holística e integradora enfocada a desempeños y resultados. En un artículo anterior, "De la Instrucción  a la Evaluación", se comentó brevemente el punto de la validación interna y externa, dado que se ha solicitado se amplíe esto, se ha desarrollado este artículo.

Contextualización. Como señala José Joaquín Brunner, en su trabajo Globalización y el Futuro de la Educación: Tendencias, Desafíos, Estrategias, presentado en el Seminario sobre Prospectivas de la Educación en América Latina y el Caribe, a partir de la década de 1980, los gobiernos, los grupos directivos, los intelectuales así como los organismos internacionales, han comenzado a identificar a la educación como el principal instrumento para el desarrollo de los países, el crecimiento de las economías, el aumento de la productividad y para superar o, al menos estrechar, el abismo interno de la pobreza y el externo del conocimiento y tecnología que separa a los países desarrollados de aquellos en vías de desarrollo. 

Retos de los sistemas educativos. Además de la responsabilidad social que tienen los sistemas educativos, éstos están siendo presionados para que resuelvan los problemas a los que se ven enfrentados, los cuales, según Juan Prawda en su trabajo “Educación, productividad y empleo: retos para el sistema educativo”, publicado en el libro Educación, Productividad y Empleo, hacen referencia al incremento de la ineficiencia externa o baja pertinencia de los sistemas educativos; la ineficiencia interna, tanto en lo que respecta a los flujos educativos, como al uso de recursos limitados de todos tipos; la baja calidad de la educación; la inequidad de los procesos, y limitada capacidad de gestión institucional.  De la misma forma Prawda, establece que existe una interdependencia sistémica entre desarrollo económico y social. Lo cual implica abordar de una manera prospectiva, frontal, sistémica y creativa los problemas de baja eficiencia externa, baja eficiencia interna, baja calidad, inequidad y limitada capacidad institucional.

Los sistemas educativos son cruciales de cara a la era de la información, ya que, como lo señala la OREALC-UNESCO/CEPAL en su trabajo Educación y Conocimiento -Eje de la transformación productiva con equidad-, tienen el potencial de relacionar directamente conocimiento con la productividad. De la misma forma, la educación ya no puede circunscribirse a la técnica o los conocimientos, sino que debe tener en cuenta una visión holística de los procesos formativos, donde los objetivos son tanto conocimientos y comportamientos, como actitudes y voluntades, todo ello con la finalidad de contribuir eficientemente a la formación de profesionistas-personas completas.

El modelo de competencias. El concepto de competencia engloba no sólo las capacidades requeridas para el ejercicio de una actividad profesional, sino también un conjunto de comportamientos, facultad de análisis, toma de decisiones, transmisión de información, etc., considerados necesarios para el pleno desempeño de la ocupación. Si bien no existe una definición oficial de lo que competencia significa, si hay varios acercamientos que permiten dilucidar elementos comunes en todos ellos a manera de referencia. Para la organización Internacional del Trabajo, competencia puede definirse como la construcción social de aprendizajes significativos y útiles para el desempeño productivo en una situación real de trabajo que se obtiene no sólo a través de la instrucción, sino también –y en gran medida- mediante el aprendizaje por experiencia en situaciones concretas de trabajo.  Por su parte Andrew Gonczi y James Athanasou en su trabajo "Instrumentación de la educación basada en competencias -Perspectiva de la teoría y la práctica en Australia-" la conciben como una compleja estructura de atributos necesarios para el desempeño de situaciones específicas, como una compleja combinación de atributos (conocimiento, actitudes, valores y habilidades) y las tareas que se tienen que desempeñar en determinadas situaciones. Mientras que para Boyatzis, tal como lo señala en su trabajo "The Competence Manager. A Model for Effective Performance", competencia es la destreza para demostrar la secuencia de un sistema del comportamiento que funcionalmente está relacionado con el desempeño o con el resultado propuesto para alcanzar una meta, y debe demostrarse en algo observable, algo que una persona dentro del entorno social pueda observar y juzgar. Para efectos prácticos se entenderá por competencia al desempeño eficiente de una actividad que genera un resultado susceptible de ser valorado. Según estas definiciones, posee competencia profesional quien dispone de los conocimientos, destrezas y aptitudes necesarios para ejercer una profesión, puede resolver los problemas profesionales de forma autónoma y flexible, y está capacitado para colaborar en su entorno profesional y en la organización del trabajo.

Tal como lo señala Fernando Vargas Zúñiga, en su trabajo “La formación por competencias: Instrumento para incrementar la empleabilidad", la formación basada en competencias parte de reconocer todos los cambios y necesidades descritos. Se acerca más a la realidad del desempeño ocupacional requerido por los trabajadores. Pretende mejorar la calidad y la eficiencia en el desempeño, permitiendo trabajadores más integrales, conocedores de su papel en  la organización, capaces de aportar, con formación de base amplia que reduce el riesgo de obsolescencia en sus conocimientos. Por otra parte, el propósito de la educación basada en normas de competencia es proporcionar educación técnica y capacitación a los trabajadores, así como combinar la educación y el trabajo. Este tipo de educación, además de reconocer el resultado de los procesos escolares formales, también reconoce los conocimientos, habilidades y destrezas adquiridos fuera de las aulas. Sin embargo, como lo señalan J. Jesús Huerta Amezola, Irma Susana Pérez García y Ana Rosa Castellanos Castellanos en el artículo “Desarrollo curricular por competencias profesionales integrales este modelo educativo", se cuestiona la suficiencia de los títulos universitarios y plantea como más importante poseer competencias para la solución de problemas específicos que tener una preparación en lo abstracto sin la posibilidad de contar con expectativas para solucionarlos. Sin embargo las reformas educativas, para que puedan considerarse como tales, requieren no sólo de cambios estructurales, sino también modificaciones en las prácticas educativas. Lograr que maestros y alumnos participen de una manera más comprometida durante el proceso de enseñanza aprendizaje, será posible en la medida en que conozcan, interpreten y hagan suyas las nuevas propuestas curriculares enmarcadas en el modelo de las competencias profesionales integrales.

La evaluación. El desarrollo de las competencias requiere ser comprobado en la práctica mediante el cumplimiento de criterios de desempeño claramente establecidos. Los criterios de desempeño, entendidos como los resultados esperados en términos de productos de aprendizaje (evidencias), establecen las condiciones para inferir el desempeño; ambos elementos (criterios y evidencias) son la base para evaluar y determinar si se alcanzó la competencia. Por lo mismo, los criterios de evaluación están estrechamente relacionados con las características de las competencias establecidas.

Lo anterior plantea la necesidad de que las evaluaciones se transformen para garantizar ese desarrollo de competencias. Para ello, la etapa de evaluación requiere transformarse de su visión tradicional rígida y disgregada enfocada en la memorización de contenidos y procedimientos, hacia una evaluación por competencias flexible, holística e integradora enfocada a desempeños y resultados.

Por último, hay que considerar que la evaluación por competencias no es un conjunto de exámenes; es la base para la certificación de competencia y se lleva a cabo como un proceso para acoplar evidencias de desempeño y conocimiento de un individuo en relación con una norma de competencia laboral. Esto le confiere un papel de instrumento de diagnóstico muy apreciable tanto para el trabajador como para el empleador para lo cual se requiere de enfoques integrales de evaluación del desempeño. Los métodos integrales tratan de combinar conocimiento, entendimiento, solución de problemas, habilidades técnicas, actitudes y ética en la evaluación. La teoría y la práctica de diferentes disciplinas se combinan en una evaluación integrada u “holística”, la cual se caracteriza, según lo menciona Andrew Gonczi en su artículo “Problemas asociados con la implementación de la educación basada en la competencia: de lo atomístico a lo holístico”, publicado en la obra "Formación basada en competencia laboral: situación actual y perspectivas",  por: (1) estar orientada al problema, (2) ser interdisciplinaria, (3)  considerar la práctica, (4)  cubrir grupos de competencia, (5) exigir habilidades analíticas, y (6) combinar la teoría con la práctica. En conclusión, una evaluación basada en la competencia en el modelo integrado será directa, integrará una gama de elementos de competencia y usará una variedad de métodos para recopilar información, de la cual se puede inferir la competencia o no de una persona. Por ende, una evaluación dentro del enfoque de competencias deberá asegurar (1) que los conocimientos obtenidos en las aulas serán transferidos a los contextos concretos en los que ocurren las prácticas profesionales, (2) que exista una vinculación de lo que se requiere en un ámbito laboral actual, de las necesidades sociales reales y la formación de los estudiantes en las escuelas, (3) que se promueva la  combinación de momentos de aprendizaje académico con situaciones de la realidad profesional, (4) que la formación de individuos capacitados para una vida profesional de larga duración, que no se limiten a poner en práctica sólo los conocimientos durante la formación, y (5) que genere en el alumno de una capacidad para que reflexione y actúe sobre situaciones imprevistas o disfuncionales, las cuales pueden presentarse tanto en ambientes educativos como en ámbitos generales de la vida.

La validación interna y externa: Una opción para la evaluación de competencias. Considerando lo anterior, la propuesta central del presente trabajo gira en torno a incorporar la validación interna y externa como mecanismo del aseguramiento de los conocimientos y habilidades dentro de un enfoque de competencias.

Validación. La validación no es otra cosa más que incorporar agentes externos al proceso para que den fe de la consecución de las competencias adquiridas, después de todo un enfoque basado en competencias reconoce que el fin último del mismo es el de formar profesionistas competentes para el desempeño de una actividad a través del fomento de la libertad y responsabilidad individual, en este sentido, una de las características del proceso mismo es el sujetarse a la validación tanto interna como externa para determinar el grado de vinculación con el sector laboral-profesional.

Las competencias profesionales pueden presentar dos características, una es que puedan ser conseguidas en una sola materia y la otra es que ocupen varias materias para ser conseguida. Aquí es donde entra la validación de los resultados tanto interna como externa.

Validación interna. La seriación dada en un mapa curricular supone que la materia que antecede a otra es requisito para dicha materia, es así que el desarrollo de las competencias en esa materia debe ser validado por quienes recibirán a los alumnos en la materia que sigue. Esto puede darse mediante la validación interna. La validación interna consiste en que los docentes de una materia dada participan activamente en la evaluación final de la materia que les antecede para en cierta forma confirmar que los alumnos que recibirán cumplen con los perfiles mínimos para ser promovidos. Este tipo de validación interna presenta tres beneficios principales: primero, que evalúa tanto al alumno como al maestro, al alumno en cuanto a que cumpla con los requisitos mínimos para ser promovido, y al maestro como mediador del proceso formativo; segundo, obliga a la participación de los diferentes actores del proceso formativo por lo que asegura una continuidad y lógica en el mismo; y, por último, establece un espíritu de corresponsabilidad en los procesos y en los resultados.

Para poder proceder a la validación interna es menester cumplir con los siguientes pasos:
1.    Determinar el grupo de materias que tienen relación entre sí como proveedor-cliente con la finalidad de ver que materias de un programa dependen de qué materias para poder establecer requerimientos tanto de habilidades como de conocimientos.
2.    Determinar la competencia que se busca lograr con las materias así como el momento en el plan curricular en que la competencia es lograda.
3.    Determinar las competencias de cada materia así como los mínimos requeridos de dominio por materia para continuar el proceso a la siguiente materia.
4.    Generar instrumento para validar al término de cada materia el manejo de las competencias esperadas. Este instrumento es desarrollado por los titulares de las materias receptoras de los alumnos que se van a evaluar y buscan que éstos dominen los mínimos requeridos para continuar su proceso. El resultado de su aplicación es competente o no competente.
5.    Aplicar la validación y retroalimentar el proceso, lo cual incluye comparar, junto con los titulares de las materias evaluadas,  resultados reales contra los esperados y hacer los ajustes correspondientes.

Hay que aclarar que la validación interna corre a cargo de los docentes que reciben a los alumnos de una materia y se efectúa con la finalidad de verificar si éstos cumplen con los mínimos requeridos para poder cursar la siguiente materia. La incorporación de agentes externos y objetivos genera una sinergia en el proceso enriquecedora donde se comparte la responsabilidad del mismo y sus resultados.

Validación externa. Ahora bien, una competencia llegará el momento en que sea conseguida, bien en una materia o al término de varias, en ese momento lo más idóneo es utilizar la validación externa. La validación externa consiste en hacer participar a los profesionales de la contaduría en cada una de las áreas,  como individuos, despachos o instituciones, para que evalúen el grado de consecución de las competencias deseadas. La validación externa requiere que se establezca claramente en que parte del plan curricular se irán consiguiendo las competencias a tal grado de sujetarse a la evaluación por parte de agentes ajenos al proceso.  Las ventajas de este tipo de validación son principalmente tres: primero, permite vincular los procesos educativos con el sector laboral-profesional; segundo, otorga cierto grado de objetividad y reconocimiento al proceso formativo; y tercero, obliga al proceso a estarse actualizando dependiendo de los requerimientos externos.

Al igual que en el caso de la validación interna, para que la validación externa tenga éxito se recomienda lo siguiente:
1.    Conseguir un despacho, oficina o negocio que utilice dentro de sus actividades la competencia que se quiera validar.
2.    Conseguir un alumno de semestres más adelantados de aquella materia donde la competencia se cumple para que desarrolle el instrumento validador de competencias bajo la guía del despacho o negocio.
3.    Efectuar pláticas docente-despacho-alumno con la finalidad de solicitar que el alumno haga como servicio social o prácticas profesionales un examen tipo bajo la dirección única del despacho.
4.    Establecer lo que se desea evaluar en función de las competencias establecidas.
5.    Solicitar que la evaluación sea lo más apegado a la realidad en cuanto a problemas, documentación, resultados esperados y demás, considerando el nivel formativo curricular. El resultado de esta evaluación es competente o no competente.
6.    Aplicar la evaluación en la fecha y en las formas establecidas y retroalimentar.

Esta validación externa presenta como ventajas que un agente externo del medio profesional-laboral valida en cierta forma la consecución de las competencias establecidas, pero más allá de ello genera una dinámica en la cual retroalimentar constantemente el quehacer docente en función de los requerimientos cambiantes del mercado.

La validación, tanto interna como externa, confiere al mismo proceso otro carácter, ya que al alumno le permite ser el arquitecto de su proceso formativo, le fomenta la responsabilidad ya que dichos procesos y los resultados son sujetos de evaluaciones por parte de agentes diferentes al docente, dependiendo la promoción que en última instancia sea capaz de demostrar que ha conseguido desarrollar las competencias requeridas.

De la misma forma, obliga al docente a enfocarse en el desarrollo de competencias ya que las evaluaciones tanto internas como externas estarán en función de evaluar el grado de desempeño profesional que demuestre el alumno, es decir, la integración del saber, el hacer y el ser.  La validación es la última parte del proceso que le confiere ese carácter de calidad al maestro y al alumno, al proceso formativo mismo, y a los resultados.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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