viernes, 10 de junio de 2016

Rompiendo Paradigmas en la Educación


Rompiendo Paradigmas en la Educación

Dado que el proceso enseñanza-aprendizaje conlleva la interacción maestro-alumno, es necesario, en una primera instancia, tener un acercamiento conceptual tanto a estos actores como hacia el proceso mismo. La globalización y la era de la información han traído consigo nuevos retos y nuevas definiciones acerca de las formas de pensar y hacer; para incursionar exitosamente en ese mundo globalizado y estar en posición de responder eficientemente a las nuevas exigencias tanto personales como profesionales, es menester que los paradigmas que rigen la forma de pensar y hacer que tiendan a reconformarse.

Un paradigma no es sino un concepto hacia el cual se ciñen los pensamientos y las actitudes, es así que si éstos últimos deben tener que ser otros, el primero debe también de cambiar. Los principales cambios que pueden ser observados en la era actual pueden enfocarse tanto hacia el ámbito laboral-profesional como hacia el ámbito personal. En el campo laboral-profesional se exige individuos flexibles de pensamiento, proactivos, críticos, creativos y eficientes, en cuanto al aspecto personal, los individuos buscan cada vez su autorrealización, el sentirse bien consigo mismos, el trascender, el ser dueños y arquitectos de su propio destino, siendo necesario ajustar ambas exigencias para responder consensuadamente a ellas.

El docente antes de serlo: Dr. Jeckyll & Mr. Hyde. En el proceso enseñanza-aprendizaje, el docente juega un papel preponderante, siendo el sujeto que puede llegar a facilitar en gran medida el desarrollo de las competencias y el fomento de la realización personal. Ahora bien, el docente no solo debe de poseer los conocimientos, las habilidades, las actitudes y los valores que desea que se formen en los futuros profesionistas, sino tener esa vocación hacia la docencia, ese corazón por el camino docente que lo lleva a ver cómo es que las cosas pueden hacerse mejor tanto para sí mismo como para sus alumnos, cuidándose mucho de contraer el síndrome del Dr. Jeckyll & Mr. Hyde. Este síndrome toma su nombre de la historia de Robert Louis Stevenson en la cual el  Dr. Jeckyll, que es una persona gentil y atenta, se transforma mediante la ingestión de una pócima en el nefasto y terrible Mr. Hyde. Con el docente puede pasar lo mismo si pierde de vista su función y las nuevas exigencias del medio. El docente, antes de serlo ha desempeñado dos papeles: el de alumno y el de profesionista. Como alumno se da cuenta de procedimientos, metodologías y actividades que no contribuyen a su formación profesional y personal, sino más bien se enfocan a cumplir con reglas y criterios muchas veces sin un sentido de fondo o bien ya superadas por los tiempos, aún así, nada más llega a la docencia retoma el papel de maestro y continua con el desarrollo de esos procedimientos, metodologías y actividades con las cuales en su momento no estuvo de acuerdo.

Como profesional sucede algo similar, el profesionista es consciente de que una vez en el campo laboral, tanto los procesos de aprendizaje como de evaluación y desempeño difieren considerablemente de los modelos tradicionales docentes, aún así, una vez que entra como docente no es capaz de hacer los cambios necesarios para que el proceso sea más eficiente y continúa con los paradigmas anteriores; en este mismo sentido, docentes que en su campo laboral han tenido la oportunidad de adiestrar a quienes se inician en la profesión utilizan técnicas mucho más innovadoras y efectivas que una vez que ingresan como docentes formales en alguna institución. Este es el síndrome del Dr. Jeckyll & Mr Hyde: Un docente que antes de serlo es flexible, creativo y hasta más eficiente. Para ello nada mejor que plantearse y replantearse las premisas de evaluar tanto los procedimientos, la metodología y las actividades docentes a  la luz tanto del desempeño profesional en la realidad como de la lógica y el sentido común.

¿Para qué está la escuela? Otro paradigma que requiere ser revisado a la luz de los cambios comentados es el de la escuela. A la pregunta ¿para qué esta la escuela?, las respuestas “tradicionales” van desde que está para la formación de profesionistas hasta el hecho de cumplir con una función social educativa. Pero un análisis más profundo y realista presenta a la escuela como un centro muy complejo de relaciones interpersonales que van más allá de las concepciones formalistas. La escuela es un área donde lo mismo se forman profesionistas que relaciones humanas, un lugar donde se va aprovechar el tiempo, lo mismo que a pasar el tiempo, un lugar que genera personas mejores lo mismo que deja a las personas igual. Ya en otras ocasiones hemos señalado que las personas en la actualidad buscan ser las arquitectas de su propio destino, esto solo se logra dándole a cada una la responsabilidad de su vida bajo guías mínimas de relación. Una escuela con muchas reglas y políticas restrictivas de la libertad personal en aras de los logros u objetivos institucionales o sociales no estará forjando gente responsable, solo gente pasiva, expectante de las reglas de conducta para cumplirlas sin un sentido de trascendencia como tales. Las concepciones acerca de la escuela tanto del docente como del alumno difieren grandemente, no siendo ninguna la poseedora indiscutible de la verdad, sino siendo más bien parte de la percepción personal de la realidad.

La escuela como centro de desarrollo humano debe compensar tanto el aspecto profesional como el aspecto personal con reglas mínimas que tiendan más bien a proteger los derechos de los demás, pero hagan responsable al alumno de su proceso de aprendizaje, a sus tiempos, y dependiendo de sus intereses. Es así que el binomio libertad-responsabilidad debe ser manejado con sumo cuidado para que el docente no tome sobre sí las responsabilidades de los alumnos (como el llegar temprano o hacer las tareas), más sin embargo sí desempeñar su papel de validador del desarrollo de las competencias profesionales. Cada alumno tiene intereses diferentes, estilos de aprendizaje diferentes y tiempos de desarrollo diferentes, la escuela y el docente lo más que pueden hacer es el proporcionar los elementos idóneos donde el alumno desarrolle las competencias que requiere para su desempeño profesional y actuar como validadores de los resultados del proceso, pero es el alumno quien decide cuándo y cuánto participar en el mismo, haciéndose responsable de los resultados que obtenga.

La danza Maestro-Alumno. Otro punto que se debe considerar es la relación maestro-alumno. Hasta el paradigma anterior el maestro era el que decidía qué se iba a hacer y el que otorgaba calificaciones en función de la respuesta de los alumnos a los criterios por él establecido, por su parte el alumno desempeñaba un papel pasivo-reactivo donde no había convencimiento en lo que se hacía salvo por el hecho de que si no se hacía no se obtenía la aprobación del maestro. En el nuevo paradigma el maestro debe ser capaz de bajar de su pedestal y de correr los riesgos de una evaluación centrada en el estudiante y en los resultados. El proceso ya no puede girar en lo que hizo o dejó de hacer el maestro o en si cumplió o no los programas o las reglas, sino en si el alumno desarrolló las competencias que requiere. Para ello los cambios en la relación deben ser consecuentes con las actitudes y valores que se desean formar.

El docente debe ser capaz de dejar su pequeño poder para ingresar en un área de servicio; debe considerar al alumno como una persona capaz, libre y dueña de su destino y no como alguien que debe hablar cuando aquel se lo diga y callar cuando se le señale. La relación maestro-alumno debe darse entre iguales, siendo uno de ellos el más experimentado para proponer los medios para el desarrollo de las competencias, pero sin llegar a ser el que coarte la acción y el proceso personalísimo del otro. Para ello el docente requiere hacer una reingeniería donde evalúe cada actividad que realiza, así como cada paradigma que tenga del proceso, a la luz de los cambios que caracterizan lo mismo al mundo globalizado actual y la era de la información, como a los nuevos perfiles que han comenzado a desarrollar tanto las profesiones como las personas.

Educación, ¿con qué se come? Por último, en el nuevo paradigma la educación adquiere también un nuevo significado. Ya no es la simple transmisión de conocimientos o el simple desarrollo de una forma de hacer las cosas, ahora conlleva el forjar individuos capaces de aprender por sí mismos, de desarrollar nuevas formas de pensamiento, de romper con esquemas a la vez que se proponen otros y de trascender en todos los ámbitos de su vida. La educación pasa a ser un proceso de libertad para experimentar y de respeto al aprendizaje. La educación se convierte en un área de interacción humana donde si bien cada quien tiene sus ideas, valores y ritmos, el fin común viene siendo el desarrollo de las competencias profesionales necesarias para el desempeño laboral.  Tal y como se estableció anteriormente, en este nuevo paradigma la educación se vuelve flexible, riesgosa, propositiva, creativa, holística y trascendental; se transforma en algo más difícil, pero a la vez más enriquecedor. Difícil para el maestro porque tiene que desprenderse de esa aura de “yo-se-como-debe-hacerse-todo” y de su pequeño poder en aras de una libertad creciente en el alumno, y difícil para el alumno ya que tiene que hacerse cargo de su vida y desarrollar esa responsabilidad ante las decisiones que tome; pero a la vez más enriquecedor porque todos los actores participantes desarrollan sus potencialidades, se equivocan,  aprenden, se tratan como personas, y adquieren las cualidades requeridas en el mundo globalizado actual de la era de la información.

Los nuevos retos educativos y las nuevas definiciones laborales que nos ha traído la globalización y la era de la información de generar individuos flexibles de pensamiento, proactivos, críticos, creativos y eficientes, así como las necesidades personales de autorrealización, sentirse bien consigo mismos, trascender, o ser dueños y arquitectos de su propio destino, hacen imperante una redefinición de los paradigmas que rigen la forma de pensar y hacer para ajustar ambas exigencias y  responder consensuadamente a ellas.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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