viernes, 15 de julio de 2016

Educar para trascender


El término de un año y el inicio de otro es momento propicio para la reflexión, el análisis y los propósitos. Los días transcurridos nos permiten evaluar lo logrado y los días por transcurrir nos invitan a establecernos nuevas metas. En cualquiera de los dos casos, es la oportunidad de dirigir nuestros pasos hacia donde nuestra voluntad, nuestros sentimientos y nuestro carácter lo deseen.

El final de un año y el inicio de otro nos permitió ver dos situaciones entre amigos y conocidos: quienes señalaban los problemas que habíamos vivido en el año que concluye (algunos por cierto muy graves) y quienes señalaban los buenos propósitos (algunos por cierto muy buenos) para hacer del siguiente año uno mejor. Señalamientos respecto de los niveles de violencia, corrupción e inseguridad estaban al orden del día, de la misma forma los parabienes para que el siguiente año fuera un año de éxitos, alegrías y una mejora general. Curiosamente en ambos casos la responsabilidad de todos y cada uno de nosotros es determinante.

En el caso del docente lo anterior es doblemente cierto. Él se encuentra frente a sus alumnos, los cuales son los ciudadanos del mañana, no solo para enseñarles una técnica sino para transmitirles actitudes y valores. El docente no solo forma profesionistas o genera soluciones o divulga cultura, sino que va más allá dándole, a quienes en la educación buscan una respuesta, los conocimientos, las habilidades, las actitudes y los valores para remontar sus destinos, para lograr sus sueños, y para forjar por si mismos su propio futuro. En otras palabras el docente siembra semillas de esperanza, aliento y determinación que germinarán mucho después y cuyos frutos permanecerán incluso una vez que se haya ido.

Un maestro que opte por la mediocridad, por el callarse, por el "no hacer olas", por "llevar la fiesta en paz", tiene miras de muy corto plazo pues eso implica no afrontar con decisión y carácter los problemas que nos atañen a todos, los cuales a la vuelta de la esquina terminarán por ser mayores que nuestras fuerzas para corregirlos.

Por el contrario el maestro que opta por generar una sociedad participativa, crítica, constructiva, que no solape la mentira, la corrupción y la simulación, necesariamente estará sembrando semillas para una sociedad más justa, incluyente, democrática y responsable.

El docente debe ante todo reflejar en su persona y en su institución los mejores valores que desea ver reflejado en la sociedad: fortaleza, orden, y responsabilidad. Debe constantemente buscar crear una sociedad que fomente y permita el debate y el libre intercambio de las ideas, una sociedad que respete y promueva la justicia y la legalidad, una sociedad que reconozca el buen desempeño y se exija cada día más. Dicho de otra forma, una sociedad sustentada en la transparencia, el consenso, la inclusión, el compromiso, la rendición de cuentas y la cordialidad.

Este año que inicia es un buen pretexto para que cada docente trabaje en su grupo, en su clase, en su salón, con esa pequeña porción de México que se le ha encomendado para sembrar las semillas de la sociedad que queremos:

Compromiso. El compromiso es la contraparte a la que está obligada toda autoridad por al apoyo recibido para ostentarse como tal. Esto puede resumirse en actuar siempre y en todo momento de manera justa, ordenada, transparente, legal y armónica supeditando sus intereses a los intereses comunitarios y reflejando en sus dichos y hechos una congruencia siempre y en todo momento. Los compromisos son para cumplirse, no para luego andar buscando pretextos que justifiquen el que no se cumplieron.

Consenso. El consenso es la plataforma que garantiza la viabilidad de los acuerdos ya que incorpora la mayoría de las pensamientos y voluntades expresados a través de la conciliación de diferentes posturas tomando como referente el bien común. Al mismo tiempo es el termómetro que permite evaluar la capacidad de quienes están al frente de actuar no solo como autoridad sino como líderes de opinión. En ese sentido hay que tener muy en claro que el consenso solo puede darse entre diversas posturas legales, éticas y morales, no puede buscarse consenso entre posturas que violenten algunas de las normas anteriores pues se estaría no ante un consenso sino ante una claudicación personal y social.

Cordialidad. La cordialidad impone una doble exigencia para cualquier autoridad pues implica no solo lograr los objetivos y metas establecidos sino hacerlo de la mejor manera. La consideración, la atención, la cortesía, la tolerancia y el respeto marcan y determinan una congruencia ética y moral en el actuar definiendo a quien los vive no solo como autoridad sino como persona en toda su extensión. Ahora bien, esta cordialidad no implica solapamiento o complicidad, el querer "llevar la fiesta en paz" nos ha llevado a niveles de corrupción donde se ha privilegiado más el ser una buena persona que una persona honesta y capaz. Cordialidad sí, pero no a costa de la justicia y la legalidad.

Inclusión.  La inclusión, vista como la apertura y la promoción a la participación de todos los integrantes de una comunidad independientemente de sus posturas, se sustenta en las premisas de la equidad y la justicia. Después de todo las divergencias en el pensar enriquecen las argumentaciones y permiten entre todos construir algo más grande al trabajar en conjunto por un proyecto común. La inclusión implica la valoración de posturas razonadas y sustentadas enmarcadas en la legalidad, la justicia y la veracidad, de ahí en fuera no puede haber inclusión que justifique minar la misma sociedad con posturas contrarias a esos principios.

Rendición de cuentas. La rendición de cuentas es el referente por el cual un funcionario es evaluado durante su gestión al comparar los resultados obtenidos contra los resultados esperados. Cualquier autoridad, sea del nivel que sea, debe estar dispuesto a responder de sus actos y cuidar no solo el alcanzar las metas que se han establecido, sino alcanzarlas dentro de un ambiente de respeto, orden y legalidad. La rendición de cuentas es la manera es que se evalúan los dichos, es la manera tangible en que la capacidad de alguien es medida, y es el termómetro final al que confiadamente debe someterse quien de manera correcta hace las cosas.

Transparencia. La transparencia no es un acto de buena voluntad del funcionario sino una obligación mínima que debe mostrar durante su gestión ya que los recursos que administra no le pertenecen y su ejercicio debe soportar la prueba del escrutinio público para asegurar que su aplicación no responde a filias o fobias personales sino a un sentido de responsabilidad institucional. En la actualidad se ha avanzado mucho en este punto, pero hace falta avanzar más. Simulaciones para mantener información oculta de la sociedad a través de reservas o confidencialidades solo son entendibles en las personas o en aquellos que temen que sus fechorías salgan a la luz.

Cuando una sociedad tiene problemas aún hay esperanza, pero cuando son sus docentes quienes optan por el miedo, la mentira, la simulación, la falta de transparencia, la falta de responsabilidad, la falta de rendición de cuentas, entonces la batalla está más que perdida pues en manos de ellos está el futuro, nuestro futuro. Renovemos votos para que nuestra labor frente a quienes formamos nos permita pensar en un mundo mejor, después de todo esa es la labor del docente: educar para trascender.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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