viernes, 29 de julio de 2016

Valores Docentes 2 de 6: Consenso


Hablando del valor del compromiso, comentábamos en el artículo anterior que el docente en su hablar y en su actuar debe ser capaz de vivenciar el compromiso y no solo eso, sino de transmitirlo como un valor que nos permite avanzar individual y comunitariamente hacia la excelencia. Creer y sembrar el valor del compromiso implica trabajar en el presente por un futuro de oportunidades y desarrollo donde las personas puedan no solo tener más, sino cada vez ser más y mejores reflejando esto en la comunidad que integran. En esta ocasión hablaremos sobre el valor del consenso.

Consenso es la plataforma que garantiza la viabilidad de los acuerdos ya que incorpora la mayoría de las pensamientos y voluntades expresados a través de la conciliación de diferentes posturas tomando como referente el bien común. Al mismo tiempo es el termómetro que permite evaluar la capacidad de quienes están al frente de actuar no solo como autoridad sino como líderes de opinión. En ese sentido hay que tener muy en claro que el consenso solo puede darse entre diversas posturas legales, éticas y morales, no puede buscarse consenso entre posturas que violenten algunas de las normas anteriores pues se estaría no ante un consenso sino ante una claudicación personal y social.

Hasta el paradigma anterior el maestro era el que decidía qué se iba a hacer y el que otorgaba calificaciones en función de la respuesta de los alumnos a los criterios por él establecido, por su parte el alumno desempeñaba un papel pasivo-reactivo donde no había convencimiento en lo que se hacía salvo por el hecho de que si no se hacía no se obtenía la aprobación del maestro. En el nuevo paradigma el maestro debe ser capaz de bajar de su pedestal y de correr los riesgos de una evaluación centrada en el estudiante y en los resultados. El proceso ya no puede girar en lo que hizo o dejó de hacer el maestro o en si cumplió o no los programas o las reglas, sino en si el alumno desarrolló las competencias que requiere. Para ello los cambios en la relación deben ser consecuentes con las actitudes y valores que se desean formar.

El docente debe ser capaz de dejar su pequeño poder para ingresar en un área de servicio; debe considerar al alumno como una persona capaz, libre y dueña de su destino y no como alguien que debe hablar cuando aquel se lo diga y callar cuando se le señale. La relación maestro-alumno debe darse entre iguales, siendo uno de ellos el más experimentado para proponer los medios para el desarrollo de las competencias, pero sin llegar a ser el que coarte la acción y el proceso personalísimo del otro. Para ello el docente requiere hacer una reingeniería donde evalúe cada actividad que realiza, así como cada paradigma que tenga del proceso, a la luz de los cambios que caracterizan lo mismo al mundo globalizado actual y la era de la información, como a los nuevos perfiles que han comenzado a desarrollar tanto las profesiones como las personas.

Este nuevo actuar e interactuar del maestro obliga necesaria y forzosamente a los consensos. La ventaja del consenso es la inclusión de las diferentes voces y opiniones, la desventaja es que requiere de una gran capacidad de liderazgo, empatía e inteligencia tanto cognitiva como emocional, es por ello que la tentación de la imposición autoritaria basados en una jerarquía maestro-alumno siempre estará latente pues facilita las cosas, al menos para el maestro.

Mencionamos al inicio que el consenso solo puede darse entre diversas posturas legales, éticas y morales, no puede buscarse consenso entre posturas que violenten algunas de las normas anteriores pues se estaría no ante un consenso sino ante una claudicación personal y social. Hay quienes creen que consenso es llegar a que todas las voces quepan, pero eso no es posible por dos razones, la primera es porque en muchas ocasiones las posturas son excluyentes por lo que debe negociarse una de las dos o una tercera como opción; la otra razón es que en ocasiones algunas posturas no serán legales, éticas y morales, por lo que de inicio la negociación no puede realizarse.

Legalidad. La legalidad es nuestro primer marco de referencia y tal vez el más sencillo pues parte de una norma objetiva y positiva estipulada en leyes, reglamentos y normatividades que establecen las formas de evaluar la corrección de una acción. La ley es para cumplirse, no para votar su cumplimiento, no para negociar su cumplimiento, no para convenir su cumplimiento, sino para cumplirse. Esta premisa permite a todos un marco estable en el que podemos desenvolvernos, de otra forma propicia el desorden y la inseguridad de todos, incluso de los que inicialmente se benefician de esa no aplicación de la ley.

Ética. La cuestión ética, que hemos abordado en otros artículos, nos permite resolver aquellas cuestiones que, como se dice comúnmente, no esté del todo claro aún y cuando se aplique una norma objetiva como sería en el caso de una ley o reglamento ambiguo o incompleto. La mayoría de las profesiones y colegios profesionales cuentan con códigos de ética que permiten, sin ser coercitivos, señalar parámetros aceptables y reconocidos de actuación.          

Moralidad. Cuando hablamos de moralidad no nos referimos a la moralidad religiosa sino más bien a la moralidad social. La moralidad religiosa hace énfasis en cuestiones de conducta que si bien tienen un referente en la persona y el mundo su fin último es la relación con la divinidad, no es esta moralidad a la que nos referimos por la sencilla razón de la diversidad religiosa existente que haría imposible el acordar normas de conducta con este fundamento además que quebrantaría el principio de tolerancia al querer imponer a los demás criterios morales religiosos. La moralidad a la que nos referimos es social, abarca un terreno por todos conocidos y parte de un consenso comunitario sobre lo que es justo, correcto y verdadero.


Si las tres condiciones se cumplen, legalidad, ética y moralidad, entonces las diferentes posturas pasan a la siguiente etapa, es decir, a la búsqueda del consenso a través de las coincidencias. El maestro, como propugnador de un futuro mejor, debe actuar ante lo que es correcto, no lo más conveniente, y trasmitirlo así a sus alumnos. Debe proponer los debates y los análisis sobre bases legales, éticas y morales y debe ser capaz de mostrarle al alumno que lo correcto nos beneficia a todos mientras que lo conveniente solo a unos cuantos.

El maestro, a través del consenso, genera un futuro donde el diálogo y la tolerancia tienen lugar, pero mejor aún, le apuesta a un futuro donde las cosas se hacen de manera correcta pues la discusión privilegia los argumentos y las evidencias y las decisiones se toman de manera objetiva teniendo en cuenta el bien común.

Consenso no implica perder una postura, sino enriquecer la propia con puntos de vista adicionales, de la misma forma consenso no garantiza éxito ni buenos resultados pues éste va aunado al cumplimiento de los acuerdos consensuados.

El consenso impone al docente el reto de ser capaz de liderar al grupo para que juntos lleguen a las mejores decisiones, es por ello que mientras siembre en sus clases y en sus alumnos el valor del consenso basado en argumentos y evidencias y en un marco de legalidad, ética y moralidad, podrá tener la seguridad que los frutos permitirán pensar en una sociedad cada vez más justa, equitativa, democrática e incluyente.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/Eb8Xb9jrkI4

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