viernes, 27 de enero de 2017

No se puede educar para la paz con lecciones de injusticia e impunidad


Un anhelo del ser humano es poder vivir en armonía y tranquilidad, este anhelo lo deben hacer suyo las universidades pues ellas están en el lindero de la construcción de la sociedad,  pero de la misma forma ellas deben entender que para poder forjar un futuro de paz se requiere carácter y determinación.

Es muy común que las imágenes mentales que nos vienen cuando mencionamos la palabra paz se refieran a ese sosiego y tranquilidad deseada por todos, pero de la misma forma una mente  con discernimiento sabe que la paz se construye con acciones decisivas donde la justicia impera a través de la aplicación de las leyes autoimpuestas y socialmente aceptadas. En el otro extremo tenemos la imagen, o más bien caricatura, de una paz donde no hay problemas al menos visibles porque no se impone la ley, donde no se castiga la trasgresión, donde lo que importa es la ficción de todos estar bien y tranquilos aunque por dentro el cáncer social avance, en pocas palabras donde se hace lo conveniente en vez de lo que es correcto. Educar para la paz implica en señalar y creer firmemente que la única acción que nos engendra la posibilidad de un futuro mejor es aquella basada en una legalidad y una  justicia objetiva, expedita e imparcial.

Es curioso como en occidente el término Príncipe de la Paz hace referencia a Jesucristo, y digo curioso porque algunos saben que Jesus en su tiempo sacó a los mercaderes del templo a latigazos, pero lo que muchos ignoran es que este evento no está registrado una sola vez sino dos veces en la vida pública de Jesús (Juan 2, 13-25; Marcos (Mt 11, 15-19). La paz no implica debilidad, titubeo o temor, la paz implica y exige decisión y en ocasiones imposición de las reglas de convivencia, de lo que es correcto, de lo que es justo. Educar para la paz significa que en un marco de reglas las diferencias se dirimen con argumentos y evidencias,  incluso con discusiones extremas,  pero donde el orden prevalece y la ley se impone, sin miedos y sin ambigüedades.

“Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada” (Edmund Burke, escritor y pensador político irlandés, 1729-1797). En ocasiones se confunde al que es bueno con el que es bonachón, es decir, con una caricatura burda de la bondad. Durante la segunda guerra muchos países se daban cuenta de la barbarie de Hitler pero no hacían nada hasta que fue un problema mundial. No hacer lo que es correcto y justo no nos vuelve buenos, nos vuelve cómplices del fraude, la corrupción, el desorden, los cuales como semillas crecen hasta que sentimos como la ola de violencia social nos ahoga y sorprendidos nos preguntamos cómo pasó. Educar para la paz implica que los hombres de bien adquieren el carácter, el valor y el discernimiento para imponerse a la cobardía de unos cuantos, porque siempre los malos son menos,  y sacar adelante lo que tenga que hacerse cueste lo que cueste.

“Un mundo diferente no puede ser construido por gente indiferente” (Peter Marshall, ministro presbiteriano americano, 1902-1949). El no me importa, no es mi problema, yo no lo hice, no son frases para los líderes, son frases para los cobardes, para los mediocres, para los medrosos. El mundo requiere, exige y desesperadamente necesita de un liderazgo donde la inconformidad se encauce en las instancias y los procesos que como sociedad hemos establecido, y donde se garantice que estas instancias y procesos funcionan de manera expedita y con apego a las leyes y normas. Educar para la paz implica construir decididamente instancias y procesos que garanticen en toda circunstancia la aplicación de la ley, de los reglamentos y de las normas y deslindar en esas instancias y procesos, sin miedos ni titubeos, las responsabilidades de las acciones que lastiman a la sociedad y sus instituciones.

“Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor” (Desmond Tutu, clérigo anglicano y pacifista sudafricano. 1931- ). Quien deja de aplicar las leyes y reglamentos por una falsa paz lo único que hace es ofrecer el incentivo permisivo de violentar las leyes y normas, al cabo que no hay consecuencia alguna. Quien piensa así no solo crea y desarrolla un sistema injusto sino que se  vuelve cómplice de quienes violentan los estados de derecho, se vuelve parte del problema en vez de la solución, y cuando se tiene alguna posición de autoridad se vuelve doblemente responsable. Educar para la paz implica una búsqueda constante para que cada quien responda de sus dichos y de sus hechos, no con un espíritu justicialista sino justo y veraz para motivar el apego y respeto a nuestras leyes y reglamentos que posibilitan la convivencia social.

Educar para la paz es una tarea constante de las universidades, una tarea de carácter, decisión y determinación donde lo que está mal se castiga y lo que está bien se reconoce, donde las responsabilidades de las malas acciones tienen sus consecuencias y donde el actuar comprometido tiene sus recompensas, donde las violaciones al orden establecido son repudiadas y donde el ajustarse al estado de derecho es reconocido, en pocas palabras donde se busca a través de sembrar semillas de justicia y responsabilidad educar para trascender.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/-6lS_rdYgas

También puede descargarse gratis el poemario del mismo autor "Perfectos son tus caminos” -50 poemas en la línea del pensamiento cristiano-, desde www.rocefi.com.mx  (Menú “Libros” Sección “e-book gratis”)


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