jueves, 15 de septiembre de 2016

El enfoque de competencias y la labor indispensable del docente


El reto que enfrentan los actuales sistemas educativos de nivel superior de  desarrollar en el alumno una serie de competencias laborales que lo lleven a realizar trabajos de gran capacidad, eficiencia y calidad, a través una combinación adecuada de habilidades, conocimientos, actitudes y valores, ha sido abordado con el enfoque de competencias profesionales, el cual, mal entendido, puede crear la falsa premisa de que el maestro ya no es indispensable.

El enfoque de competencias es una tendencia educativa que busca que la enseñanza sea pertinente, coherente y relevante, es decir, que su fin último sea el desarrollar desempeños medibles en el campo profesional. Imaginemos un curso para andar en bicicleta, ¿cuál sería la competencia final que se buscaría desarrollar? Pues precisamente el poder desplazarse en bicicleta. De la misma forma esa última competencia tiene otras competencias intermedias, como el poderse subir a la bicicleta, el saber frenar, el manejar diferentes velocidades, el poder maniobrar, incluso que el dar mantenimiento preventivo/correctivo a la bicicleta. Independientemente de lo anterior, todas ellas son conductas observables y medibles, no quedan en mera teoría o conocimientos sino que deben finalmente dar un comportamiento susceptible de ser evaluado

En este sentido se han dado muchos cambios en la forma de dar las clases, las cuales implican una dinámica donde el alumno, bajo la guía del maestro, busca, interpreta y aplica información, lo cual en algunos casos se ha malinterpretado señalando que en este sentido el maestro ya no es indispensable pues el alumno se vuelve casi autodidacta. La respuesta a este señalamiento es un categórico no.

El profesor no pude en ninguna circunstancia volverse innecesario simple y sencillamente por dos cuestiones. La primera tiene que ver con la experiencia y la segunda con la evaluación.

Veamos la primera, la relacionada con la experiencia. Un proceso de enseñanza-aprendizaje, por más autodidacta o centrado en el estudiante que sea,  no puede incorporar el cúmulo de experiencias que el ejercicio de la vida profesional acumula en un docente. La profesión misma constantemente reta a quien la ejerce con situaciones nuevas en las que sus conocimientos, actitudes, valores y habilidades le permiten salir adelante acumulando nuevas experiencias. Muchas veces lo que un profesionista vende son sus desempeños, y muchas veces estos están basados en la experiencia acumulada. Y es precisamente esta experiencia la que le permite al docente elegir de entre todo el cúmulo de información y experiencias aquellas que permitan al alumno desarrollar la competencia deseada. Esta elección se da en la forma en que el docente estructura el curso incluyendo materiales y evaluaciones.

Curiosamente este aspecto es el que permite evaluar la maestría que posee el docente, siendo que este término, el de maestría, no se refiere a un grado sino más bien al dominio profesional de la disciplina a enseñar. A título personal me gusta señalar, respecto de esto, que un maestro, un verdadero profesionista que tiene la maestría que da la experiencia, es capaz de obtener en 8 pasos lo que se obtiene en 10. Esto quiere decir que el docente maestro, el docente que posee maestría profesional y académica, vuelve fácil lo difícil, contrariamente al docente que no sabe ni por donde entrarle a un tema y satura al alumno de información y ejercicios creyendo que éste es como una grabadora que retendrá todo lo que vea, oiga o haga.

El segundo aspecto que hace imprescindible al profesor es el de la evaluación. Cualquier persona puede acceder a un proceso que tienda a ser autodidacta, de hecho en el mundo actual de la información globalizada esto es factible en grados nunca antes vistos, pero el único que puede decir si se adquirió el desempeño esperado es precisamente quien lo tiene desarrollado y ese es el profesionista en su papel de docente. Por lógica elemental uno mismo no puede ser juez y parte de su propio proceso formativo ya que simple y sencillamente por este hecho uno no es objetivo. Es así como se requiere un ente externo que por un lado tenga el desempeño esperado y por otro pueda evaluar el desempeño adquirido, y ese es el profesor. Las diferentes evaluaciones que, bajo un enfoque de competencias aplica un experto en la materia en el papel de profesor, lleva la finalidad de evaluar de manejar objetiva y medible el desempeño que se ha desarrollado. En pocas palabras y más allá de todos los ejercicios que uno desarrolle para adquirir la competencia, siempre necesitará a alguien que ya la tenga al que podamos con confianza preguntarle ¿está bien así?

 Ahora bien, para que un docente maestro pueda ser capaz de señalar cuando se ha alcanzado el dominio de una competencia necesaria y forzosamente él debe tener ese dominio, contrariamente a los maestros “de librito” donde se piensa que la información pude suplir en forma alguna la experiencia dejando en franca desventaja no solo al maestro, el cual tal vez  haga su mejor esfuerzo, sino al alumno el cual solo recibirá de manera terciarizada la información que pudiera obtener directamente de “libros” sin obtener la experiencia que hace del docente un maestro en el ejercicio de su profesión.

En la educación necesitamos forzosamente que los mejores eduquen a los mejores, entendiendo a los primeros como aquellos docentes que tienen no solo el conocimiento sino la experiencia profesional que el ejercicio disciplinario da, y a los segundos como aquellos alumnos formados que desempeñarán su profesión de manera honorable con excelencia y perfección.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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