viernes, 23 de septiembre de 2016

Pertinencia de la Educación Universitaria


La educación, sobre todo la educación universitaria, si bien tiene un sentido formativo también tiene un sentido eminentemente pragmático: habilitar a las personas para que puedan desempeñar con éxito una profesión. Es así como la pertinencia final de todo proceso formativo de este nivel será la colocación exitosa de sus egresados.

Los procesos actuales de competencia en todos los niveles, han hecho imperiosa la búsqueda de la calidad en todos los ámbitos, no escapando de ello el ámbito educativo. Para ello se han creado organismos certificadores que avalan la calidad de los procesos formativos en las universidades. En México existen 26 organismos no  gubernamentales, especializados y facultados para acreditar la calidad de los programas académicos que se imparten en las instituciones de educación superior en sus diferentes disciplinas, como por ejemplo el  Consejo de Acreditación en la Enseñanza de la Contaduría y Administración, A.C. (CACECA), el Consejo de Acreditación de la Enseñanza de la Ingeniería, A.C. (CACEI), el Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología (CNEIP) o el Consejo Nacional de Educación de la Medicina Veterinaria y Zootecnia (CONEVET) entre otros.

La premisa de la acreditación es que los programas educativos garanticen estándares de calidad que permitan inferir que la formación recibida es del nivel requerido, para ello se analizan diferentes variables como infraestructura, personal académico, productividad académica, procesos académicos y administrativos, etc.

Tal como se mencionó al principio, la prueba final de todo un proceso formativo es que el egresado finalmente se coloque en un trabajo acorde con su formación y con sus expectativas de desarrollo profesional. Es decir, todo ese proceso acreditado de calidad queda en nada si los egresados no tienen dónde ni cómo colocarse.

Tal vez parezca una incongruencia pero hay que entender que un programa educativo puede tener una acreditación sin ser pertinente laboralmente, es decir, contar  con personal calificado, con instalaciones de primera, con procesos certificados, etc., etc., etc., pero que sus egresados no cuenten con un mercado laboral (o peor aún: no salgan con las habilitaciones mínimas) para colocarse.

Como parte del proceso de acreditación de un programa educativo esta una variable mucho muy importante que tiene que ver con la colocación de sus egresados, tanto en cuanto al tiempo que les toma colocarse como con la pertinencia del trabajo en que se colocan.

En este punto son pocas las instituciones de educación superior que cuentan con procesos objetivos que permitan tener un indicador confiable, por procesos objetivos se quiere decir que no puedan ser manipulados por la universidad para mostrar, como se dicen, cuentas alegres.

En una ocasión, al ver los altos índices de colocación de los egresados de una universidad, pregunté sobre el proceso para determinar los tiempos de colocación así como la pertinencia de los trabajos. La respuesta fue realmente decepcionante: la universidad tenía procesos internos que, mediante muestreos, les permitía un estimado de esto. Es decir, la universidad se convertía en juez y parte de la evaluación de este indicador.

Esto es un punto que no ha sido explotado por instancias ajenas a las universidades pues la solución a esto sería el que despachos independientes hicieran un trabajo metódico, serio, profesional y objetivo que permitiera evaluar si los egresados de las universidades se colocan bien en tiempo y forma.

El compromiso de una universidad no termina con formar profesionistas sino en garantizar que sus procesos tienen tal calidad que la pertinencia de los mismos esté garantizada. Si uno encuentra programas académicos no solo rimbombantes en cuanto a sus nombres sino incluso acreditados pero con egresados desempleados o subempleados, lo único que podemos concluir es que se trata de un proceso infructuoso cuyos costos, tanto económicos como sociales, son absorbidos por la sociedad.

El mundo evoluciona, la sociedad cambia, el mercado laboral se transforma. La pertinencia última de todo programa educativo debe necesariamente a referirse a la colocación oportuna y pertinente de sus egresados, en caso contrario es menester pensar en los cambios necesarios que garanticen que los recursos encauzados a la cuestión formativa de profesionistas sean una inversión y no un gasto.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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